Najla Buden ya se garantizó un lugar en los libros de Historia como la primera jefa de Gobierno de Túnez y del mundo árabe, aunque ahora deberá superar con su gobierno recién formado el contexto adverso en el que fue designada por el presidente Kais Saied: apenas dos meses después de que el mandatario destituyera a su antecesor, suspendiera la Asamblea de Representantes del Pueblo y asumiera plenos poderes, lo que la oposición calificó como un golpe de Estado.
Pese a que Buden ha desarrollado una carrera en la esfera política desde hace una década, su bajo perfil la mantuvo en el anonimato para gran parte población. Sin embargo, esto cambió radicalmente la semana pasada.
Un desembarco en una coyuntura político-social crítica
De formación científica, doctora en geología y con un posdoctorado en Ingeniería Sísmica, Buden, de 63 años, se desempeñaba como directora de Promesa, una iniciativa gubernamental que apuntaba a modernizar el sistema educativo tunecino, y como profesora en la Universidad El Manar, cuando fue llamada para ocupar la Jefatura de Gobierno.
En 2011, tras la Primavera Árabe que forzó la caída del dictador Zine El Abidine Ben Ali y el inicio de una transición democrática, la académica, criada en la ciudad de Kairouan, fue nombrada directora de Calidad del Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica y desde entonces ocupó varios cargos en esa cartera.
La coyuntura político-social que acompaña su llegada al poder es crítica y su designación por parte de un mandatario denunciado por la oposición de orquestar un golpe político tomó a muchos por sorpresa.
Una cara fresca en el medio de una tormenta
El 25 de junio pasado, en un contexto de fuerte descontento popular por la gestión de la crisis social y del coronavirus y una profunda crisis política que paraliza al país desde hace meses, Saied removió al entonces jefe de Gobierno, Hichem Mechichi, quien había asumido en septiembre de 2020. Saied se había negado a jurar al gabinete propuesto por Mechichi porque consideraba que algunos de los ministros debían ser investigados por corrupción primero. El mismo día que removió al premier, el presidente también suspendió la Asamblea de Representantes del Pueblo (ARP), el Poder Legislativo.
Apenas dos meses después, Saied volvió a sacudir al país con una batería de decisiones: nombró a Buden, anunció la suspensión casi total de la Constitución de 2014 y fusionó temporalmente los poderes Legislativo y Ejecutivo, lo que fue rechazado en reiteradas manifestaciones por miles de tunecinos.
Ahora Saied puede gobernar por decretos, lo que deja a Buden, una académica que intenta ser la cara fresca del Gobierno en medio de la tormenta, con poderes limitados.
“Monstruos” y “Aves de rapiña”
Pese a la atomización del pleno y de la cintura política que el difícil momento requiere, el mandatario volvió a elegir un premier independiente de todos los partidos con representación parlamentaria, y en el caso de Buden, además, prácticamente desconocida.
Los dos bloques parlamentarios opositores, Ennahda y Qalb Tounes, que suman 92 escaños de 217, acusaron al mandatario de designar a Bouden “sin respetar las normas constitucionales”. El pleno se completa con el Bloque Democrático, con 41 bancas y que se declaró orgulloso de la designación, y de otras seis bancadas menores que todas juntas suman 76 legisladores.
Tras una semana de conversaciones, se conoció un decreto con el nombramiento del nuevo gobierno, integrado por 23 miembros que, además de Buden, está integrado por 21 ministros y una secretaria de Estado; en total, ocho carteras son dirigidas por mujeres: Justicia; Finanzas; Comercio; Cultura; Medio Ambiente; Mujer, la Infancia y la Tercera Edad; de Equipamiento y Vivienda; y la secretaría de Estado, de Exteriores.
Entre las principales metas del nuevo Gobierno están “restaurar la confianza del ciudadano en el Estado tunecino y de los países extranjeros en el país” y “luchar contra la corrupción para devolver la esperanza de un futuro mejor a los tunecinos”, enfatizó Buden en la ceremonia de jura. Estos objetivos van en línea con los expresados por Saied durante una reunión con la premier a fin de septiembre, cuando afirmó: “Trabajaremos juntos en el futuro cercano, armados con la determinación estable y constante de combatir la corrupción y el estado de caos que se ha presenciado en todo el país en varias instituciones gubernamentales”.
Su postura es clara: en un video de ese encuentro, difundido en el Twitter de Presidencia y recogido por el medio Middle East Monitor, se lo escucha a Saied describir a la élite política como “monstruos” y “aves de rapiña”.
“Gesto simbólico hacia las mujeres”
Una segunda lectura insinúa que con el nombramiento de Buden, el presidente busca distraer las miradas de las medidas que ha tomado desde el 25 de julio. La doctora en geología no solo es la primera mujer en el poder, sino que además es la octava jefa de gobierno desde la Primavera Árabe y la tercera bajo el mandato de Said, en el poder desde octubre de 2019.
Además, si bien Túnez es reconocido por estar a la vanguardia de los derechos de las mujeres en el mundo árabe, un informe del Foro Económico Mundial sobre la desigualdad de género en 153 países entre 2006 y 2020, establece que en términos generales cayó del puesto 90 al 124; también pasó del 97 al 142 en materia de participación económica y oportunidades laborales, del 76 al 106 en educación y del 53 al 67 en participación política. Actualmente, 57 de los 217 bancas de la asamblea están ocupadas por mujeres, según la organización internacional Unión Interparlamentaria.
Para la presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas, Neila Zoghlami, el nombramiento de Buden fue una buena noticia porque responde a una demanda de la organización para garantizar la paridad en las instituciones y también puede ser clave para una mayor representación femenina.
“Los tunecinos recibieron con entusiasmo este gesto simbólico hacia las mujeres. El presidente Said sigue gozando de un fuerte apoyo popular. Pero las expectativas de los tunecinos también son muy altas. ¿Y serán estos fuertes símbolos suficientes para avanzar en la recuperación económica y en la cuestión de la justicia social? Obviamente no”, declaró Hela Yousfi, profesora de la Universidad de París Dauphine-PSL.
En la última década, Túnez tuvo un crecimiento económico promedio del 0,6% anual y una inflación del 6%, cifras que se agravaron desde la pandemia. El desempleo aumentó del 15% al 18% y una quinta parte de los 12 millones de habitantes es ahora considerada pobre o vulnerable.
Además, Saied tiene menos de dos meses para definir cómo devolverá los préstamos extranjeros por unos 5.200 millones de dólares que asumió para saldar el déficit fiscal proyectado para este año.