“Nuestro pueblo está muy agradecido, nuestra Revolución, nuestro por el comandante presidente Daniel Ortega, todos sentimos un profundo afecto y admiración pueblo argentino y a otros pueblos hermanos, cuyos jóvenes, pibes dejaron su patria por ir a vivir la experiencia de la Revolución nicaragüense”, expresó la embajadora de Nicaragua en Argentina, Norma Moreno antes del acto de homenaje y reconocimiento a los brigadistas argentinos que, hace 30 años, fueron al país centroamericano que había sido escenario de una revolución social, a colaborar con trabajo para poner en marcha ese proceso.
El pasado viernes 30 de octubre se entregaron diplomas a brigadistas argentinos que viajaron a colaborar con la Revolución Sandinista hace 30 años. La embajadora de ese país junto a militantes del Partido Comunista, homenajearon a los voluntarios en el Cefma (en La Toma) en un evento en el que también se recordó la primera vez que fue homenajeado Ernesto Che Guevara en Rosario.
“Ellos fueron a vivir con nuestros campesinos y campesinas, a comer porotos los tres tiempos, porque es la comida básica de los proletarios de la región norte de nuestro país, de la zona rural. Realmente dejaron todas sus comodidades para aportar su granito de arena con nuestra revolución y con nuestra producción. Levantar la producción es convivir con el campesinado y también una forma inmensa de dar amor, afecto. Es una forma de mística, compromiso y militancia. El pueblo de Nicaragua agradece muchísimo y es por eso que vamos a rendirles homenaje, porque se lo merecen. Ellos no lo pidieron pero tenemos el deber moral, como sandinistas, de entregarles un reconocimiento a estos compañeros y compañeras. También vamos a aprovechar para homenajear a quienes estuvieron en otros frentes, en otras tareas de la revolución, como la campaña nacional de alfabetización, en las brigadas de salud”, relató la embajadora nicaragüense.
Después de decenas de años bajo la dictadura de la familia Somoza que sumió en la pobreza a los nicaragüenses, triunfó en 1979 la Revolución Sandinista, un proceso que convocó a toda la sociedad y principalmente a los jóvenes de las clases más postergadas.
“La de Nicaragua fue una revolución de niños, niñas y jóvenes. La lucha armada fue protagonizada por la juventud. Porque queríamos la libertad de nuestro pueblo, naturalmente. Esa dictadura nefasta dejó mucha muerte, mucho dolor, mucha sangre y el enriquecimiento de unos pocos. Existía una violación sistemática y sistémica de todos los derechos humanos fundamentales, de los derechos sociales básicos. Implementaron la privatización de salud, de los servicios básicos, de la vivienda. No había programas de vivienda para la gente humilde y a la universidad sólo podían ir los hijos y las hijas de la oligarquía. Por eso fue que se organizó el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Uno de sus fundadores es Carlos Fonseca Amador, a quien este 8 de noviembre recordaremos con un acto homenaje”, recuerda Moreno de sus inicios en el Sandinismo.
Para ayudar a ese proceso, viajaron de todas partes voluntarios al igual que sucedió con la Guerra Civil española. Desde Argentina fue la Brigada General San Martín, que ayudó en la recolección de café y en la que participaron los rosarinos, justamente los que fueron reconocidos, Pablo Jorge Bertinat, Lucía Viale, Oscar Pellegrini, Juan Pablo Sarkissian, Sergio Shillman, Roberto García, Fidel Vivanco, Diana Polito, Gabriel Andrés Vergara, Rogelio Bramajo y Pablo Krazuc. Ese apoyo a un pueblo hermano fue contrapeso a políticas de otros países.
