La bochornosa semana de Newell’s fuera de la cancha tuvo su desenlace lógico adentro. La Lepra tuvo una presentación paupérrima, digna del aplazo. Un partido que si hubiera sido más adelante en el torneo podría significar un fin de ciclo. Sin ideas y con rendimientos individuales decepcionantes. Una puesta en escena patética. Vino a buscar tres puntos a Liniers, se llevó un cero grande y mucha preocupación.
Newell’s no perdió por una Asamblea que terminó a los sillazos. Pero pareció trasladar ese desconcierto institucional a la cancha. Aunque la responsabilidad de la derrota fue de Llop y de los jugadores.
La Lepra hizo todo para perder. Por momentos inclusive pareció no aceptar la chance que le daba la defensa de Vélez para hacer algo más. Fue un equipo errático, descoordinado, inofensivo y sin rebeldía.
El DT estaba tan preocupado por la poca efectividad que metió cuatro cambios, tres en ofensiva. Fue peor. Apenas una situación de gol en 95 minutos lo dice todo.
Sarmiento se quedó en el show mediático, porque en la cancha hizo llorar. Guevgeozian se preocupó más por pivotear que por buscar posición de gol en el área. Fertoli fue livianito. Y Joaquín Torres, que amenazó con generar peligro por el sector derecho, se perdió en amagues.
La producción fue tan opaca que hizo extrañar a Braian Rivero, hasta hace dos semanas un suplente sin minutos, e ilusionó vagamente con los ingresos de Figueroa y Cabrera. Pero entregarle el certificado de “salvador” a un pibe de 17 años suena a incoherencia y desesperación.
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Y por ahí anda Newell’s. Imaginando que crecer en la tabla empieza a ser todo un problema. Y con 5 puntos sobre 18 la preocupación aparece por donde se la busque. Llop no se pone plazos. Y está bien que confíe en su capacidad para revertir, siempre y cuando entienda que ayer se encendió la mecha y si no la apaga rápido la explosión va a ser inevitable.