En los últimos años han comenzado a desarrollarse con mayor fluidez conceptos científicos relacionados con lo que se denomina neurociencias. Estos procesos estudian el funcionamiento del sistema nervioso central y las formas en que los diferentes componentes del cerebro actúan en la conducta humana.
Estas ciencias aplicadas al estudio del cerebro deben su exponencial desarrollo al impulso de las llamadas TICs, las nuevas tecnologías de la información y comunicaciones, que en las últimas décadas han puesto a disposición de todas las disciplinas elementos de medición y comprobación que permiten la obtención de datos más precisos.
En este marco, los conceptos de la neurociencia comienzan a integrar el campo científico de la educación. Los filósofos, pedagogos, lingüistas, psicólogos, antropólogos y cientistas de la educación, entre otros, comienzan a compartir estudios con estos nuevos profesionales. En este sentido, empiezan a aplicarse los primeros desarrollos científicos en el campo de la llamada “neuroeducación”.
Estas disciplinas –o transdisciplinas– intentan integrar las diversas ciencias que estudian la educación con aquellas que se ocupan del estudio del desarrollo cognitivo. El neurólogo Facundo Manes explica que la neuroeducación “tiene como objetivo el desarrollo de nuevos métodos de enseñanza y aprendizaje, al combinar la pedagogía y los hallazgos en la neurobiología y las ciencias cognitivas”.
“Se trata así –añade– de sumar esfuerzos entre científicos y educadores, haciendo hincapié en la importancia de las modificaciones que se producen en el cerebro a edad temprana para el desarrollo de capacidades de aprendizajes y en conductas que luego nos caracterizan como adultos”.
Los primeros pasos de esta disciplina comenzaron a darse dentro de la denominada neuropsicología infantil, que en sus primeros progresos científicos abordaba los casos en que aparecía algún trastorno del aprendizaje, como dislexias, problemas lingüísticos y otros de origen congénito o adquirido.
Posteriormente, los especialistas comenzaron a pensar la neuroeducación, no sólo en clave de patologías sino también como forma de aplicar otros métodos de enseñanza en condiciones normales de aprendizaje. En este sentido se iniciaron proyectos educativos que, teniendo en cuenta el funcionamiento cerebral, lograran obtener el máximo potencial cognitivo.
Estas perspectivas dan lugar a propuestas pedagógicas que necesitan generar un nuevo profesional de la educación: el “neuroeducador”. Éste realiza una práctica didáctica que vincula al desarrollo con bases biológicas de aprendizajes con la enseñanza en general.
Algunas universidades comenzaron a trabajar en la formación integral de este profesional, que en principio debe tener una formación en psicología, psicopedagogía y docencia. Los programas de estudios se elaboran sobre la base del conocimiento de los principales factores prenatales y posnatales que intervienen en el normal desarrollo del sistema nervioso central y del cerebro en particular. Por otra parte propone conocer los procesos de plasticidad sináptica y recuperación cerebral funcional como las bases biológicas de los procesos básicos de aprendizaje.
En esta nueva forma de interpretar la educación se entrelazan dos paradigmas filosóficos donde las ciencias sociales comienzan a interactuar fuertemente con las ciencias biológicas, por lo tanto no es un debate menor que se reduce a simples puntos de vista.
Las neurociencias suelen caminar por la delgada línea entre lo determinado y lo adquirido, sosteniendo muchas veces, la individualidad biológica como determinantes del sujeto. El psiquiatra Enrique Pichón Riviere sostiene que el individuo es una unidad bio-psico-social pero con un orden social de determinación. En otras palabras: lo social es lo que constituye al individuo y determina lo psicológico y lo biológico. El sujeto no es sin su estructura psíquica y biológica, pero mucho menos sin lo social.
Las neurociencias no desconocen el componente social, de hecho hablan de redes neuronales que regulan nuestra conducta en relación con el entorno del sujeto, pero centra su orden de determinación en la biología, cuando sostienen la necesidad de conocer la complejidad del cerebro desde distintos niveles de estudio vinculado con lo molecular, lo químico, el nivel celular y las conexiones de las redes neuronales.
Por otra parte, muchos de los estudios de las neurociencias se realizan en condiciones controladas y predeterminadas que el individuo suele conocer de antemano, lo que puede condicionar su posición frente al estudio. Entre ellos, neuroimágenes, tomografías por emisión de positrones, resolución magnética funcional y software que ayuda a los investigadores a construir modelos simulados de conexiones y procesos.
Los avances científicos son muy importantes en cuanto a la obtención de datos, más aún cuando se trata de entender el cerebro humano que es el que controla toda la actividad mental, desde las más sencillas, como respirar, hasta las más complejas como las del pensamiento. Pero ese cerebro no actúa en forma aislada sino en interacción con otros cerebros que lo condicionan y lo determinan. La realidad vincular, a veces caótica de un aula suele diferir bastante de la quietud de un laboratorio.
La investigadora Nuria Pérez de Lara, al preguntarse por el otro en pedagogía señala: “Es aquél o aquella alumna, aquellos o aquellas alumnas que, con su modo de ser, de moverse, de mirar, de sentir, de oír, de escuchar, de expresarse, la enfrentan a su metodología, su didáctica y su concepción de la relación educativa en forma de problema. En definitiva, el Otro en pedagogía (es decir los otros, las otras) son aquellas alumnas y alumnos, que desde sus modos de estar en el mundo la cuestionan, porque hacen tambalear sus principios con su sola presencia en las aulas”.
Por su parte el pedagogo Paulo Freire sostiene: “Conocer, que es siempre un proceso, supone una situación dialógica. No hay estrictamente hablando un «yo pienso», sino un «nosotros pensamos». No es el «yo pienso» lo que constituye el «nosotros pensamos» sino por el contrario es el «nosotros pensamos» lo que me permite pensar”.
Un sujeto de la educación es primariamente un sujeto social, un niño o niña, atravesado por situaciones sociales que facilitan u obstaculizan su transcurso pedagógico. La psicoanalista Silvia Bleichmar sostiene: “La producción de subjetividad no es un concepto psicoanalítico, es sociológico. La producción de subjetividad hace al modo en el cual las sociedades determinan las formas con la cual se constituyen sujetos plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar”.
Las neurociencias están realizando un aporte valiosísimo al estudio de nuestro sistema nervioso. Este abordaje ha adquirido tal magnitud que comienza a exceder el propio campo de las neurociencias para captar la atención de diversas disciplinas. Este debate forma parte del campo educativo donde psicopedagogos, psicólogos, cientistas de la educación, entre otros, interactúan con neurocientistas. El desafío es importante: incorporar los valiosos aportes científicos con la realidad social y cultural, teniendo en cuenta que en el nivel humano los sujetos trasforman con otros lo pensado, en una permanente unidad de acción y reflexión.