Martín Olavarría – Telam
La comedia negra surrealista «El hombre de los sueños«, que se puede ver en las salas del país (inclusive las de Rosario), se burla con agudeza y buen tino de la denominada «cultura de la cancelación» en las universidades de elite norteamericanas a partir de una parodia protagonizada por Nicolás Cage, en una interpretación que dejará una marca en su corriente etapa de resurgimiento y popularidad en el cine de culto y la crítica.
Con su nuevo rol, Cage consolida una seguidilla de actuaciones estelares dentro del cine independiente y experimental, camino iniciado con Mandy en 2018, siguió con el regreso tras más de veinte años de Richard Stanley en Color Out of Space (2019) y títulos en los que también se involucró desde la producción, como Pig (2021) y la metacinematográfica El peso del talento (2022), en la que hace de sí mismo y debe echar mano a personajes de su filmografía.
Por este film, el integrante de la célebre dinastía Coppola, ganador del premio de la Academia de Hollywood en Adiós a Las Vegas (1995), fue nominado a los Globos de Oro este año por encarnar a un afable profesor universitario que es objeto de un extraño fenómeno a partir del cual sus allegados, alumnos y gente que nunca lo conoció tiene sueños recurrentes con él, participando de manera pasiva en acontecimientos en los que se necesita ayuda.
Dirigida, escrita y editada por Kristoffer Borgli, el noruego hace su incursión en Hollywood con una eficiente, interesante y cerebral sátira social en clave de fantasía surrealista dentro de un paraguas de comedia negra y enmarcado en el zeitgeist de la cultura de la cancelación dentro de las universidades estadounidenses y canadienses.
En el papel de Paul Matthews, un anticuado y anodino profesor de biología, Cage comienza a aparecer en los sueños de allegados e incluso gente que no lo conoce, ante lo que una exnovia periodista que se lo cruza le comenta que también tuvo esa recurrencia y piensa escribir un artículo sobre la experiencia. La publicación de la nota junto a una foto del educador genera que miles de personas reconozcan al hombre que aparece noche tras noche en sus sueños, lo que lo convierte rápidamente un caso de estudio y un fenómeno público del que todos hablan y nadie logra dilucidar.
La nueva fama y popularidad del vetusto académico mejora su autoestima y se involucra con una firma de relaciones públicas, liderada por un chistoso personaje interpretado por Michael Cera, que busca la manera de monetizar el inexplicable fenómeno tratando de introducir en los sueños de las personas a un Paul bebiendo determinada gaseosa para impulsar sus ventas, aunque el profesor solo tiene interés en que lo ayuden a publicar un libro, su gran frustración y añoranza.
La dinámica deviene en que los sueños colectivos se transformen en pesadillas y Paul termine siendo despedido a pesar de tener una categoría de «profesor de permanencia académica», una tradición en las universidades estadounidenses para garantizar la libertad académica que implica que las cátedras de los profesores con ese rango no puedan ser discontinuadas en caso de que se los quiera despedir por opiniones impopulares o que no sean hegemónicas.
En este caso, a pesar de que Paul no hizo absolutamente nada, es condenado socialmente a partir de las truculentas pesadillas que la gente empieza a tener y termina destinado al ostracismo y los escraches públicos.
Producida por Cage y el prestigioso cineasta de terror Ari Aster («Hereditary» y «Midsommar«), la película es una parábola sin demasiada hipérbole sobre varios acontecimientos ocurridos en universidades de elite norteamericanas a fines de la década pasada, en las que los consentidos e hipersensibles alumnos se cargan a académicos por expresar una postura contraria a la de ellos, alineada a la corrección política imperante en esos círculos.
Uno de los primeros casos resonantes de ese fenómeno, reflejado en la película específicamente cuando Paul se pregunta cómo puede ser que unos estudiantes histéricos decidan sobre el destino de la universidad y quiénes imparten la currícula en lugar de los adultos, ocurrió en la estadounidense Universidad de Evergreen en 2017 y tuvo como víctima al profesor de biología Bret Weinstein.
En una carta destinada a la universidad, Weinstein objetó el pedido de sus burócratas, a partir del requerimiento estudiantil, a que el denominado «Día de ausencia» -una tradición de Evergreen en la que alumnos y educadores de minorías étnicas dejan voluntariamente de ir al campus para subrayar sus aportes-, sea modificado hasta el punto de exhortar al alumnado y el cuerpo docente blanco que se abstenga de concurrir a la facultad durante esa jornada.
Un grupo de estudiantes interrumpió la clase de Weinstein y lo acusó de racismo e intolerancia, lo que concitó un debate sobre la libertad de expresión en medio de protestas estudiantiles que pedían su despido. El profesor optó por impartir su clase en un parque, los manifestantes fueron a confrontarlo y la seguridad de la universidad aseguró no poder proteger su integridad. El académico y su esposa, que también trabajaba allí y fue atacada por respaldar a su marido, dejaron sus cargos y litigaron exitosamente contra la universidad por 4,3 millones por daños y perjuicios.
Ese antecedente disparó casos similares en campus de las universidades Ivy League estadounidenses y también en Canadá, donde el psicólogo clínico y profesor Jordan Peterson, mencionado en el filme, se convirtió en una estrella de los detractores de la corrección política y de los defensores de la libertad de expresión en la academia, clima de época que la película refleja para ridiculizar la sensibilidad extrema de estudiantes caprichosos, de buen pasar y rebeldes.