Dicen de la escritora Toni Morrison que fue una niña muy vivaz pese a las carencias que sufrió en el seno de su familia negra de clase obrera baja. Había nacido apenas un año después de lo que se conoció como la Gran Depresión estadounidense, producida por la caída sin red de las acciones de Wall Street, en febrero de 1931 en Lorain (Ohio). Aun así, consiguió estudiar filología inglesa en Howard University, en Washington, pero de a poco fue volcándose a la escritura, práctica que comenzó a ejercitar desde muy pequeña. “Leía en la biblioteca pública cuando ya casi no quedaba gente blanca porque en mi casa no había libros lamentablemente”, había dicho en una entrevista hecha en los años 80, para agregar seguidamente: “De todos modos eso fue lo que me permitió comenzar a escribir, aunque sea para leerlo después ya que no tenía ninguna otra cosa”. Toni Morrison acaba de morir, a los 88 años, y había sido la primera mujer negra (afroamericana en su caso) en recibir el premio Nobel de Literatura en 1993, galardón que recibió en compensación a un brillante uso del lenguaje y a su fuerza visionaria. Su nombre original no era ése con el que se la conoció sino Chloe Anthony Wofford, que llevó hasta que en 1970, año en que se publicó Ojos azules, donde contaba la historia de una niña negra que ansiaba ser como la pequeña actriz Shirley Temple, y que firmó como Toni Morrison para que la editorial en la que trabajaba en ese momento, en New York, no se enterara que ese libro lo había publicado en otra. Vivió enseñando literatura inglesa en Washington, se casó allí mismo y luego se divorció y en 1964 se mudó a New York para comenzar a trabajar como editora. Antes del Nobel, en 1988, había recibido el Pulitzer de ficción por su novela Amada, que narra la tragedia de una madre que toma la decisión de asesinar a su bebé para salvar a la niña de la esclavitud.
Mundo injusto
“Sus narrativas e hipnótica prosa dejaron una marca indeleble en nuestra cultura. Sus novelas dominan y demandan nuestra atención. Son trabajos canónicos y, aún más importante, son libros que los lectores siguen amando”, dijo luego de enterarse de su muerte Sonny Mehta, director de la editorial Alfred A. Knopf, una de las más prestigiosas en el ámbito estadounidense y reconocida mundialmente. Al mismo tiempo, Mehta reconoció que la labor de Morrison y su relación con la literatura fue más allá de la escritura de sus propias obras. “Toni Morrison dedicó toda su vida laboral al servicio de la literatura: escribir libros, leer libros, editar libros, enseñar libros. Puedo pensar en pocos escritores estadounidenses que escribieron con más humanidad o con más amor por el lenguaje que Toni”, expresó el también editor Mehta. Morrison integraba la colección de ganadores del Nobel de Literatura de Alfred A. Knopf junto a nombres como el de Thomas Mann, Doris Lessing, Orhan Pamuk, Harold Pinter, entre otros, con su novela La canción de Salomón. Si habría que datar los rasgos más notorios de la escritura de Morrison serían aquellos que se relacionan con la construcción de personajes, sobre todo las mujeres, y los que tienen que ver con los artificios del lenguaje, a los que Morrison privilegió por sobre cualquier otro, un estilo directo pero que no carecía de riqueza en su sintaxis y era capaz de transmutarse en una imaginación prodigiosa al servicio del argumento. Morrison fue una narradora con un sentido profundamente humanístico; por lo general sus criaturas poseían una nobleza que era puesta a prueba por las injusticias a las que eran sometidas o de las que eran testigos privilegiadas. Pero no era rebelión lo que les despertaban esos pesares sino la comprensión sobre el mal innato que está en el hombre, su capacidad de hacer daño y las innumerables respuestas de esos seres castigados. Las injusticias que experimentan sus personajes suelen ser de tipo racial pero también de género y de clase, a veces casi indiferenciadas o sumándose en el colmo de un padecimiento.
En casi seis décadas, Morrison escribió Beloved, Sula, Jazz, La noche de los niños, Paraíso, la mencionada La canción de Salomón, El origen de los otros, entre otros títulos tal vez menos sobresalientes, pero que constituyen un corpus con una fuerza y originalidad enormes y donde el esclavismo, en cualquiera de sus formas, fue un tema recurrente. Los libros Sula y La canción de Salomón le valieron un reconocimiento masivo de la crítica y fueron a la vez un éxito de ventas, lo que le permitiría dejar su trabajo editorial para dedicarse casi a tiempo completo a la literatura.
Mirar al pasado
En 1992 publicó la novela Jazz, y escribió un ensayo en el que daba cuenta del caso Anita Hill, la joven negra que denunció por acoso sexual al juez Clarence Thomas. Además de su elocuencia, el ensayo pone de manifiesto la indefensión de las mujeres ante el acoso mucho antes que tal situación comenzara a tener un estado más público. Al parecer, ese material, que tenía un tratamiento poético a la vez que podía leérselo como una denuncia, le granjeó el reconocimiento de la Academia sueca a su nivel de escritura, ya que un año después le otorgaron el Nobel.
En 2012, Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad a Morrison y la consideró “un tesoro nacional”. Unos años después recibió también el prestigioso premio Saul Bellow. En esa oportunidad dijo: “Cuando los africanos llegaron aquí como esclavos fueron separados y no permitieron que se casaran, que tuvieran hijos, los separaron por dialectos para que no pudieran comunicarse. Les robaron cualquier idea de hogar, de comunidad. Pero hoy los afroamericanos han infiltrado el sistema. Ahora son ellos quienes mandan en la cultura, el lenguaje, la música, el estilo y lo han hecho como un virus saludable para la sociedad porque han podido impulsar sus creencias y su cultura. Los republicanos tienen miedo porque ven que este país está cambiando. Les asusta la idea de perder el Estados Unidos tradicional según sus convenciones”.
En los últimos años Morrison escribió junto a su hijo Slade Morrison, algunos textos de literatura infantil, y, por otra parte, exploró algunos otros géneros, como el de letras de canciones. Escribiría Four Songs para el compositor André Previn, y también el libreto de ópera titulado Margaret Garner para el director de fama internacional Richard Danielpour.
“A los países les gustan los cuentos de la patria porque le da seguridad a las personas. La realidad es una triste verdad donde tenemos mucho que ocultar y avergonzarnos. No hay que tener miedo de mirar al pasado porque sólo así se sabe quiénes somos”, señalaba Morrison como un credo al que adhirió con fe inquebrantable.