Sin quererlo, un trabajo de restauración interna convirtió al Museo Estévez, además, en un sitio de arqueología urbana. Es que antes de que en 1968 se transformara en museo, el edificio perteneció a las familias Montenegro, Gómez, Correa, Alcácer, Benegas y también a Melitón, de Ibarlucea. Los rastros materiales de aquellos habitantes salieron a la luz luego de años ocultos, y hablan de sus vidas. La casona de calle Santa Fe 748, con ingresos frente a la Plaza 25 de Mayo pero también por San Lorenzo 753, fue restaurada tras el casamiento de Odilo Estévez y Firma Mayor, en 1921.
Hallan señales de los orígenes de Rosario en el Museo Estevez
Como museo surgió por deseo de Firma Mayor de Estevez, quién lo donó por testamento a la ciudad en memoria de su esposo. Fue abierto al público el 8 de julio de 1968, con una importante colección que el matrimonio había formado a lo largo de cuarenta años.
La casona se conserva y permite a sus visitantes conocer parte de la historia de la ciudad, además de disfrutar sus muestras y cuadros en un espacio de refinado estilo. Es una casa museo y, pronto, será un sitio de arqueología urbana sobre los orígenes de la ciudad.
La sorpresa fue en 2020, cuando se iniciaron trabajos de restauración al detectarse roturas en caños de desagües pluviales que prácticamente habían generado un río abajo del piso de roble de Eslavonia. La empresa constructora MSR estuvo a cargo de las obras. El daño por el paso del tiempo permitió así descubrir un mundo subterráneo de otro tiempo: un aljibe, albañales y un poste que se remontan a los orígenes de la ciudad.
Datos de la casona
Los muros del museo son la única edificación que sobrevive de la antigua cuadra de la calle Santa Fe entre Laprida y Buenos Aires, frente a la plaza 25 de Mayo.
El edificio fue construido a mediados del siglo XIX. Hay fotos del lugar desde 1860. Durante muchos años perteneció a la familia Ibarlucea. De esta familia, el último que habitó la casa fue Melitón de Ibarlucea, una personalidad relevante en la vida política y comercial de la ciudad. Fue quien le dio las dimensiones y la fachada de estilo italianizante, toda revestida en mármol de Carrara.
En 1921 fue adquirida por Odilo Estevez Yañez y Firma Mayor de Estévez. Después de los reiterados viajes a Europa, la casa se fue engalanando con numerosas pinturas, objetos, muebles, alfombras y tapices de procedencia diversa. Y terminaron conformando un valioso patrimonio artístico.Tras la muerte de Estévez, su viuda, Firma Mayor, donó el inmueble y su valioso contenido a la Municipalidad de Rosario, como acto de gratitud a la ciudad que acogiera a aquel emprendedor español llegado con la ola inmigratoria. La residencia pasó a ser sede, desde entonces, del museo.
Tres voces para contar una historia
El Ciudadano habló con Analía García, profesora de Historia y conservadora de museos que es la directora del Museo Estévez. También con Sebastián Bosch, museólogo especializado en gestión de museos y museografía, y director general del museo. Y con Dante Taparelli artista de larga trayectoria y secretario de Cultura y Educación.
El museo fue declarado Monumento Histórico y Artístico Nacional en 2010 y desde ese entonces estaba en carpeta el proyecto de restauración.
Analía García contó que en dicho proceso de restauración de la colección permanente y de 3 sectores del museo la empresa MSR fue el mecenas y en un “diálogo público y privado la apuesta fue la restauración del museo”. Es por ello que solventó todos los trabajos de nueva canalización de desagües pluviales que databan de 1920 y que se encontraban debajo del piso de roble de Eslavonia. Piso que fue removido y también restaurado para su posterior colocación.
«El municipio redobló la apuesta además en la restauración de todas las instalaciones eléctricas, en los estucados y trabajos de sello de su cielorraso», dijo la directora.
Antigua y con remodelaciones
“La casona Estévez es una de las más antiguas de la ciudad. Tiene la medianera de adobe más antigua del municipio. Data de 1830 y a su vez fue testigo de la historia de Rosario”, explicó la directora del Museo.
