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¡Newell’s campéon!

Por Mariano Faurlin.- El equipo de Martino se benefició de la derrota de Lanús frente a Estudiantes y se consagró campeón del torneo Final.

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La felicidad del pueblo leproso es indescriptible. La alegría por la coronación en el Torneo Final es directamente proporcional al orgullo por entrar nuevamente en la historia grande del fútbol argentino.

El hincha de Newell’s siente una satisfacción inmensa, colosal como se dice en el idioma leproso, al poder tratar a sus semejantes de campeón. Esa palabra que encierra mucho más que un simple título, que es una estrella más en su firmamento.

Es, también, el privilegio de ser el mejor, de sentirse deportivamente superior a todos. Es el orgullo del reconocimiento ajeno. Es la repercusión nacional y mundial de este logro. Es verse en las tapas de todos los diarios, en todos los canales, en internet. Es sentirse dueño de un cinturón que no se luce todos los días o de una copa que no se lleva encima, pero que les pertenece a todos.

Es, en este caso, la coronación vinculada a la historia más gloriosa del club, esa que tiene como denominador común los campeonatos con gente de la casa como en el 87/88 o en los títulos con Marcelo Bielsa. Y que quizás se resuma mejor en el sentido de pertenencia e identidad de quienes forman parte de este Newell’s. O en las actitudes de los que dejaron todo por volver en el peor momento del club. Desde Lucas Bernardi allá por 2009 a Gerardo Martino el año pasado. Pasando por Diego Mateo, Gabriel Heinze, Maxi Rodríguez e Ignacio Scocco, hoy representantes fieles del verdadero amor por Newell’s. Ese que también profesan Nahuel Guzmán, Pablo Pérez, Hernán Villalba o Martín Tonso bajo esa condición de jugador-hincha que los obliga a dar siempre un poco más. Parecido al sentimiento que adoptaron aquellos que no surgieron de la cantera pero que hoy sienten al club como propio, como Sebastián Peratta, Santiago Vergini o Víctor Figueroa.

Por eso hay un contagio recíproco entre los que se esfuerzan adentro y los que alientan afuera. Eso de sentir que uno en el lugar del otro haría lo mismo: jugar con el corazón si pudiera o alentar como loco si no jugara. Esa relación que ayer se tornó casi irrompible. Y que se reflejó en la emoción de los hinchas en el Monumento y en el Parque, en las lágrimas de los jugadores en el colectivo con el que dieron vuelta por la ciudad, en la euforia con la que cada hincha que no estuvo en Rosario gritó campeón en algún lugar del mundo.

La ciudad se tiñó de rojo y negro para festejar este nuevo título de la mano del Tata Martino y sus dirigidos. Este equipo de sangre leprosa que decidió afrontar la batalla contra el descenso allá por enero de 2012 con fútbol y sin especulación. Con protagonismo, con actitud ganadora. Con personalidad y convicción para desandar un camino que lo condujo a lo más alto después de haber estado cerca dos veces.

Ayer todo Newell’s se vio obligado a estar pendiente de los 45 minutos en los que Lanús no pudo con Estudiantes para desatar enseguida un festejo alocado que se extendió hasta altas horas. Que arrancó en las calles, se propagó al Parque y al Monumento, que llegó hasta el aeropuerto para volver hasta cerca del Coloso en caravana interminable con el plantel y festejar a más no poder.

Salir campeón es el parámetro del sueño hecho realidad. Es aspirar a lo máximo y conseguirlo. Es querer todo y lograrlo. Es mirar a todos desde arriba. Y sentirse el mejor por mérito propio y merecer el título. Es orgullo, pasión, sentimiento. Para después festejar en consecuencia. Y gritar fuerte-mente “Dale Campeón”.

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