El chico correntino de 13 años al que le negaron un trasplante de corazón por su grave estado de salud y sus condiciones de pobreza extrema murió luego de varios días al agravarse la enfermedad que padecía. Había vuelto al hospital pediátrico de Corrientes luego de que en el centro de referencia Garrahan, de la ciudad de Buenos Aires, le comunicaran a sus padres que no acreditaba para estar en la lista de receptores de órganos.
El caso de Fernando Almeida, oriundo de la localidad de Virasoro, en el extremo norte de Corrientes, es un ejemplo de las dificultades del acceso a la salud en la Argentina. Vivía en condiciones de extrema vulnerabilidad con su madre y seis hermanos menores de edad. Padecía una miocardiopatía dilatada por causa de una influenza B (gripe).
El derrotero de Fernando se hizo público el 4 de octubre pasado: las autoridades del Incucai prescribieron que el chico no podía ser parte de la lista para recibir un corazón donado por el avanzado estado de su enfermedad y por sus condiciones sociales. Las consideraciones desataron controversias. Desde el Ministerio de Salud de Santa Fe ofrecieron apoyo social y médico que pudiera sortear las objeciones emanadas de la capital, pero no hubo respuestas.
«Teniendo en cuenta el diagnóstico, la condición social y familiar, se concluye que el paciente no reúne criterios para ingresar en la lista de trasplante cardíaco del Incucai», sostiene el informe del organismo responsable de la donación, ablación y trasplante de órganos y tejidos.
Con el informe del Incucai, los médicos del Garrahan decidieron entonces que «no era apto» para recibir un corazón «debido al diagnóstico, la evolución, los antecedentes familiares y sociales y el resultado de los exámenes realizados». Para los profesionales, un corazón de un donante debía ser para una persona con mayores posibilidades de vida luego del trasplante.
Fernando murió en la noche del domingo último acompañado por su madre en el hospital Juan Pablo II de la capital de Corrientes. Los médicos correntinos habían pronosticado ese final, en especial el pediatra que lo atendía, quien cruzó fuertes críticas al sistema de salud nacional.
María Elena, la madre de Fernando, describió hace dos semanas que ella y sus siete hijos viven en una precaria vivienda de una sola habitación. No tiene baño instalado con agua potable. Esa es, precisamente, una condición considerada inaceptable para un paciente trasplantado de alto riesgo.
«Soy una madre de siete hijos y mi esposo es albañil, pero en mi casa ni siquiera podemos tener un baño instalado y todos mis chicos duermen en la única habitación que tiene nuestra casita», dijo María Elena el día en que le negaron el corazón a Fernando.
«En Buenos Aires nos explicaron que teníamos que conseguir otro lugar para vivir con mejores condiciones para que Fernando pueda ser trasplantado porque es un paciente de alto riesgo», declaró la mujer.
Santa Fe ofrece ayuda para que el niño correntino esté en la lista para trasplante