Ariel Penel pitó el final del partido y el hincha leproso lo primero que hizo fue mirar la tabla de promedios. Esa que hace apenas una semana parecía olvidada, en una mezcla de alivio e ilusión a partir de un equipo que se mostraba bien plantado y sumaba puntos. La angustia volvió. En pocos días Newell’s se desestabilizó, el 0-4 de Gimnasia lo tiró para atrás y Talleres aprovechó la oferta. Y llenó de interrogantes a Kudelka.
Newell’s pasó a ser otro. La idea es la misma, los nombres casi no cambiaron, pero la imagen se deterioró. Pasó de ser HD a blanco y negro. De aquel equipo que coqueteaba con la chance de subirse a la punta del torneo a este hay un abismo. Mal plantado, sin ideas ofensivas, con muchos errores en defensa y con la barra de energía titilando, a punto de apagarse.
Lema y Gentiletti entraron en zona de dudas, incluso por arriba, donde se cansaban de ganar. Los laterales producen poco en ofensiva y fallan en defensa, y la construcción de juego es escasa. Y Kudelka empezó a fallar. Los cambios previos fueron muchos y fracasaron. Y eso lo desconcertó y lo hicieron demorar en las modificaciones de nombre, que el partido de Newell’s pedía a gritos en el inicio del complemento.
Para peor, la suerte empezó a ser esquiva. Payero, un defensor que entró por lesión de un compañero, colgó en el ángulo la primera pelota que tocó. Un golazo que ni el propio jugador podía entender. Y perdió efecto la pelota parada, un arma muy válida durante este torneo y que actualmente no es solución de nada.
Es como si Newell’s hubiera entrado en un estado de amnesia transitoria. Como si el golpe del Lobo de Maradona lo hubiese dejado en shock y le costara reaccionar. Pero está obligado a hacerlo. A olvidar rápido este bajón transitorio y volver a comprometerse con una causa que no acepta descuidos: salvarse del descenso.