La casa sufrió grandes modificaciones estructurales: lo que fue el hall central de los Estévez, con los Ibarlucea era un patio.
Un patio con galería que daba a las habitaciones. Se ingresaba, zaguán mediante, por calle Santa Fe. “Era la típica casa chorizo”, resume García.
“Podemos imaginar hasta arcadas (elemento arquitectónico de columnas o pilares que soportan una fila de arcos, a menudo con un techo cubierto) que daban a cada una de las habitaciones, y obviamente en el centro del patrio, un aljibe”, señala la mujer y cuenta que, para el lado de San Lorenzo, en esa primera etapa, seguía la barranca y había una huerta. En 1870 se realizaron las modificaciones para incorporar el segundo sector o nave de la casona.
Odilio Estévez y Firma Mayor compraron el inmueble en 1921 y contrataron a dos reconocidos arquitectos locales, José Gerbino y Leopoldo Schwarz. “Su primer consejo fue cerrar el patio e incorporar los vitrales del taller que dirigía el catalán Salvador Buxadera, cambiando así su funcionalidad. Para resolver los problemas de humedad, incorporaron 34 desagües pluviales y allí surge ese hall central majestuoso que hizo que la casa cobre más importancia”, indica Analía.
Dante Taparelli destaca la importancia de la ubicación: “El museo está dentro de los primeros predios de cuadrículas de la ciudad, frente a la plaza central, la catedral, la sede de Gobierno. En una propiedad que perteneció a los Ibarlucea y que los Estévez reciclan a sus gustos y sus anchas”, dice.
Un río que trajo el pasado a la actualidad
Cuando se removió el piso para cambiar aquellos desagües pluviales quebrados quedaron al descubierto el pasado: vestigios de la cerámica utilizada como losa, a través de un georadar (a través de un convenio entre UNR, Conicet y Municipalidad) se localizó la ubicación del aljibe y se despastaron dos albañales (tubería situada en el subsuelo de un edificio que transcurre perpendicular a la calle y cuya misión es evacuar tanto las aguas residuales como pluviales hacia el alcantarillado).
Analía García especificó los detalles: «La ventana del yacimiento arqueológico fue indigestada bajo la coordinación de la UNR, de la Facultad de Humanidades (el decano Alejandro Vila) en convenio del secretario de cultura Dante Taparelli, del Museo Estevez, bajo mi dirección; de la dirección general del Museo, Sebastián Bosch y el arqueólogo Fernando Oliva, docente e investigador de la Facultad del Humanidades de Arte quien con todo un equipo de Guido Scaglioni y Mariana Algrain, también de la UNR, llevaron adelante toda la investigación del yacimiento arqueológico con un equipo más grande», y agregó: «Se pusieron en diálogo con Isabel Contreras, conservadora de la confitaría El Molino (Buenos Aires) y también con Conicet Rosario, Conicet Buenos Aires y Universidad Austral quienes llevaron adelante una investigación con georadar para constituir los estratos de investigación de todo este sector histórico de Rosario e indagar que es lo que se encontraba con estas ondas de georadar en todos los sectores del hall central, simplemente para excavar en los lugares que el georadar había establecido el brocal de aljibe del patio de la familia de Melitón de Ibarlucea y Rita Alcácer propietarios anteriores y también encontrar los albañales«.
Iniciaron las excavaciones para buscar restos arqueológicos bajo el piso del Museo Estevez
Bosch también cuenta este hallazgo que se dio casi por casualidad y lo pone en valor: “Es un descubrimiento muy significativo desde la arqueología urbana, pero poco ostentoso visiblemente”. Para él, ese deterioro de los desagües pluviales hacía que pase un río debajo del piso de roble de Eslavonia, que generó mucha humedad en los cimientos. “Cuando retiramos las baldosas (que habían quedado debajo del roble) se desmenuzaban, la madera estaba podrida por la humedad y el tiempo”, recordó.
