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Música sikuri para acercar a adolescentes a sus orígenes

Un plan implementado en el Gran Buenos Aires busca conectar a alumnos con su pertenencia a pueblos originarios.

El proyecto educativo “Aires jóvenes de vientos antiguos” propone a adolescentes que viven en el conurbano bonaerense visibilizar su pertenencia a las culturas originarias a través de la construcción y ejecución del siku, instrumento que hermana a las personas.

“Necesito del otro para hacer mi música con siku, nos une, nos conecta”, compartió con Télam Nicolás de 15 años, uno de los participantes del encuentro de sikuris que congregó en el campus de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) a jóvenes músicos, con motivo del Día de la Diversidad Cultural que se recuerda cada 12 de octubre. Es que tocar el siku implica necesitar del otro, ya que es un instrumento de viento autóctono americano construido en dos partes separadas que se complementan.

Una no puede ejecutarse sin la otra.

El adolescente tiene incorporado el concepto por el cual Sergio Pérez, profesor de música en colegios secundarios, gestó este proyecto hace cinco años, a lo que se suma que es un instrumento fácil de construir. “Lo hacemos en talleres durante el año usando tubos de PVC, mientras charlamos sobre la cultura originaria”, explicó el docente. “La música nos hizo hermanos”, aportó Aymará, que tiene un grupo de música sikuri con sus compañeros de una escuela técnica de la localidad bonaerense de General Rodríguez, pasión que comparte con sus padres. “Son originarios, pero mis abuelos nunca lo transmitieron, así que ahora disfrutamos de esta música que nos complementa, porque necesitamos de un compañero para tocar”.

Iara, Anahí y Nicolás, de 16 años, estudiantes de un colegio de José C. Paz, se sumaron a la charla con sus remeras estampadas con la whipala, portando sus siku y con morrales cruzados al pecho confeccionados con tela de arpillera, atuendo que pone en evidencia el compromiso con el proyecto. Iara compartió sobre su abuela quechua: “Algo me enseñó de su cultura y en mi familia no negamos que somos originarios”.

Dijo Anahí sobre su papá: “Hablaba guaraní, le apasionaba su cultura y me lo transmitió, y ahora yo puedo seguir disfrutando de su pasión, que a mí me apasiona”. En cambio Nicolás, que no proviene de una familia originaria, definió su vínculo con el sikuri “Porque la paso bien, porque nos unifica como personas y unifica culturas”.

La iniciativa se concreta en colegios secundarios y los encuentros de sikuris se hacen en la UNGS donde desde el centro cultural realizan actividades con pobladores originarios urbanos de la zona y con estudiantes de esos pueblos que son alumnos de la universidad, con el objetivo “de unir la academia con la comunidad, construyendo conocimientos en conjunto”, resaltó Lucas Rozenmacher, a cargo del área.

Desde el año pasado realizan seminarios en escuelas primarias que Beatriz Alor, comunicadora y coordinadora del espacio originario del centro, definió como “la posibilidad que tienen los chicos de visibilizarse entre sus compañeros”. Esto, porque “muchos niños llegan a escuelas del conurbano desde otras provincias o países y no hablan bien el castellano o son bilingües, entonces les cuesta comunicarse y algunas docentes creen que no aprenden, repiten de grado o son enviados a escuelas especiales”, explicó.

Alor, junto con referentes de comunidades originarias, visita escuelas, donde por ejemplo un docente llega y comienza a hablarles en guaraní: “A partir de ahí muchos chicos le responden en esa lengua, porque se reconocen en el habla, se les habilita la palabra”.

La comunicadora vivió su infancia en Perú y, siendo quechua, reconoció que “Me encerraba en el baño en los recreos para no interactuar con mis compañeros, porque me sentía discriminada, por eso me identifico con lo que les sigue pasando a estos chicos”.

También Pérez se identifica con estos niños: “Hice mi propio proceso como nieto de una quechua santiagueña, experiencia que comparto con mis alumnos y se reconocen y me reconozco en sus historias”. Niñas, niños y adolescentes que aún esconden su origen porque “de eso no se habla”, a veces ni siquiera en las familias; porque reciben burlas de sus compañeros de colegio. “Por tantos años de estigmatización que estamos derribando con estos encuentros musicales”, valoró Rozenmacher.

“Quien toca el siku se armoniza con la Pachamama, según la cosmovisión originaria, y lo tocamos apareados, porque siempre necesitamos del otro para reconocernos”, definió el profesor de música que ha logrado que decenas de adolescentes se junten a hacer “Aires jóvenes de vientos antiguos” para reconocerse.

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