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Nace el museo del rock de acá

Sergio Rébori, autor de “Generación Subterránea”, sobre la historia de las bandas locales de antaño, encara en la web un segundo proyecto. Espera culmine con una muestra itinerante

“La historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, fraseaba Lito Nebbia, piedra basal del rock nacional. Pero en realidad, la historia la escriben quienes la escriben, quienes pelean por la memoria de un lugar sin mucha bibliografía como la de la escena del rock local.

En este camino, lejos de la nostalgia por sí misma, Sergio Rébori entiende que el olvido es una pena muy dura para lo que pasó en fondas, clubes y bares de la ciudad durante las décadas del 60, 70, 80 y 90. Hace un año lanzó un libro llamado Generación Subterránea que recupera a los grupos de rock escondidos detrás de la Trova Rosarina, una reducción que hizo Buenos Aires de la música rosarina. Hoy el libro de Rébori está agotado.

Inquieto y ajeno a los “éxitos” de las grandes editoriales, Rébori sueña con un Museo de Rock de Rosario. Para alimentar esa fantasía consiguió en menos de un mes unos cien colaboradores: ex músicos, hijos de, ex parejas, etc. Fotos, imágenes de afiches de recitales, audios y hasta videos le llegan a Rébori a través de un perfil de la red social Facebook. Con poco proceso de selección él las sube al muro para que quienes siguen la cuenta puedan involucrarse.

A través del intercambio de comentarios se teje la historia de las pequeñas bandas de antaño. Pero también de los sucesos históricos del rock en la ciudad como el show de reunión de Almendra en 1980 en el estadio de Newell’s Old Boys. O la vez que los Queen sorprendieron con una pantalla y parlantes gigantes en la cancha de Rosario Central.

En diálogo con El Ciudadano, Rébori cuenta proyecto.

—¿Cómo transcurrió este año desde la publicación de Generación subterránea?

—El libro con la música (incluía versiones de canciones del rock rosarino pocas veces difundidas) fue empezar un proyecto mutante, itinerante y con dinámica propia. Es un disparador para que salgan otras historias. Y eso ocurrió. Tuvo una proyección que nos superó las expectativas. Pensábamos que sólo iba a ser interesante para las personas que vivieron esa época: músicos, aficionados, etc., pero después superó eso. Gente que no estaba vinculada a la familia del rock empezó a tener llegada.

—Y el libro hizo su camino…

—Sí, no fue una gran producción ni marketing. Simplemente nos fue bien. Por ejemplo, nos llamaron de una de las cátedras de historia de la UNR porque lo querían usar como bibliografía. O un psicólogo de Chile porque tenía un proyecto de investigación que pretendía unir las escenas musicales de Santiago, Buenos Aires y Rosario por los movimientos estudiantiles durante época de dictadura. Claudio Cardone, tecladista de Spinetta, lo llevó de viaje a Córdoba y terminamos saliendo para el programa histórico de rock en esa ciudad que se emite por Radio Nacional. Empezaron a salir cosas muy raras de Buenos Aires. Nos contactó la editorial Disconario en la que trabajan textos de rock como biografías de rockeros, etc. y se agotó. Estamos trabajando en una reedición con algunas adaptaciones. Vamos a agregar material. Estás abarcando cincuenta años de historia en doscientas páginas y quedaron cosas afuera.

—¿A la par empezó la idea del Museo de Rock Rosario?

—Si, para organizarnos entre los amigos que estábamos investigando. Lo primero fue un blog, en el que hasta el día de hoy está el libro disponible para descargar, pero en sí no es muy participativo. Tenemos un montonazo de visitas pero para participar sabíamos que era mejor el Facebook. La del blog es la generación anterior. En quince días teníamos mil y pico de seguidores. Ahí empezaron a aparecer fotos y documentos que a lo mejor la persona que lo mandaba no tenía ni idea de dónde venía. Decían «Encontré esta foto, tocaba un tío mío. Y es el estudio de Canal 5 de los 60». Ahí preguntábamos si alguien sabía quiénes eran e íbamos siguiendo el rastro. Hoy tenemos un archivo genial. Más allá de lo que acumulamos, el espacio virtual no tiene límites (por el físico) y se dinamiza con el aporte de la gente.

—Entonces no existe requisito para quien quiera contribuir.

