«Si yo no puedo decirle al intendente que arregle un bache, ¿para qué estoy?», se preguntó la concejala Fernanda Gigliani en el diálogo con El Ciudadano, en medio de un discurso que refleja preocupación frente a lo que considera un vaciamiento de poder en el cuerpo deliberativo local, en favor de un Ejecutivo cada vez más fuerte y omnipresente. «¿Para qué nos paga la gente? ¿para qué cobramos?», insistió la concejal, y se quejó: «Los concejales cada vez delegan más potestades que le son propias». Del intendente Pablo Javkin sigue diciendo que «es incapaz de resolver lo básico» y que ya «nadie cree que se le va a transformar su calidad de vida a partir de las decisiones que tome».
—A pocos meses del inicio del segundo mandato del intendente Javkin, ¿observás algún cambio en la gestión?
—Cambios en términos de objetivos de la gestión, no, no los veo. O en todo caso sigo viendo lo negativo que veía en la gestión anterior, una gestión que es incapaz de resolver lo básico. Creo que el termómetro más evidente de eso es que los rosarinos y las rosarinas bajaron notablemente sus expectativas en lo que la política desde el gobierno local puede resolver. Yo recorro los barrios y la gente ya ni siquiera te pide pavimento. La gente está pidiendo zanjeo, que es algo, se supone, básico y mínimo, que tiene que hacer un municipio en la deuda histórica que tiene con algunos barrios de Rosario, que todavía siguen teniendo drenajes a cielo abierto, es decir, la zanja.
Noto que hay algún anuncio esporádico de vez en cuando, pero yo creo que no le cambia tampoco la mirada a la población. Nadie cree que se le va a transformar su calidad de vida a partir de las decisiones que tome el intendente, lo cual entiendo que, traspolándolo, es preocupante. Primero porque hay un mini paso de esa sensación al “que se vayan todos”. Si la política no logra resolver ni siquiera lo mínimo, entonces la gente va a empezar a preguntarse para qué voto un intendente. Lo único que hace Javkin es quejarse, lo único que hace es responsabilizar a los otros niveles del Estado y aquello que le compete tampoco lo resuelve. Entonces yo creo que vamos hacia la profundización del descreimiento que gran parte de la sociedad tiene de la política.
—¿Desde el Concejo qué se puede hacer en ese sentido?
—Yo vengo bastante descreída, por lo menos de la institución Concejo. Y vengo dando discusiones hacia adentro, donde la sensación es que los concejales cada vez delegan más potestades que nos son propias por la Ley Orgánica de municipios. Ya no definimos tarifa de colectivos. Cada proyecto que nosotros planteamos ahora lo plantean en términos de factibilidad. Nosotros ya no le podemos encomendar nada al intendente, sino que todo amerita un estudio de factibilidad.
—¿Por ejemplo?
—Una obra, una pequeña obra, te la plantean en términos de factibilidad. Un cambio de luminaria a luz LED, por ejemplo, es factibilidad.
—¿Qué implica la factibilidad?
—Que un área técnica estudie si es posible técnica y económicamente. Entonces se frena absolutamente todo. O por lo menos es una ficción decirle al vecino que le votamos su solicitud, porque además nunca contestan las factibilidades, con lo cual caen en el saco roto de “no se va a hacer nunca”. Por ejemplo, un caso testigo que discutí en el recinto: hubo un joven, un niño, que dentro de un club practicaba fútbol, que por estar todo el alambrado oxidado y salido sufrió daños y tuvo que ser atendido de urgencia. ¿Es necesario que yo como concejala le pida a Javkin que estudie la factibilidad técnica y económica para que arregle un playón, que es municipal? Hasta me da vergüenza contarlo, porque digo bueno, ¿qué pensará la ciudadanía? ¿Para qué están los concejales? ¿Para qué estamos?
