Esconder la cabeza y no ver los errores nunca es un buen consejo. Cuando hay un problema, hay que resolverlo, o al menos hacer algo para intentarlo. Y eso fue lo que sucedió con el Newell’s. Tras un inicio con dos derrotas que generaron preocupación interna y críticas externas, Kudelka decidió cambiar sin resignar ideología, y los experimentados dieron la cara para salir adelante en un momento donde las dudas empezaban a merodear el Parque. Fue 4-2 ante Lanús, para mantener vivas las chances de clasificar entre los dos mejores del grupo, pero fundamentalmente para volver a creer en un equipo que tiene jerarquía para ilusionarse con pelear arriba.
Fue una muestra de fútbol contundente. Encabezada por Pablo Pérez, que a partir de un enojo con el árbitro empezó a adueñarse del partido. El volante tuvo control total, con y sin la pelota. Lo ordenó a Moreno, que dejó de correr sin sentido, y provocó que Lanús pasara a jugar incómodo con la pelota y muy impreciso.
El Covid-19 quiso complicar las cosas. En la semana sacó del equipo a Julián Fernández y en la previo del partido hizo lo propio con Ángelo Gabrielli. Pero los “viejitos” demostraron no tener miedo con el riesgo, y salieron a jugar, a demostrar que la jerarquía puede superar a cualquier sprinter o maratonista. Esto es fútbol y Pablo Pérez, Maxi, Palacios y Nacho Scocco saben de qué se trata, no necesitan cambiar la fecha de nacimiento en su DNI para jugar.
El 4-2-3-1 que implementó Kudelka tuvo éxito. El DT dejó cualquier capricho táctico de lado por el bien del equipo. No resignó su idea de jugar ofensivamente, pero equilibró mejor el medio, aún sin tener un cinco clásico. El sacrificio de Panchito González y Palacios fue clave para que la apuesta traiga resultados. Y Pablo Pérez, quien por momentos pareció ser más de uno dentro de la cancha, aunque a la vista no parezca que corree tanto.
Newell’s venía en baja, y Kudelka entró al laboratorio en la semana para encontrar la fórmula del éxito perdida. Y en la primera hoja, resaltado con brillo estaba una nota: anotar de pelota parada. El arma más importante del torneo pasado, esa que le dio siempre soluciones ofensivas al equipo, debía aparecer. Entonces Bíttolo, el mejor ejecutante de la Superliga, sacó un centro teledirigido a la cabeza de Fontanini y Newell’s abrió un partido a esa altura parejo. La Lepra le sacó provecho a una falta intrascendente de media cancha, y así todo fue más fácil.
La comodidad de Newell’s con el partido estuvo a la vista. Y de pronto, los “viejitos” lentos corrieron más (o mejor) que los pibes de Lanús. En realidad fueron veloces de cabeza, para que la pelota fluya y el rival se desespere. Faltaba sentenciar el partido, no dar chances al rival de un centro fortuito, aunque el pibe Macagno mostró seguridad.
La faena empezó a definirse de contra. Y fue un resumen perfecto de la tarde leprosa. Palacios presionó en la salida de un córner a favor de Lanús, y Moreno encabezó la contra. Y a diferencia de otros ataques desperdiciados, esta vez habilitó al propio Palacios, que en una corrida de área a área tuvo la fuerza para sacar un zurdazo inatajable para el 2-0.
La pelota parada le dio a Gentiletti su primer gol con la rojinegra, y la tarde fue tan completa que el descuento de Lanús no duró ni un minuto. Anotó Sand, al minuto Maxi puso el 4-1, para festejar sus 21 años en Primera y dejar en claro por qué Kudelka siempre lo deja en cancha.
“El sábado sabremos para qué estamos en este torneo. Si ganamos será para pelear la clasificación, si perdemos iremos a la zona de repechaje”, había anunciado Kudelka. Pero la presión no es algo que asuste a Maxi, Nacho, Gentiletti, Palacios, Fontanini y Pablo Pérez. Y los demostraron. Jugando al fútbol, porque no siempre hay que ser el más rápido o más resistente para ganar.