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Newell’s fue contundente y ganó con jerarquía en su casa

Newell’s impuso condiciones desde el inicio. Entendió la importancia del partido y no se quedó a esperar a ver qué pasaba. Pablo Pérez sacó a relucir su fútbol, Palacios enloqueció a los defensores con sus amagues y la subida de los laterales fue la llave

La jerarquía define partidos, consigue cambiar angustia por felicidad, permite respirar cuando el aire parece no estar. Newell’s llegó al choque con Colón con algunas señales de alerta, no tanto por lo previo, ya que el equipo venía de seis partidos sin perder, pero enfrentar al Sabalero ponía en riesgo la paz obtenida. Y la Lepra ganó con contundencia, tuvo un partido casi perfecto, lleno de jerarquía, con Pablo Pérez como abanderado de un fútbol fluido y de alto vuelo, un regreso al Parque en plenitud. Un triunfado lleno de oxígeno para los promedios e ilusión para el objetivo copero.

Newell’s impuso condiciones desde el inicio. Entendió la importancia del partido y no se quedó a esperar a ver qué pasaba. Pablo Pérez sacó a relucir su fútbol, Palacios enloqueció a los defensores con sus amagues y la subida de los laterales empezó a ser la llave para abrir el férreo planteo defensivo de Diego Osella.

Y el gol fue consecuencia de esa fluidez para jugar e inteligencia para leer el partido de la Lepra. Maxi arrancó la jugada como cinco y la terminó como nueve. Sus cómplices fueron Nadalín y Palacios, que armaron una pared a un toque para un centro preciso del lateral y la definición imperfecta pero efectiva de la Fiera, vestido de centrodelantero.

Colón sintió el golpe, tambaleó, estaba para derribarlo, pero el equipo de Kudelka no podía meter esa mano que definiera el pleito. Primero desperdició una contra cuatro contra dos, porque Leal se metió en el medio. Luego Burián y el travesaño le ahogaron el festejo a Maxi, que cabeceó en posición de nueve. Y también hubo un testado errado de Leal desde muy cerca. El hincha empezó a preocuparse. Perdonar a un rival tambaleante podía ser un pecado. Mucho más cuando Aliendro se pasó de rosca y se fue expulsado por un planchado a Pérez.

Pero Newell’s estaba en una noche de alta lucidez. Atrás estuvo atento y tuvo paciencia como pidió Kudelka, aunque el partido lo tentara a tirar golpes a lo loco para sentenciar la pelea.

Y cuando el primer tiempo acomodaba la manga de salida, llegó el segundo. Palacios metió otro dribbling endiablado y dejó a Maxi de cara a Burián. Esta vez el delantero tuvo una definición terrenal y falló, pero la pelota salió imantada al pie de Pablo Pérez, como si buscara al que mejor la estaba tratando. Y el volante aprovechó este idilio y con un toque más preciso que potente puso el 2-0. Casi de nocaut.

El segundo tiempo sólo sirvió para el floreo de la Lepra. Leal compensó su mala noche con un cabezazo a la red -exquisito centro de Bíttolo- y Lema sacó un tiro libre maradoniano para el 4-0 final. Lleno de felicidad, euforia y alivio. Newell’s se llenó de jerarquía y ahora piensa en mucho más que la salvación.

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