Y encima todo se da en un contexto donde el actual intendente tiene mayoría automática, con lo cual hay un montón de discusiones, que si esa mayoría automática no está de acuerdo en darlas, ni siquiera se dan. Es decir, se sigue vaciando de contenido a la institución Concejo Municipal. Yo que ingresé en diciembre del 2011, que pase por varias composiciones, fui viendo ese proceso de degradación.
—Es muy duro lo que decís.
—Re duro, sí, re duro, y son de las cosas que por ahí el resto no quiere que yo las diga, pero las digo en el recinto y trato de decirlo en las comisiones, porque quiero poner en crisis esto. Si no, ¿para qué nos paga la gente? ¿para qué cobramos? ¿para qué somos privilegiados de que la sociedad nos ponga en una institución tan importante como el Concejo Municipal? Nos votaron para que seamos contralor de los actos del Ejecutivo, pero además para que podamos generar normativa que le modifique su calidad de vida. Entonces, si no somos capaces de hacer eso, que es lo básico, ¿para qué estamos? Es la pregunta que se haría cualquier ciudadano.
—¿Cuándo empezó esta mecánica que vos describís?
—Fue una política que empezó justamente cuando yo ingresé al Consejo Municipal, en el 2011, pero que se aplicaba más a obras de gran envergadura, donde claramente el concejal, por una cuestión de responsabilidad, en un ejercicio presupuestario vigente, no le podía pedir al intendente que haga determinadas cosas. Entonces se empezó a hacer, y ahí empezamos a admitir que se estudie técnica y presupuestariamente la ejecución de una obra. Pero hoy la factibilidad va para un bache, va para una cuadra de pavimentación, está estandarizado.
Y de hecho el proyecto pasa también por la Comisión de Presupuesto, que es la que agrega la factibilidad. Y entonces uno se preguntaría ¿para qué está la comisión de presupuesto? Si todos los expedientes van a pasar a factibilidad, ¿qué evalúa la Comisión de Presupuesto? ¿Qué analiza la Comisión de Presupuesto?
Pero si yo que soy concejal no puedo pedirle al intendente que arregle un bache, que puede causar un siniestro vial grave, ¿para qué estoy? Que es un poco la pregunta que me hago, te diría, cotidianamente.
—En ese marco, me imagino que habrá grieta por donde se puede filtrar tu esperanza de modificar alguna realidad, ¿o no?
—Si, como hay muchos concejales nuevos, trato de trasladar mi experiencia. Primero porque yo me formé con el Tigre Cavallero y siempre me hizo sentir mucho sentido de responsabilidad, en el lugar que ocupaba. Y entré con 29 años recién cumplidos y ya tengo 41. Tengo esa sensación de responsabilidad del lugar que ocupo. Entonces, primero trato de plantearle permanentemente que la historia no arranca cuando uno entra al Concejo. El Concejo es una institución que tiene una continuidad. Entonces yo a veces me río, pero veo que hay concejales que ni siquiera ven qué es lo que ya fue presentado, qué es lo que ya fue discutido. Entonces parece que la historia arranca cuando cada uno asume como concejal y hasta te diría que hasta hay falta de honestidad intelectual. Es decir, si no se te ocurrió, si ya se le ocurrió a otro antes y viene dando ese debate, bueno, tratar de dar el debate, pero no plantees como que estás planteando algo nuevo cuando sabemos todos que no lo es.
—¿Vos sentís que el Ejecutivo empieza a aplastar las funciones típicas esta división de poderes?
—Sí. Y encima el voto popular también les dio una mayoría automática que, te insisto, desde lo político implica que la agenda de alguna manera la termina imponiendo esa mayoría automática. Es decir que lo que esa mayoría automática no está de acuerdo, bueno, no se discute. Directamente ni se discute.
—En ese panorama, ¿hay algún tema en el Concejo que pueda generar algo de entusiasmo en la población?