“Nosotros después de la Revolución tuvimos una guerra, una contrarrevolución que no nos dejó gobernar en paz. El imperialismo norteamericano no se quedó de brazos cruzados e inmediatamente en el 80 se movilizan nuestros jóvenes guerrilleros y guerrilleras, desarmados para llevar el pan de la enseñanza con la cruzada de alfabetización. Mientras tanto, se organiza en Honduras una contrarrevolución financiada por el imperialismo de Estados Unidos que capacitó a mercenarios e inclusive contó con la participación de otras dictaduras, como ser la de Argentina. Así fue que comenzaron a asesinar a nuestro pueblo, por lo que tuvimos diez años de guerra prolongada donde no tuvimos una sola casa, una familia que no tuviera un muerto. La única manera de que el imperialismo dejara de seguir matando, fue haber perdido las elecciones. Sabíamos que íbamos a perder, incluso muchos sandinistas votaron en contra suyo. Entonces surgió un gobierno neoliberal que por 16 años mantuvieron una violación de los derechos humanos, con nuevas privatizaciones de servicios sociales básicos. Surgió otra vez la pobreza extrema y el analfabetismo. Cuando llegamos en 2007 era el 27 por ciento los analfabetos, cuando habíamos logrado eliminarla anteriormente. Entonces, cuando volvimos retomamos los programas sociales y nos organizamos territorialmente. Otra vez Nicaragua fue declarada libre de analfabetismo. Eso se lo debemos al legado de Sandino como al de nuestros mártires”, recordó la diplomática nicaragüense.
JUAN PABLO SARKISSIAN, PERIODISTA DE EL CIUDADANO, FUE UNO DE LOS 120 INTEGRANTES DE LA BRIGADA GENERAL SAN MARTÍN
“En el medio del monte íbamos a la cosecha a juntar el grano rojito que son granos de café, plantas de un metro y medio de alto. Dan un fruto colorado y por eso la llaman «la cosecha del rojito»”, afirma Juan Pablo Sarkissian, periodista de El Ciudadano y uno de los 120 integrantes de la Brigada General San Martín, la primera y más grande, que fue a colaborar con la triunfante Revolución Sandinista hace 30 años.
Apenas triunfó el pueblo nicaragüense con su revolución y junto al Frente de Liberación Nacional Sandinista pudo expulsar al dictador Anastasio Somoza, recibió el ataque de los denominados “contras”, paramilitares y mercenarios armados por la oligarquía nicaragüense y el gobierno de Estados Unidos para desestabilizar a la nueva administración revolucionaria.
En ese contexto, el país necesitó el apoyo solidario de todo el mundo. Hacia ese lugar fueron tanto los argentinos, como voluntarios de todo el mundo.
“En Managua, nos encontramos con gente de todas partes. Norteamericanos, holandeses, italianos”, recuerda Sarkissian, quien agrega que luego de pasar algunos días en la capital nicaragüense, fueron a la zona rural a la junta del café, donde tomó contacto con los campesinos y con la memoria ardiente de la Revolución Sandinista.
“Te daban un canasto que te lo atabas a la cintura y con las dos manos trabajabas. El otro implemento era una bolsa de arpillera de plástico y con el canasto lo sacabas y lo metías en la bolsa. En la jornada venía un camión que juntaba la producción”, sostiene el brigadista y ferviente leproso.
Sarkissian también recuerda que “se arrancaba temprano, a las cinco de la mañana, y la jornada era todo el día” y que lo más complicado era lidiar con la lluvia.
“En Nicaragua hay lluvia todo el tiempo y lo habitual era estar mojado. Así que, por más que lloviera, se salía a trabajar lo mismo. Por eso, cuando volvíamos a la cabaña, siempre teníamos una muda de roja seca y la otra se armaba un fogón para secarla. Si por alguna cuestión había que salir otra vez, te ponías la ropa húmeda”, expresó el periodista.
En tanto, en el balance de la experiencia, el contacto con los campesinos y el intercambio de experiencias, fue lo más apreciado.
“En total, éramos más de 600 cosecheros, y la brigada unos 120, por lo que eran mayoría nicaragüenses. Siempre estábamos en contacto con la gente, con los campesinos y charlábamos sobre su forma de vida, la nuestra, sus experiencias políticas, la Revolución, etc.”, rememora Sarkissian.
Los brigadistas compartían sus actividades campesinas con otras políticas en las que eran visitados por guerrilleros o dirigentes políticos de todo el mundo, y que, después de la faena agrícola, el agotamiento hacía que se cenara y se durmiera temprano.
Sarkissian también recuerda los problemas de adaptación al régimen alimentario, con algunas enfermedades, porque comían tortillas de maíz y poca carne.
“En cuanto a la carne, era muy raro porque los nicaragüenses no tienen eso en sus dietas. Sólo de chancho, y no siempre. Una vez se cayó una vaca de un barranco y hubo que aprovecharla. La cuerearon e hicieron algo. Sin embargo, los nicaragüenses no supieron aprovechar, como nosotros, las achuras de ese animal”, cerró Sarkissian, haciendo referencia a la costumbre argentina de comer hasta las entrañas de la vaca.