Las mudanzas son traumáticas. No sólo por el nuevo lugar, sino porque hay que desarmar y enfrentar lo que guarda el hogar: los recuerdos. Después de la muerte de su madre, la escritora Laura Giussani encontró una caja de zapatos mientras limpiaba. Eran cartas, la correspondencia que había mantenido con sus padres durante el exilio entre 1976 y 1983. “Pensé que como a mí, eso le debía estar pasando a muchas personas”, explicó a El Ciudadano sobre el puntapié de “Cartas de la dictadura”, un archivo epistolar que hasta ahora contiene los escritos de 35 personas, y que desde 2012 comparte lugar con documentos históricos en la Biblioteca Nacional. Reúne comunicaciones entre militantes exiliados, presos políticos, militares, religiosos y cuanto relato pudiese hablar de cómo se vivía en tiempos silenciosos de Argentina.
La iniciativa testimonial intenta ser material de consulta para investigadores y público en general. “No atenúa lo que pasó en la dictadura: nos enseña cómo se pudo resistir”, afirma la escritora, a la par curadora de la muestra sobre el archivo que hoy se presenta y se podrá visitar en el Museo de la Memoria.
—¿Cómo nació este archivo?
—En 2012 reunimos suficiente correspondencia enviada en tiempos de la última dictadura como para salir a mostrarla y pedir más donantes. La idea era coleccionar material documental que quedara archivado y fuera legitimado como consulta en la biblioteca. Es una forma de no perder un patrimonio cultural e histórico que viene de lo personal e íntimo. Está en muchas casas dentro de cajas de zapatos.
—¿Qué cantidad de cartas incluye?
—Son dos mil piezas de 35 personas. A Rosario llega una síntesis. Trajimos copias y originales de personas reconocidas y no tanto. Entre las rarezas, está una carta de Ernesto Sábato que le escribió a una amiga donde estaba preparando su exilio frustrado. Es algo poco conocido. Está la carta de Eduardo Galeano avisando de detenciones en tiempos de la revista Crisis. Están las cartas del Alberto Ledo antes de ser desaparecido en Tucumán mientras hacía el servicio militar en la causa que lo tuvo vinculado a César Milani (ex jefe del Ejército). Me impresionó mucho porque no se trataba de “el conscripto Ledo”, sino de un estudiante de historia enamorado que tenía planes de vida.
—No se recuperan sólo cartas de militantes políticos que estaban contra la dictadura…
—La muestra no es una bajada de línea. No son cartas militantes. Están todas las ideologías: montoneros, anarquistas, militares, religiosos, etcétera. Recuperamos no sólo una carta sino una serie de cartas. Por ejemplo, hay una serie de una persona exiliada en Suecia que recolectó boletines under de poesía de Argentina. Esas cosas pasaban por debajo del radar de los militares. También hay cartas de gente que no pertenecía a ningún arco político y se fueron porque eran homosexuales.
—¿Para qué sirve el archivo y cómo se puede acceder?
—Es muy simple. Se tienen que registrar en la Biblioteca y esperemos que para 2017 esté online. No es sólo para académicos. Lo han consultado profesores de secundaria y alumnos como parte de una tarea para dar con cómo se vivía en la dictadura. Se habla mucho de cómo se moría, pero existió otro lado. Vienen investigadores en estudios sobre exilio o quienes analizan a menores en situaciones de presión. Tomaron relatos de presos y cómo se mantenían las relaciones: era a través de las cartas. Un periodista deportivo usó algunas para contar la historia del club de fútbol que está frente a la cárcel de Devoto y encontró cómo los presos escuchaban el carnaval que hacían.
—¿Qué le llamó la atención encontrar en las cartas?
—Modos de resistencia no organizados. La gente piensa que las cartas de la dictadura son terribles. No todas lo son. Hay mucho cariño, sobre todo, de las mujeres en las cárceles. Son cartas con mucha potencia. Humanizan la situación y nos ayudan a comprender cómo es que sobrevivimos, tanto para quienes se quedaron en el país y sufrían la soledad de los que se habían ido como para los exiliados. Las más tristes son de quienes se quedaron: era un país horrible. Las de la cárcel hablan de solidaridad y resistencia. Aportan otra mirada sobre la dictadura. No la atenúa sino que nos enseña cómo se puede resistir. Me impresionó mucho el sentimiento. Son manuscritas, con dibujos y manchas. Algunas tienen un manchón en la tinta: por lo general, pienso que es de una lágrima.
—Son testimonios de vida en una época que está asociada a la muerte y el silencio. ¿Qué efectos tiene recuperar esas historias personales?
—Machacar sobre la muerte, la tortura y el secuestro es paralizante. Nos deja quietos saber que no había vida. Y la había. Me parece un mensaje útil para cualquier contexto. Es importante que la Biblioteca Nacional tome con la misma seriedad estos archivos que los de John William Cooke. Ambos hablan de protagonistas de la historia.
—¿Cómo llegaron a los donantes para que cedan algo tan íntimo?
—Es delicado y personal. Requiere de varios cafés para dar a entender cómo se va a tratar al material. Algunos llegan por referencias de otras personas que donaron. Es una decisión de cada uno. Pero por algo lo estuvimos conservando esto de mudanza en mudanza. Es una caja que nos acompañó, y es bueno que se interprete en un contexto. Son líneas de tiempo. Algunas cartas se las quedaron los familiares. Entendemos que antes de pasar a ser como esas fotos viejas escondidas en la casa de las que nadie sabe nada, se pueden sumar a una historia colectiva y de vida. El material sensible no se expone en la web. Existen límites que se definen con el donante.
—Qué piensa de las políticas de memoria, verdad y justicia desde la llegada de Cambiemos al gobierno?
—El archivo es una política de Memoria. Los cambios de gobierno no hacen desaparecer lo anterior. Son archivos de Estado. No es fácil hacerse de archivos, a menos que venga una dictadura. Los mecanismos de conservación están, y quienes deseen donar documentos serán respetados. Es importante sumar este tipo de memorias a un archivo tan prestigioso.
A celebrar los derechos
En el marco del Día de los Derechos Humanos, en el que año a año se conmemora la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, hoy desde las 18 en el Museo de la Memoria (Córdoba 2019) se inaugurará la muestra “Cartas de la Dictadura” y se presentará la revista de la Biblioteca Pocho Lepratti. Se realizará una donación de archivos provenientes de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) de Rosario. Luego habrá una intervención artística a cargo del Instituto Superior de Danzas Isabel Taboga más un recital de Jorge Fandermole y Juan Quintero. La entrada es libre y gratuita.
Itinerante
El año pasado el archivo “Cartas de la Dictadura” se exhibió en Villa María, Córdoba, y en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. “Pensamos seguir recorriendo otros lugares que la soliciten, obtener más material y difundir a los investigadores y el público en general que ese material está disponible”, explicó la curadora.