Además de las varias sorpresas que deparó la nueva temporada de Twin Peaks, entre ellas su apabullante deriva sobre la historia original, hubo una que tuvo que ver con el casting, con la selección de actores. Allí aparece el gran Harry Dean Stanton como Carl Rodd, el propietario del parque de caravanas, quien fue la última persona en ver al agente desaparecido Chester Desmond. Mediando los 18 capítulos, hay algunos que desarrollan el personaje de Carl Rodd, que ahora es muy veterano –tenía 90 años en el momento del rodaje– pero al cual Stanton aplica los recursos que lo identifican, que lo situaron entre esos actores cuya talla es difícil medir, porque sus personajes no han sido centrales –si se exceptúa fundamentalmente Paris, Texas, la magnífica película de Win Wenders, guionada por otro gran amigo de Harry, Sam Sheppard–, pero ninguno de los títulos en los que trabajó hubiera sido el mismo sin su presencia.
Stanton trabajó con Lynch, con John Carpenter, Sam Peckinpah, Ridley Scott, Alex Cox, en films que fueron emblemáticos para sus realizadores pero que son sobre todo sus personajes los que se recuerdan cuando se piensa en ellos. Fue así en Alien, el octavo pasajero, de Scott; en Pretty in Pink, escrita por John Hughes; en Repo Man, esa audaz y premonitoria película que filmó Alex Cox; en Pat Garret and Billy the kid de Sam Pekinpah; en El Padrino II y Golpe al corazón, de Francis Ford Coppola, y en el film Twin Peaks, el fuego camina conmigo, de Lynch. En todas Stanton puso algo intransferible, esos recursos que sólo pueden provenir del interior profundo, de quien ofrece al personaje aquello que lo hace único; una sensibilidad que sólo puede ser expresada a partir de rasgos y gestos que lo destacan entre los otros actores, así tenga al lado a algún peso pesado. Hay que decirlo: los personajes que mejor llevó fueron los desvalidos, aquellos asediados por un dolor o angustia profundos, el blanco pobre y peregrino del medioeste norteamericano. Pero también animó con suficiencia a algunos tramposos cuyas manías volvían furiosas a sus víctimas, como pudo verse en Repo Man.
Un mundo de amigos
Stanton se apagó naturalmente –no tenía dolencia alguna por fuera de las comunes de su edad, 91– y con su partida se apagan seis décadas de carrera, llevadas sin apetencias de estrella sino consustanciadas más los amigos que cosechó dentro del mundo artístico, fundamentalmente, el del cine.
Pero también el de la música, pues Harry Dean también cantaba y tocaba la guitarra y llevó adelante durante buen tiempo una banda llamada The Harry Dean Stanton Band, saludada en su momento hasta por el propio Bob Dylan y T. Bone Burnett. Con su banda tocaba rock, blues, jazz y canciones tex-mex y giró por infinidad de clubes de Los Ángeles. Con Dylan forjó una perdurable amistad y el autor de “Like a Rolling Stone” llegó a decir que Harry debía haberse dedicado a la música solamente. Fue también muy amigo de Jack Nicholson y de Sam Sheppard; con ambos compartió veladas donde el rock and roll era la puerta a otras prácticas y sustancias para debatir sobre música o actuación. La intensa Debbie Harris, seguramente muy prendada, le dedicó la canción “I Want That Man”. Luego de su participación en La última tentación de Cristo, Scorsese reconoció que las sugerencias de Stanton acerca de algunas escenas, fueron de lo más atinadas y que a él no se le hubieran ocurrido. Luego, el director de Taxi Driver lo tuvo como consultor en algunos films y estrecharon lazos al punto de que Martin no se tranquilizaba hasta que Stanton no aparecía en los avant-premières.
Cosas sin importancia
Harry Dean Stanton murió cuando comenzaba a promocionarse Lucky, un film dirigido por el también actor secundario John Carroll Lynch. Según lo que pudo saberse, las críticas en la pasada de prensa fueron elogiosas hacia la labor de Stanton, lo que tal vez podría llevarle a la obtención de un Oscar, por cuya nominación participó por Paris, Texas. Pero a Harry no parecía interesarle demasiado esa premiación. En el documental de 2012 Harry Dean Stanton: Partly Fiction, donde se escarba en su singular trayecto artístico, perfilado como el de un actor “cool”, David Lynch le pregunta cómo le gustaría ser recordado. “Me da igual, son cosas sin importancia”, contesta Stanton. El mismo Sheppard había dicho de Harry: “Es un actor que sabe que su rostro es parte de la historia del cine”.
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Luego de su muerte, David Lynch expresó: “El gran Harry Dean Stanton nos ha dejado. No hay nadie como Harry Dean. Todo el mundo le quería, y con razón. Era un actor (más que grande) y un gran ser humano. Era maravilloso estar a su lado. ¡Te echaremos de menos!”.