Es difícil despedir a un compañero al que quise tanto. Ricardo Casali, el Nene eterno, fue una de las primeras personas que conocí en La Capital y después seguimos laburando en El Ciudadano.
Con él compartíamos la famosas copas después de los cierres cuando eran de madrugada. Y su enorme experiencia, su arte para corregir, para enseñarte. Juntos compartimos felicidad, victorias periodísticas, pero sobre todo una sucesión interminable de cierres y peleas para mantener nuestra fuente de trabajo.
Con los más jóvenes de El Ciudadano le pedimos que volviera cuando nos hicimos cooperativa. A darnos una mano, a seguir enseñando. Pero sobre todo lo queríamos de vuelta en la Redacción, porque era una parte importante de nuestra vida.
Me contaba siempre sus historias, su vida en Misiones, y su querido Gálvez a donde volvió después de muchos años a vivir con su familia. Fue secretario de redacción de todos los diarios en los que trabajó. Siempre fue un jefe al que quise y un amigo inolvidable.
Me quedan miles de anécdotas y una tristeza infinita. Hasta siempre compañero.