—No es lo mismo que el libro. Acá no tenemos problema: punk, rock, blues, rock sinfónico. Tuvimos la posibilidad de abrir mucho el abanico de géneros. Por ahí te escriben preguntando cuáles son los requisitos para contribuir. No hay. Lo único es que no sea del año pasado. Muy reciente no. Está bueno que sea documentado. Esperemos poder llevarlos a otro soporte. Estamos en un relevamiento de una Rosario que ya no existe. Bares, por ejemplo. Todos tenían algo para recordar a partir de una foto. Eran puntos de encuentro de tacheros, desocupados, rockeros, bohemios. Había una fauna rara, entre ellos, la gente del rock.

—A través de la música podes testimoniar un contexto histórico estudiando como los historiadores (entrevistas a descendientes, cartas, recortes, entre otros)…

—Sí. En la época del proceso (la última dictadura cívico-militar) los recitales se daban en lugares estratégicos: la sala de Sindicato Luz y Fuerza, al lado de la comisaría 2ª; y la Asociación Cristiana de Jóvenes, intervenida por la Side. Eran lugares controlados. Rosario estaba plagada de disquerías. Había dos o tres por barrio. También nos mandan imágenes de eso porque eran lugares de encuentro igual que los cines. Sobre todo cuando pasaban películas de rock. La idea es que la música y los protagonistas puedan recrear la escena. Por ejemplo, las figuras de la radio que bancaban al rock local como Poli Román, que fue una especie de Badía de Rosario. También estaba Chiquito Gómez, programa de jazz y pop. Y entrando en los 90, empieza la TL. Y ahí hay programas como El mañanero con Javier Acuña, Gerardo Lo Re y Marcelo Moguetta.

—¿Qué valor encontrás en este rescate?

—La nostalgia por sí misma no sirve de nada. Creo que es recuperar una historia en la que los protagonistas todavía están dando vueltas. Quizás ya no se dedican a la música pero estuvieron, fueron semilla para otros. Eran tipos que si bien escuchaban a los Beatles también querían ver rock acá y tenían a sus bandas locales. Creo que los pibes lo valoran. No me deja de sorprender y va más allá de los músicos. Están interesados por saber de dónde venimos. Estaban fascinados de conocer que había vida en Rosario antes de la Trova, que hasta antes de los Gatos hubo otras cosas.

—¿Cómo seguirá la idea de hacer, con todo lo aportado, un museo?

—Imagino el Museo de Rock Rosario como espacio físico, pero no estable sino itinerante. Hay coleccionistas que están dispuestos a prestar los materiales. La idea es sacar el segundo libro, organizar un evento (que toquen bandas de los 60, 70, 80), y con lo que tengamos lo moveremos por distintos lugares. Imaginate ir a zona sur, que tiene su mística particular –salieron muchos grupos y géneros que acá no se habían escuchado nunca–, y focalizar sobre lo que pasaba ahí.

—¿Creés que existe una identidad de la música rosarina?

—No. Creo que para afuera todavía se piensa como que la identidad es la Trova. Hay una escena, no una esencia. Le pregunté a la gente de la editorial de Buenos Aires por qué querían el libro. Y me respondieron que por un lado piensan que Rosario tiene cierta mística, que es relativa. Por otro lado, hace veinte años que se hace revisionismo de rock nacional. Se empezó a agotar la industria. Y Rosario tiene ese plus de la mística. Es marketing. Hay mucha avidez por consumir historia del rock pero en un punto se está empezando a agotar. Rosario es el reservorio porque no hay bibliografía. Cuando salió Generación... salieron un par más. Ojalá sea común que salgan dos o tres libros de rock rosarino por año.

Perlas

Hace poco un colaborador subió a la página de Museo Rock Rosario una foto de Lito Nebbia que con 15 años tocaba en una banda pero no eran los Wild Cats. Eran Los Sabres. El propio Nebbia comentó a través de su página oficial: “Esta foto es increíble. Ni mi vieja la tiene. Toqué solo ocho veces con esta banda”. Más abajo en la página es el propio Rodolfo García quien comenta una foto de un afiche que anunciaba el recital de Almendra en Newell´s de 1981: “Gracias por el recuerdo”, dice. En el mismo tiempo, y también registrado con afiches, la escena del rock se sacudió: mientras que los recitales no reunían a más de doscientas personas, Queen llenó la cancha de Central con show de luces y parlantes de primera.

Santa Fe en la misma

En la capital provincial también se gesta un proyecto hermanado al de Rébori. Se llama Comarca Beat y propone reunir en un documental audiovisual la historia de las bandas de rock desde 1965 hasta 1975 en esa ciudad. Al igual que Museo Rock Rosario quienes tengan información pueden aportarla ingresando a su web.

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