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Bosch explicó que la empresa MSR tenía aprobado el pliego para desmontar el piso y por otro lado el equipo del museo restauró con trabajos minuciosos el piso de roble de Eslavonia. Mientras la constructora levanta el soporte del suelo para poner los caños (nuevos desagües) dan con dos ladrillos: se trataba de un poste. Llaman a una persona de Patrimonio (Gustavo Fernetti quien es arqueólogo, antropólogo y museólogo) que decide contactar a Fernando Oliva arqueólogo y profesor titular de la Cátedra de Arqueología Americana y Argentina en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario para llevar a cabo la excavación. “El georadar que se utilizó para hallar el sitio donde se encontraba el pozo de agua es el mismo aparato que se utilizó en las tareas realizadas en el Fuerte Sancti Spiritus”, añadió Bosch.
Taparelli admitió que la inundación debajo del piso fue una catástrofe, pero se remitió al dicho popular: “No hay mal que por bien no venga, y esa tragedia fue un gran descubrimiento”.
“Se descubrió el primer hecho civilizatorio en el lugar, que es tener agua. Ese pozo servía para hacer ladrillos, para curar heridas, para hacer comida”, enumera el secretario de Cultura.
La calle Santa Fe vuelve a ser el ingreso principal en 2023
La muestra del sitio arqueológico será inaugurada en marzo próximo. Entonces, la puerta de ingreso por Santa Fe recuperará protagonismo luego de 5 años cerrada.
Aunque estará tapada por una lámina de vidrio, dejará disfrutar de esos 50 centímetros bajo el nivel del suelo por 2.4 metros por 3.6 metros aproximadamente. Lo más profundo que se llegó a excavar fue 1.62 metros marcado desde el nivel del contrapiso.
“Esa ventana para observar el sitio arqueológico tendrá un diseño que permita volver a colocar el piso de roble para muestras en ese espacio”, explicó Analía García: “Para que los rosarinos pueden ver dos instancias, y no quitarle importancia al yacimiento arqueológico y ver la restauración desde arriba. Es decir, va a haber momentos en que se exhiba el piso de Eslavonia por completo y otros en que quedará el vidrio”.
Bosch resaltó otro descubrimiento, un poste que se presume el vestigio más antiguo. “Pero es mucho más llamativo ver un pozo de agua o un albañal que una estructura de ladrillo”, admitió.
El sitio arqueológico excede a la familia Estévez. “Da la secuencia temporal de las diferentes ocupaciones del espacio” y recupera la historia de todas las familias que ocuparon la casona antes de ser museo. “Creo que la gente que visite el museo se va a interesar en conocer otra historia de Rosario”, se esperanzó.
Taparelli señaló la importancia de que el piso sea removible. Permitirá que, en algún momento, se pueda cavar el aljibe, que como otros, una vez que se dejó de utilizar para la función original terminó como basurero que en sus capas permite estudiar el pasado a través de las técnicas de la arqueología urbana.
“Una tragedia que hizo que sean tres museos en uno, no hay una sola propiedad en Rosario que tenga la trazabilidad completa desde que existe civilización en ese terreno hasta los tiempos modernos”, destacó Taparelli.
La exhibición se podrá ver en marzo. Taparelli planea para dentro de dos meses hacer una gran fiesta: poner en valor la plaza 25 de Mayo, reubicar allí unos bustos históricos: “Nos enteramos por un cartón que encontré en una biblioteca que en la plaza se velaron los restos de Sarmiento, es la plaza de las Madres de Plaza de Mayo, es la historia de la ciudad, es donde se asentaron los primeros habitantes, es su germen”, se entusiasmó y concluyó: “ Y es poner en valor a la familia Estévez, que era una familia adinerada y es en Rosario donde se inventó el mutualismo y no hay mejor manera de ayudar al prójimo que dejar su legado al alcance de todos”.
Y como no pueden faltar, fantasmas
Dante expuso otro sesgo de la propiedad, los avistamientos espirituales. Uno de los guardias de seguridad, recordó, no quería hacer el turno nocturno porque, se justificó, había visto “cosas raras”.
Y en las excavaciones varios empleados juraron haber visto a una niña con un camisón largo.
Dante adelantó que tiene pensado hacer una placa en aquel patio convertido en hall con una dedicatoria en memoria y agradecimiento “de todas las víctimas, de las risas, de la gente que nacieron y murieron allí, es un reconocimiento a todos los que transitaron por la casa, todas esas almas que hicieron que este lugar sea posible”.