Nahir del Buey
Hijos e hijas oyentes de padres y madres sordos, reconocidos como CODA (por su sigla en inglés Child of Deaf Adults), llamados “intérpretes empíricos”, se sienten “como pez en el agua” en ambas comunidades, dijeron al contar cómo se construye esa identidad que fluctúa entre el mundo oyente y sordo, en víspera del Día Nacional de las Personas Sordas.
“Los CODA no somos ni sordos ni oyentes, en términos sociológicos. Es una tercera mirada, más allá del puente que constituimos naturalmente entre las dos culturas por las condiciones en las que nacimos”, explicó Gabriela Bianco (53), hija de padres sordos. Así, la definición de oyente y sordo para los CODA es “escasa”, y no hay una dicotomía, sino una configuración diferente.
“Yo me siento parte de ambas comunidades. Aunque ha sido un tema ríspido entre las personas sordas porque por un lado cumplimos muchísimas funciones desde que somos chicos, pero por el otro lado somos integrantes privilegiados por poder oír. La identidad CODA surge de ahí”, precisó la actriz y docente teatral.
Bianco anunció que la semana pasada se institucionalizó en la inspección general de justicia CODA Argentina, ONG que nuclea un grupo intergeneracional de CODAS que va de 18 años a la más adulta de 70, presidida por Gabriela Kowal.
“Cuando en mi generación éramos niños y niñas la experiencia ha sido de cuidar, de llevar el mundo grande al chico, de filtrar cuestiones culturales, por eso se nos llama intérpretes empíricos. Hemos tenido que ser intérpretes en situaciones que generan incomodidad”, detalló.
Por eso, hizo hincapié en que “hay que trabajar en el ámbito de la salud y la educación para poder incluir a las personas sordas en su condición de hablante de otra lengua”.
La LSA era una lengua estigmatizada y las personas sordas no hablaban en la vía pública
Bianco se crió con padres que hablaban en LSA, timbres con luces para ingresar a las habitaciones y estímulos sonoros provenientes de la radio, la televisión y el contacto con sus vecinos y abuelos. Hija de Susana Bianco (73) y Ovidio Martínez (80), recordó que la generación de sus padres mantenía una vida comunitaria, donde la LSA era una lengua estigmatizada y las personas sordas no hablaban en la vía pública. “Me gusta contar lo que dio nombre a una de mis obras. Cuando era chica subí a un taxi con mi mamá. No quería que el chofer se diera cuenta de que era sorda. El señor me preguntó a dónde íbamos. Yo pronuncié mal la dirección porque estaba mal escrita. El señor me corrigió, y le dije a mi mamá que lo pronuncie bien”, recordó Bianco. Así, el taxista le preguntó a la joven si era extranjera, a lo que su madre le respondió “decile que soy francesa”. La actriz consideró que hay que apostar a cambios de paradigmas y reconocer la existencia de la LSA, «porque son muchas las personas que la hablamos y porque va a facilitar y ampliar la vida de las personas sordas, sus familias y su comunidad extendida».
Según el Ministerio de Salud de la Nación la discapacidad auditiva constituye aproximadamente el 18% de las incapacidades que existen en Argentina.
Los CODA adquieren herramientas para llamar a sus padres
Jorge González (65) y Cristina Becerra (62), viven en Palermo, Capital Federal. Son dos personas sordas que llevan casados 41 años y tienen una hija CODA, Sabrina González (39). “Cuando Sabri era bebé tenía una luz en la cuna que se activaba cuando lloraba. Luego cuando tenía alrededor de 3 años empezó a adquirir la lengua de señas de solo vernos. La hermana de mi esposa le fue indicando que sus papás eran sordos», contó González por medio de Sabrina como intérprete.
Becerra comentó que cuando su hija era bebé “estaba atenta al horario más cercano en el que podía llorar para comer” En tanto, González reconoció que hoy con las tecnologías es “más sencillo” y “cómodo”. “Nosotros vivimos solos así que tenemos el celular siempre prendido, si tenés una situación de emergencia le escribís a alguien”, indicó.
Sabrina es intérprete de LSA, e integra la Asociación Creando Nexos, que hoy produce el canal CNSordos. “En mi casa no había silencio nunca. El mito es que la casa de las personas sordas es silenciosa pero es todo lo contrario, porque al no escucharse hay golpes y ruidos. Cuando era chica mi mamá me ponía la radio fuerte porque no podía saber que volumen tenía y en su imaginario estaba que yo tenía que escuchar voces”, precisó. Contrariamente a las infancias oyentes, los CODA adquieren herramientas para llamar a sus padres.
“Me pasaba en el baño de la casa familiar que si te olvidabas la toalla o algo no existía el«’mamá alcánzame». Había como una ventanita donde revoleaba algún cepillo para que ellos detectarán que los llamaba”, narró. “Hay un poco de interés en que se siga utilizando el implante o los audífonos como único medio posible o desconocimiento e ignorancia de profesionales que no ofrecen todo el abanico de posibilidades. Soy de la idea de que los padres pueden educar a sus hijos con lo que mejor crean pero considero 100% que la lengua de señas es el camino más natural y feliz para una persona sorda”, expresó. Así, mencionó que la LSA es “transversal a todo”, es un idioma. “Mi mamá antes de los 14 años no conocía la LSA y al conocerla tiene otro poder de expresión y de comprensión del mundo”, afirmó.
Poder vivir y ver el mundo de distinta maneras
Con respecto a qué significa estar inmersa en la cultura sorda y oyente, dijo que “es algo que deben experimentar todas las personas que son bilingües, poder vivir y ver el mundo de distinta maneras”.
“Muchos me dicen vos sos oyente, pero yo crecí donde había padres sordos, y si me preguntás cómo ven el mundo yo lo entiendo de la misma manera. Me siento pez en el agua en cualquiera de las dos comunidades. Eso tenés que construir como CODA para no quedarte en el medio sino darte cuenta de que estas en las dos”, manifestó.
Sin embargo, al igual que Bianco indicó que en la época de sus padres el intérprete no era una profesional en el país, sino que ese rol lo cumplía un familiar. De esta forma, hay CODAS que se sienten con la presión de interpretar o tomar decisiones, porque es el contexto el que las genera, y “más difícil es reconocer que uno necesita un intérprete y no cargar con esa responsabilidad a un hijo oyente”, concluyó.