—Yo creo que nada de gran envergadura y lo saben los trabajadores de prensa y las trabajadoras de prensa que les toca cubrir el Concejo. Antes era un honor para un trabajador y trabajadora de prensa a cubrir Concejo. Hoy muchos lo sienten como un castigo. Es decir si te mandan a cubrir Concejo Municipal hasta lo pueden llegar a sentir como un castigo, porque pareciera que no pasa nada. Y pasan cosas, y se presentan cosas, pero bueno el tema es que el debate público muchas veces se da en el recinto, en la sesión, cuando las cosas efectivamente se aprueban. Y si las discusiones no llegan al recinto… bueno, a veces ni llegan a comisión, ni siquiera se discuten en el ámbito de las comisiones.
—¿Cómo estás viendo a la oposición, en sus distintos grupos?
—Yo creo que tenemos un desafío que es aunar fuerzas, en un escenario donde vos tenés una mayoría automática del oficialismo, que la oposición siga de alguna manera desmembrada o trabajando cada uno por la suya, o con algún sesgo de mezquindad, yo lo lamento profundamente porque nos sigue colocando en una situación de extrema debilidad. Es decir, cuando como posición, y lo digo con la experiencia de haber pasado por distintas composiciones y con perfiles desde la oposición muy distintos, donde capaz que no coincidís en algunas cosas muy importantes, pero si puedes ponerte de acuerdo por lo menos como para ejercer presión en algunos temas claves para los rosarinos, bueno, muy pocas veces se da eso, lo estoy viendo muy poco y me preocupa.
—¿Por qué no se da? ¿Cuál es la actitud mezquina? ¿Qué es lo que está pasando?
—Yo creo que escuchar a algunos decir que trabajan con los mejores sectores del campo nacional y popular, dejando afuera actores que históricamente fueron importantes dentro del campo nacional y popular, desde el vamos ya habla de un sentido de mezquindad muy grande, en términos políticos. Me parece que es una pérdida de oportunidad enorme, porque esto no se resuelve dos meses antes de una elección. Si el campo nacional y popular, lo que llamamos el campo nacional y popular, quiere ganar la intendencia de la ciudad de Rosario, es necesario eliminar las mezquindades, los sectarismos, ser capaces de poder ver en los demás sus valores, sus capacidades, lo que el otro tiene para aportar, lo que el otro pudo construir a lo largo de su historia. Y yo eso no lo estoy viendo.
—¿Cómo analizás el impacto del ajuste que está haciendo el gobierno nacional y el impacto que eso puede tener en Rosario?
—Yo sé que siempre desde la dirigencia o desde quienes ocupamos espacio de responsabilidad se esperan discursos esperanzadores. Y a mí me cuesta ver la luz al final del túnel en un gobierno como el de Milei. Nada de lo que plantean, y cuando digo nada es nada, ninguna de las políticas que se están llevando adelante pueden mejorarle la calidad de vida a la gente, pueden pensar en un presente digno y en un futuro promisorio como para que cada argentino y argentina puedan llevar adelante sus deseos, sus aspiraciones, sus proyectos de vida. Yo no veo nada positivo en todo esto y cuando lo bajamos a la ciudad de Rosario, vemos que Rosario ya vivió un 2001. Y yo creo que esto es el 2001 recargado, en términos de políticas, entonces el destino final entiendo que es el mismo.
Lo que nos está pasando hoy es un fenómeno muy particular que habría que analizarlo sociológicamente. De cómo frente a lo que estamos viviendo, que es muy dañino, todavía hay una sociedad bastante adormecida. Es decir, hay una sociedad bastante complaciente con el actor gobierno nacional. Pero yo creo que a la larga o a la corta sectores que acompañaron con su voto a Milei con toda legitimidad, van a reaccionar. Y en un contexto de una ciudad que no es la Rosario del 2001, es una Rosario donde hubo avance del narcotráfico, donde se han profundizado las desigualdades y donde tenemos una proliferación de armas que es inédita. Entonces, en ese contexto es en el que las políticas de Milei en algún momento van a detonar, porque impactan negativamente en la vida de la gente. Es así, no le veo más vuelta que esa.