“Sin televisión y sin cerveza, Homero pierde la cabeza”. Y si bien acá el show está más que garantizado, conseguir algo para tomar va a ser bastante máz complicado. Los qataríes se encargaron de que así sea. Tampoco es que sorprenda tanto tratándose de un país donde miles de obreros trabajaron en condiciones infrahumanas y fallecieron durante la construcción de los imponentes estadios que desde el domingo acogerán una nueva edición del Mundial de la Fifa, la cual no tuvo mejor idea que organizar la fiesta deportiva más importante y convocante del planeta en una nación con leyes medievales, homofobia legalizada y tolerancia cero con el alcohol. Ni los especiales de terror de Los Simpsons se animaron a tanto…
Antes del partido para “calmar” los nervios y después para celebrar la victoria (o ahogar penas tras la derrota), la bebida ya forma parte trascendental en la cultura del fútbol. El asunto es que la Copa del Mundo que comenzará el domingo será la primera en un país de mayoría musulmana, donde el alcohol está terminantemente prohibido para sus ciudadanos, así como el consumo en las calles.
Desde que los petrodólares llenaron a reventar las arcas de los principales directivos de la Fifa en 2010 y Qatar fue elegida sede del Mundial 2022, los organizadores hicieron lo imposible por cumplir con todos los requisitos que se habían comprometido a respetar: venta de alcohol y la creación de espacios promocionales para marcas de cerveza como Budweiser, uno de los patrocinadores más importantes. Lo mínimo e indispensable para acallar un poco las críticas luego de elegir como escenario de lo que debería ser una mega fiesta cultural a una nación con tradiciones tan antiguas como ridículas, en la cual apenas unos pocos toman las decisiones y casi nadie puede opinar.
“El alcohol no es parte de la cultura de Qatar, pero la hospitalidad sí lo es, por lo que aquellos aficionados que deseen consumir alcohol durante la Copa del Mundo podrán hacerlo”, informaron en su momento desde la organización. Pero en la práctica todo será muy distinto, ya que la orden de los cuatro o cinco jeques multimillonarios que conducen al país con mano de hierro es impedir todo tipo de manifestaciones públicas masivas.
Tres horas antes, una hora después y en zonas específicamente designadas. Los que tengan ganas de tomarse una cerveza u alguna otra bebida deberán respetar a rajatabla. Además habrá un área específica para recuperarse de la borrachera y otras totalmente libre de alcohol para los busquen “disfrutar de la experiencia en familia”. Y aunque pueda parecer una locura, esto se tendría que considerar como una gran victoria de la Fifa.
El Código Penal de Qatar establece penas de hasta seis meses y multas de hasta 800 euros a quien beba alcohol en un lugar público o sea hallado borracho en la calle y moleste a otros. En realidad, antes del Mundial sí se servía alcohol a extranjeros, pero sólo en algunos hoteles y restaurantes, donde una cerveza cuesta de 12 a 18 euros. Hoy en día, en todo Qatar solo existe un lugar donde se puede comprar alcohol y es propiedad del grupo de la aerolínea Qatar Airways. Está a las afueras de Doha y, obviamente, solamente algunos privilegiados pueden ingresar. El trabajador normal que quiera entrar tiene que llevar una carta de su empresa autorizándole a beber y encima hay que demostrar ser acreedor de una importante cuenta bancaria. No es broma.
FIFA y Qatar viene trabajando hace rato para concebir en un plan que les guste medianamente a todos. Aunque la empresa no es sencilla. Lo cierto es que finalmente la venta estará permitida sólo dentro de un perímetro muy restringido de seguridad fuera de los estadios. De hecho, los funcionarios locales decían que la cerveza estaría más disponible durante este torneo, pero que se vendería y consumiría en términos que respetaran las costumbres locales.
Con semejante operativo de control programado y apenas un puñado de lugares designados para tomar, parece casi una utopía pensar en algún choque entre hinchadas, algo que sucede cada tanto en cualquier parte del mundo. “No lleve alcohol a Qatar ni beba en las calles. Es posible que lo envíen a casa y hasta que lo arresten”, comunicó la Asociación de hinchas de Gran Bretaña, los otrora temidos “hooligan” que tanto temor despertaban en su momento,
Encima, tantas limitaciones suponen un duro revés para los ingresos económicos de la competición y del país. Budweiser desembolsó unos 75 millones de dólares para ser el principal espónsor del Mundial y no solo tiene exclusividad de ventas, sino la obligación de proveer cerveza a todo el evento. Pero con las carpas “cerveceras” apostadas muchísimo más lejos de los estadios de lo previsto, la reconocida empresa norteamericana se encuentra en un verdadero dilema.
Definitivamente no debían conocer mucho de Qatar. El primer mundo suele desconocer por completo lo que sucede en regiones lejanas. Fruncen el ceño enseguida y mueven la cabeza con desconfianza. Así lo hicieron siempre, incluso desde que Uruguay fue elegida sede del primer Mundial de la historia allá por 1930. Casi 100 años después, Qatar no tiene ni la mitad de las leyes laborales ni sociales de las que para ese entonces ya disfrutaban los uruguayos. Está claro que para la Fifa el lujo está primero que los derechos universales más básicos, al mejor estilo Señor Burns con sus empleados.