El salto acrobático y lleno de jerarquía de Maxi y la inmediata expulsión de Faravelli eran señales de un pleito terminado. Newell’s se fue al vestuario con todo a favor y a pesar de ser otro partido de flojo rendimiento nada hacía presagiar un final tan desastroso y una eliminación temprana de la Copa de la Superliga.
El 3-1 a favor de Gimnasia fue inesperado, chocante, preocupante, pero tiene explicaciones lógicas. Fue una muestra cruda de la realidad que atraviesa la Lepra. Un equipo sin rumbo ni cabeza que apenas se sostiene por pequeñas dosis de jerarquía que aportan Maxi arriba y Aguerre bajo los tres palos.
Bidoglio no debió estar ayer en el banco. Tras la derrota ante Villa Mitre por Copa Argentina la dirigencia tendría que haber aceptado su salida. Pero fue más cómodo patear la pelota hasta junio. Y la derrota de ayer fue una consecuencia de esa decisión. El planteo táctico fue espantoso. Los cambios tardíos y erróneos. Y las respuestas de los jugadores, nulas.
Bidoglio puso en vidriera a varios pibes en su corto ciclo, pero estos partidos finales los desvalorizaron casi a cero. Nadalín, Callegari, Ferroni, Cacciabue, Rivero y Alexis jugaron para el aplazo. Mal futbolísticamente, pésimos desde lo físico y sin reacción anímica. El Lobo empezó a ganar de guapo, a los empujones, y nadie reaccionó.
Pero la presencia de tantos pibes en cancha, a los que hay que sumarle al debutante Panchito González y a los ingresados Moreno y Cabrera, fue otra muestra de los errores groseros de la última temporada en materia futbolística. Porque la dirigencia y Peratta fallaron feo con los refuerzos, ayudados por entrenadores que apuntaron mal. En lugar de los juveniles ayer debieron estar Oviedo, Piris, Insaurralde, Ribair, Sarmiento, Gabrielli y alguno más. Pero ninguno funcionó y hubo que meter mano en las inferiores. Y los pibes terminaron poniendo la cara para recibir el golpe. Injustamente.
Newell’s terminó la temporada arruinado. Y no se trata sólo de la poca plata que libera el juez. La Lepra dio una imagen final penosa. Tambaleante, resignado, aturdido. Y si no reacciona a tiempo, el destino está marcado. Y ni siquiera tener a Maxi lo salvará de la hoguera.