De las 22 defensas del título mundial, Omar Andrés Narváez sabía que la de anteanoche en el Luna Park ante el mexicano Felipe Orucuta se presentaba como una de las más difíciles. Con 11 años de campeón absoluto, absorbiendo 16 defensas de la corona mosca y 6 de la supermosca, el Huracán afrontaba una prueba muy severa. Prueba que se dividía en dos: primero superar en lo deportivo a un boxeador aguerrido, noqueador, 11 centímetros más alto, 10 años más joven y motivado por una primera chance mundialista; y segundo pelear contra el negocio que tiró todo su peso en favor del mexicano. La historia previa a la pelea avala lo dicho. El fantasma y el miedo de decisiones parciales por parte de las autoridades estaban instalados.
Finalmente, Omar Narváez, en dura pelea, retuvo la corona supermosca OMB en un fallo dividido de los jurados. No obstante, los fantasmas dejaron su sello de presencia. Un árbitro, Samuel Viruet, permisivo a todas las infracciones de Orucuta, no haciendo caso a los reclamos argentinos, se limitó a apercibir 8 veces al desafiante por sus golpes bajos y codos buscando lastimar. Un jurado, el norteamericano William Lerch, quien falló 118 a 110 en favor de Orucuta. Una locura, un disparate, que sólo amerita recibir una sanción de la OMB y mandarlo nuevamente a un curso de capacitación.
Dicen desde hace siglos: “Las brujas y los fantasmas no existe, pero que los hay, los hay”. Y vale analizar: cuando Narváez firmó contrato para realizar su séptima defensa en el Luna Park el rival era el mexicano Daniel Rosas. El argentino y su equipo se prepararon para enfrentarlo, pero un mes antes del choque el boxeador y su mánager se enteraron por los medios que le habían cambiado el rival. Rosas se había “lesionado” y su reemplazante fue Felipe Orucuta, a quien entre luces y sombras lo ubicaron número uno del ranking.
Es decir, convirtieron la defensa del campeón en mandataria. Un colega mexicano le aseguró a El Hincha que Rosas no estaba lesionado y que estaba participando de un programa televisivo. Confuso, raro, opaco… poco serio de parte de la OMB.
Narváez, pese a todos sus pergaminos boxísticos impecables, no rinde los frutos necesarios que desean las cadenas televisivas de México y Estados Unidos. El negocio le bajó el pulgar. La OMB, presidida por Paco Valcarcel, presente anteanoche en el Luna Park, tiene una excelente relación con Zanfer, empresa organizadora de eventos boxísticos internacionales en Latinoamérica. Precisamente su propietario, Fernando
Beltrán, es quien trajo a la Argentina a Felipe Orucuta y a la hora de cambiar el boxeador no encontró reparos en la entidad rectora. Para darle más color a esta historia, el sábado Jorge Molina, argentino y presidente de la OMB latina, fue reemplazado para actuar como supervisor general por el boricua Rolando Marcos Hermoso. Historia como ésta trae el recuerdo cuando en 2003 y también con la OMB como protagonista, el Artillero Velazco, flamante campeón mundial mediano, iba a defender la corona ante el alemán Bert Schen, de 35 años y en la puerta del retiro; pero al llegar a Alemania se encontró con que su rival estaba lesionado y fue reemplazado por el temido Felix Sturm. ¿Qué pasó? Velazco perdió el título…
En este clima y a punto de recibir los 38 años, Narváez salió a pelear ante un Luna Park repleto. Para el campeón no era novedad enfrentar a un hombre más alto y con mayor alcance de brazos. Su estrategia fue la de siempre, la que lo caracterizó en todas sus peleas: dos rounds de estudio y análisis, dejar hacer a su rival, medirlo y luego imponer su velocidad, movilidad y contragolpe. Felipe Orucuta demostró desde el vamos que no estaba de paseo.
Fuerte, de manos picantes, agresivo, buscó cerrarle los caminos a Narváez con un despliegue físico admirable. En algún momento la pelea fue franca con cambios de golpes. Pero un corte sobre el arco superciliar derecho comenzó a molestar al mexicano y su intensidad ofensiva fue disminuyendo. A partir del sexto capítulo Narváez consiguió envolverlo en su estrategia de pelea. Los golpes del retador comenzaron a quedar colgados en el aire y sus piernas fuera de distancia. Los pasos laterales de Narváez fueron un problema sin solución para Orucuta, quien empezó a exhibir síntomas de desorientación.
Se sucedieron cruces en corta y media distancia, donde Narváez salió bien parado. Los dos últimos rounds fueron intensos, ásperos. Mejoró Orucuta. Se defendió Narváez. La campana final encontró a los dos hombres en pleno intercambio de golpes. Final. Brazos en alto de los dos. Sin dudas, el ataque intenso del mexicano, tirando manos continuas, la mayoría sin efecto positivo, no pudieron superar la calidad expuesta por Narváez, quien con menos golpes por round, a veces con escasa potencia pero llegada efectiva, demostró ser un claro ganador. Y eso lo refleja la tarjeta final de El Hincha, que vio ganador al argentino por 116-112.