Empatar no siempre tiene el mismo valor. Y la agónica igualdad de Newell’s ante Atlético Tucumán es un reflejo claro de ello. El gol en el descuento de Joaquín Varela fue un grito de desahogo merecido para un equipo que no jugó bien, pero tuvo actitud y nunca se resignó a la derrota.
Hoy es sólo un punto en una tabla donde la Lepra no podrá crecer mucho, pero de cara a la próxima temporada tiene un valor inmenso, ya que Newell’s impidió que el Decano le acorte terreno. Y de yapa, cortar la racha adversa de cinco derrotas como visitante no viene mal. Mucho más si se toma en cuenta la actitud que mostró el equipo, totalmente distinta a otras presentaciones fuera del Coloso donde hubo tibieza y escasa rebeldía ante la adversidad.
Newell’s fue otro. De Felippe trabajó bien la cabeza de los jugadores. El DT no quiso amargarse con otro partido bochornoso como el de Argentinos y esta vez el equipo tuvo una actitud distinta. No jugó bien, pero tuvo rebeldía. Hubo tareas para el aplazo, pero no hubo contagio negativo y también hubo futbolistas para destacar. Generó chances de gol, en especial Leal, aunque también flaqueó cuando el rival lo atacó por la vía aérea o la pelota detenido. Hubo buenas y malas, es cierto, pero el punto a destacar fue la entrega sin restricciones. Newell’s nunca se entregó ante la derrota, y el partido, que le había presentado adversidades y mala fortuna, le dio el tiro del final y no lo desaprovechó.
Leal hizo todo para anotar. Reventó el palo con un tiro libre, el travesaño con un zapatazo, obligó a dos atajadas de Batalla y Villagra le sacó una pelota en la línea. Pero no se resignó nunca, como sus compañeros. Por eso buscó la última pelota, sacó un centro de gol que no pudo empujar Opazo, pero tuvo la fortuna que el debutante Treppo no se cegó y en lugar de pegarle al bulto, habilitó a Varela. Y el Cata, que parece predestinado para goles en el epílogo, definió como un nueve experimentado e infló la red y los pulmones de todos, para sacar un grito de desahogo que pocos imaginaban podía llegar.
Pero sucedió, y no fue casualidad. Porque esta vez Newell’s tuvo rebeldía, no se resignó a irse sin nada. Entendió que un punto podía tener un valor enorme en el futuro y fue por el milagro. Y la fe de De Felippe y Varela hicieron el resto. En buena hora.