En pleno conflicto entre Rusia y Ucrania, Natalia Oreiro rompió el silencio en sus redes sociales y emitió su opinión. «Queremos paz», escribió la actriz uruguaya, que en 2021 recibió la ciudadanía rusa, junto a un dibujo en el que se ve a dos personas -una con la bandera ucraniana y otra, con la rusa- tratando de alcanzar dos palomas blancas, uno de los símbolos de la paz.
Cabe señalar que desde que inició la invasión en Kiev, el nombre de la cantante y actriz se convirtió en tendencia en las redes sociales por la influencia que tiene en los jóvenes de ambos países. De la mano de su protagónico en Muñeca Brava, a fines de la década de 1999, Oreiro desató un furor inimaginado en Europa del Este, comparable con el fenómeno generado por Lolita Torres décadas atrás.
A más de 16 mil kilómetros del lugar en el que nació, hace veinte años que es venerada como una diosa, no solo por su carisma y su belleza, sino porque la fuerza que caracterizaba a «La Cholito», su personaje, hicieron que automáticamente los rusos la adoptaran como una figura local. «Creo que tiene que ver con que en el momento que me conocieron, muchas chicas y muchos chicos estaban buscando un referente rebelde, contestatario, que saliera a pelearla, que buscara su ideología», cuenta la actriz en Nasha Natasha, el documental de Netflix que retrata su vínculo con Rusia, principalmente.
Y agrega: «En ese momento, las heroínas de televisión eran chicas más sumisas y mi personaje de Muñeca Brava era todo lo contrario. Sí, claro que sufría como sufrimos todos, pero era una chica que daba pelea, que se disfrazaba de varón, que jugaba al fútbol, algo que era visto como poco femenino. Y todo ese prejuicio machista que existía y sigue existiendo, mi personaje lo derribaba».
Desde entonces, la uruguaya forjó un vínculo estrecho con su público y hace más de dos décadas que lleva su shows a Europa del Este, pero también se ha involucrado en temas sociales. Sin ir más lejos, en plena persecución al colectivo LGTBIQ+, lució un atuendo con la bandera del orgullo para marcar su posición frente al gobierno de Vladimir Putin. Pero también ha mostrado una cercanía en los últimos meses, luego de recibir su nuevo pasaporte.
La artista había asegurado que solo le faltaba el pasaporte porque no existía «extranjera más rusa» que ella y finalmente su deseo fue cumplido en noviembre pasado. La intérprete fue recibida por el embajador Dmitry Feoktístov, junto a su compañero el músico Ricardo Mollo y su hijo, Merlín Atahualpa, de 9 años. Luego de firmar los documentos, leyó su compromiso con la ciudadanía en español y ruso (cuya dicción fue elogiada por el funcionario), recibió formalmente los pasaportes y el texto de la Constitución.
«Esto significa un puente cultural con el Río de la Plata», enfatizó la actriz tras el gesto impulsado por el presidente Vladimir Putin. Y agregó: «Siento que es un acto enorme de amor de ellos hacia mí, y de mí hacia ellos también, un acto de amor que lleva más de 20 años«. Además, en pleno debate sobre el origen de las vacunas contra el Covid-19, fue una de las primeras famosas en salir a alentar a su público a confiar en la efectividad de la Sputnik V.