Omar De Felippe decidió tomar riesgos. El Clásico del jueves tiene un valor inmenso, y el DT entendió que debía priorizar ese partido, decisivo para su futuro, fundamental para el ánimo del hincha durante varios meses, y un posible disparador para el equipo. Y pensar en el Clásico le permitió ganar en la previa, aunque suene contradictorio.
La explicación es sencilla. El resultado puesto ayuda, es cierto. Pero llegar a la victoria es en gran parte consecuencia de la apuesta de De Felippe. El muleto que puso en cancha estuvo a la altura del partido. Y una de las razones del éxito es que la mayoría de los jugadores que anoche pisaron el Coloso no serán titulares ante Central. Sí, ninguno se distrajo con el Clásico. Nadie guardó energías para dentro de dos días. Hubo rendimientos buenos y regulares (ninguno malo), pero lo más destacado es que nadie negoció la entrega. Cada futbolista leproso fue a las divididas con coraje, y los rivales entendieron que no iban a tener una noche sencilla. El Clásico a veces distrae, incluir suplentes eliminó esa posible falla.
De Felippe tuvo mérito, pero hubo jugadores que ayudaron a que la decisión sea correcta. Paredes fue caudillo del fondo y la paradoja es que resulta improbable verlo ahora afuera del partido con Central. Callegari no desentonó. Figueroa tuvo toques de magia, y si bien hubo trucos que no le salieron, con dos conejos que sacó de la galera alcanzó para dos gritos de victoria. Y Oviedo empezó a pagar con goles esa alta expectativa que trajo de Paraguay. Y de paso le demostró a De Felippe que el castigo de cuatro partidos afuera fue excesivo y perjudicial para Newell’s.
La noche salió redonda. Tal como la imaginó De Felippe. El muleto funcionó y sumó tres puntos que permiten crecer en la tabla de promedios, incluso por encima de Central. Y los titulares tuvieron el descanso necesario. También apareció el extraño influjo de la localía, otra vez factor positivo. No será el brujo Manuel, pero el Coloso le agrega un aura de imbatibilidad al equipo que es difícil de explicar, mucho más cuando los mismos jugadores fallan reiteradamente al alejarse del Parque.
La lluvia le dio un valor emocional extra al triunfo. Y el canto de guerra de despedida de los hinchas fue el corolario lógico. “Este jueves cueste lo que cueste, este jueves tenemos que ganar…” fue el mensaje desde las tribunas. No hacía falta. De Felippe siempre supo que con Central es a matar o morir. Empezó a jugarlo anoche. Y mal no le fue.