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Néstor García: «La transformación de ese hombre que sostiene el patriarcado es transgeneracional»

El padre de Micaela, la joven asesinada en 2017 en Gualeguay, advirtió sobre la "banalización mediática" de la ley homónima y aseguró que cada vez hay más hombres participando como capacitadores en la concientización y prevención de la violencia de género

*Por Gabriel Sánchez Sorondo/Télam

Néstor García, el padre de Micaela, la joven asesinada en 2017 en Gualeguay, advirtió sobre la «banalización mediática» de la ley homónima; sostuvo que la «transformación» de los varones que sostienen el patriarcado será «transgeneracional», con la activa participación de «hijas y nietas»; y aseguró que cada vez hay más hombres participando como capacitadores en la concientización y prevención de la violencia de género, tal como ordena esa norma a todas las personas que trabajan en los tres Poderes del Estado.

En diálogo con Télam, García señaló que con su esposa decidieron dedicar sus vidas «a tratar de construir la sociedad que Mica soñaba» con la Fundación que lleva el nombre de la víctima de femicidio, perpetrado por Sebastián Wagner, quien había sido condenado tiempo antes por dos ataques sexuales y liberado por el juez Carlos Rossi tras cumplir seis años de una condena de nueve.

Cuando fue asesinada, Micaela tenía apenas 21 años, militaba en los movimientos Evita y Ni Una Menos, además de estudiar Educación Física. Había desaparecido el 1 de abril de 2017 tras salir de un boliche en
Gualeguay, Entre Ríos. Una semana después, fue hallado su cuerpo.

Su caso, que conmocionó a la opinión pública, propició el debate y sanción de la Ley Micaela, la cual estableció la capacitación obligatoria en género y violencia de género en todo el personal estatal. Más de 100 mil personas fueron capacitadas desde entonces.

En paralelo, el trabajo de la Fundación Micaela, con sus padres a la cabeza, sembró en la sociedad argentina una nueva cosmovisión, además de una práctica concreta, cotidiana, enmarcada en la misma problemática.

«El objetivo de la Ley Micaela no es ratificar conocimiento sobre aquel que ya lo tiene, sino lograr que quienes no creen en esto empiecen a poner en riesgo sus certezas. Tenemos que iniciar un proceso de transformación; que tal vez vaya a ser transgeneracional, reflexionó García.

—Télam: ¿Cómo fueron los orígenes de la Fundación?

—Néstor García: A una semana de la desaparición de nuestra hija, pese a todo, nosotros estábamos agradecidos –con la Policía, la Fiscalía y la gente– por lo que se había hecho en materia de investigación. Por eso, cuando nos dieron la peor noticia, quisimos hablar para bajar el lógico contexto de indignación que había en Gualeguay. Ofrecimos esa conferencia de prensa en la cual expliqué que, si bien nuestra vida ya no iba a ser la misma, íbamos a dedicarla a construir la sociedad que Mica soñaba. Andrea, su madre y mi esposa, dijo algo parecido, y ese fue el inicio de la Fundación.

—En el transcurso se aprobó la Ley Nº 27499, que lleva el nombre de su hija.

—Claro. Esa fue la instancia en que nos terminamos de ordenar. El área de género se subdividió en dos: capacitación y género propiamente dicha, que quedó destinada a resolver situaciones de violencia concreta y actividades reparatorias, como cuestiones de independencia económica de las mujeres, que era algo que Micaela había iniciado y estaba en su esencia; la ley Micaela resume los sueños que ella tenía de un mundo mejor; una sociedad igualitaria y que garantice derechos…

—¿Cómo evaluaron ustedes el impacto de la ley en la opinión pública?

—Los medios la contaron mal, la simplificaron. Nos dimos cuenta de que teníamos que explicarla mejor. Pero mientras yo empecé a ir a los canales y dar entrevistas, mi esposa, Andrea, que no se sentía cómoda con ese rol, pasó a dedicarse más a la Fundación, a contactarse con personas y organizaciones que trabajaban en situaciones de violencia de género, a tomar nota y agendar. Al ver que en nuestro caso hubo juicio y condena, la gente empezó a llamar. Nos consultaban qué hacer y nosotros, a partir de esa red de contactos –que hoy cuenta con casi 400 personas y unas cincuenta organizaciones– hacíamos el puente para vincular a las víctimas con abogadas, asistentes sociales, psicólogas.

Así empezamos a resolver casos de situaciones de violencia reales en distintos puntos del país y, al asumir el actual Gobierno, desde el Ministerio de Justicia vieron lo que estábamos haciendo y nos invitaron a trabajar de modo articulado. A su vez, desde la Procuraduría General de la Nación, un conjunto de personas nos formamos para dar cursos de capacitación de promotoras territoriales en políticas de género.

—En la actualidad, ¿percibe un apoyo efectivo a la ley por parte de los medios?

—Suele ser complicado. Para algunos medios el tema no es prioritario. Y si lo mencionan, el error que cometen es la banalización, van a lo anecdótico. Yo rescato que en parte se sienten obligados a hablar
de la temática. El problema es que no saben cómo ni tan siquiera por qué lo hacen.

—El año pasado, la editorial del Congreso Nacional publicó la ley Micaela, desplegada mediante un libro en un formato didáctico, accesible a lecturas primerizas. ¿Esa es la línea a seguir?

—Desde luego. Y de ese libro en particular, a mí me gusta mucho el pasaje que habla de la transversalidad necesaria que debe tener esta ley, que debe ir mucho más allá del Ministerio de las Mujeres, Géneros y
Diversidad y nada más, tiene que expandir al máximo su alcance.

—¿Qué tan avanzada ve hoy la noción colectiva de lo que implica la Ley?

—Veo que esa noción se está dando, pero todavía en una escala chica. Vengo de una reunión con talleristas que se incorporaron a nivel nacional para ampliar la escala de capacitación. A las personas que participaron de la capacitación que manda la ley, las invitamos a capacitarse para dictar los talleres, y se empiezan incluso a incorporar varones que quieren comprometerse a que la situación cambie.

—¿En su experiencia personal se reconoció alguna vez ejerciendo algún tipo de violencia de género?

—Todos los días. Hay algo que nosotros señalamos en los talleres: cuando se habla de violencia, casi todos la refieren como algo lejano y ajeno. Yo entonces pregunto a los participantes: «¿Ninguno de los que está
acá ejerció violencia esta semana? ¿seguro?. Yo sí ejercí violencia». La transformación en la gente de mi edad nos puede llevar toda la vida. Esto va a cambiar efectivamente en una generación o dos. Hay que ayudar al varón a transitar este proceso. Hacer el análisis es un paso adelante si va acompañado de reconocer el error y pedir ayuda. Sobre todo, porque la violencia es con enorme frecuencia simbólica y tiene que ver con estereotipos que pueden estar invisibilizados, pero habitan lo cotidiano.

—¿Cómo evaluaría los efectos concretos de la Ley en nuestro país y las perspectivas a mediano y largo plazo?

—El objetivo de la Ley Micaela no es ratificar conocimiento sobre aquel que ya lo tiene, sino lograr que quienes no creen en esto empiecen a poner en riesgo sus certezas. Tenemos que iniciar un proceso de
transformación; que tal vez vaya a ser transgeneracional. Quizás se dé plenamente gracias a su hija, o a su nieta, en una conversación de sobremesa. En 5 o 10 años no vamos a cambiar un patriarcado que tiene entre 5000 y 8000 años, pero el ser humano tiene entre 300.000 y 400.000 años. ¿Cómo se vivía en ese tramo previo? Eso también deberíamos preguntárnoslo.

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