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Netanyahu va de punta en varios frentes contra Irán

El problema global de Irán: la primera escala, crucial, será en marzo, y la fecha límite, el 1º de julio. Desde ahora y hasta entonces, el mundo puede cambiar mucho, y no necesariamente para bien.

El problema global de Irán: la primera escala, crucial, será en marzo, y la fecha límite, el 1º de julio. Desde ahora y hasta entonces, el mundo puede cambiar mucho, y no necesariamente para bien.

Para entonces, el grupo 5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) debe lograr un acuerdo de principios y uno final, respectivamente, con Irán para zanjar la controversia por un plan nuclear ampliamente sospechado de tener fines militares. El programa que Israel siente como una “amenaza existencial”.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no se opone sólo al plan atómico iraní, sino también a las negociaciones, asunto que abrió un abismo, uno de los más hondos que se recuerden en mucho tiempo, con los Estados Unidos, su vital aliado.

Los plazos en la diplomacia internacional suelen ser elásticos y, de hecho, lo han sido en este caso, con tratativas que comenzaron hace más de un año y medio y que ya fueron prorrogadas dos veces. Ocurre que es difícil conciliar el viejo sueño persa de dominar el ciclo atómico, que data del tiempo de los sha, con las garantías de seguridad que plantean Israel, las monarquías petroleras sunnitas de la Península Arábiga, el Irak residual no chiíta y, por supuesto, las potencias occidentales. Pero no menos complejo es afrontar las consecuencias de asumir que tal conciliación es imposible.

Boicot a las negociaciones

Netanyahu no oculta su deseo de torpedear las negociaciones y para él cualquier acuerdo posible sería un desastre para Israel. Para ello, desplegó una ofensiva en varios frentes –diplomático, militar y de inteligencia–, que es el trasfondo de buena parte de los hechos que más agitan hoy la escena internacional.

Así, su aceptación de una invitación de los líderes republicanos del Congreso estadounidense para hablar allí el 3 de marzo de la amenaza iraní es una apuesta fuerte.

Desafía de este modo, así como a través de la movilización de la Aipac –el poderoso lobby proisraelí de Washington–, a Barack Obama y se alía con los republicanos opuestos a éste, que son mayoría en las dos cámaras del Capitolio.

El demócrata dijo que no lo recibirá en cumplimiento de la tradición de no darle una foto políticamente explotable a ningún dirigente que afronte elecciones en un breve plazo. Que en Israel se vote dos semanas después es un excelente argumento. Tanto como el fondo de que lo último que desea Obama es influir en la elección israelí… a favor de su enemigo íntimo.

“Obama está decidido a seguir dialogando y sólo una prueba muy contundente contra Irán en algo fuertemente problemático podría generar la presión suficiente para hacerlo cambiar de idea. Esa presión debería venir desde dentro de Estados Unidos, desde el Congreso, por ejemplo”, le dijo a Ámbito Financiero desde Jerusalén Elías Levy Benarroch, analista político y corresponsal de la agencia EFE. Esto es, ni más ni menos, que lo que busca Netanyahu.

Provocaciones militares

Mientras se esfuerza por desprestigiar a Irán más de lo que ese régimen ya se ha ganado, el premier israelí también moviliza el frente militar. El ataque del pasado domingo 18 contra una posición de la milicia libanesa Hezbolá en Siria provocó un enorme revuelo en Israel. En el golpe murieron seis milicianos, entre ellos Yihad Mugnieh –hijo de Imad, ex jefe del ala militar del grupo chiíta abatido seis años atrás– y un general de los Guardianes de la Revolución, el cuerpo de élite del régimen iraní. Para muchos analistas, el blanco –de importancia estratégica discutible– no valía el elevado riesgo de llevar a un posible conflicto armado al gigante persa.

El miércoles pasado, Hezbolá respondió con un ataque a una patrulla israelí que dejó dos soldados muertos y derivó en una refriega en la que también murió, al parecer bajo fuego israelí, un casco azul español.

La noticia la semana pasada fue que Hezbolá se dio por satisfecho y que no desea una escalada. Su mentor, Irán, al parecer no mordió el anzuelo de Netanyahu.

Esa represalia “estaba cantada desde el inicio, lo mismo, creo, que el hecho de que Irán también se tome su revancha por su comandante muerto, aunque quizá lo evite mientras negocia con Estados Unidos”, agregó Levy Benarroch.

Cabe una digresión en este punto: siempre que se habla de Irán y de Hezbolá hay que recordar que son el país organizador y el brazo ejecutor del atentado a la Amia de 1994, según las conclusiones del recientemente fallecido fiscal Alberto Nisman.

Frente interno complicado

Tampoco Netanyahu la tiene fácil en su frente interno. Hace dos semanas, el director del Mossad (servicio de inteligencia exterior de Israel), Tamir Pardo, debió salir a aclarar que no hizo lobby en el Congreso de Estados Unidos en contra de la imposición de nuevas sanciones a Teherán. Hace cuatro días, un antecesor suyo, Meir Dagan, había acusado al premier conservador de haber desarrollado una “psicosis” iraní.

“No es ni el primero, ni el segundo, ni el tercer jefe del Mossad que se opone a Netanyahu en este tema. Nadie en el país está a favor de atacar Irán”, agregó Levy Benarroch, buen conocedor de los entresijos de la política israelí. Se descuenta que tal guerra posible, aun sin que Teherán tenga armas nucleares, costaría miles de vidas a ambos enemigos y desquiciaría la economía mundial.

Un trasfondo, como se ve, útil para entender las agitaciones internacionales que se ven hoy y las que se vienen.

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