Las imágenes impactan: un nido de pájaros construido con cubiertos plásticos descartables, residuos de la Feria de las Colectividades de 2019 en Rosario. Otro, íntegramente hecho con tanza de pesca. Esas fotos son el eje de una investigación llevada a cabo por especialistas de Rosario y Santa Fe que, con la colaboración ciudadana, expone los efectos de la proliferación de envases, bolsas y otros descartes sobre la fauna de la región. Los datos: entre 1996 y 2016 se cuadruplicó el consumo de plástico por habitante en el país, según datos de la Cámara sectorial. La mayor parte termina desechado, sin reciclado ni cuidados, en el ambiente. Sus consecuencias están reflejadas en un trabajo recientemente publicado en la revista científica Science of the Total Environment. El 60 por ciento de esos encuentros tóxicos terminó en muertes.
Tortugas montando bolsas de residuos. Peces y aves con sus picos, gargantas y bocas ceñidas por los anillos que sellan las tapas de botellas en un anticipo de muerte por inanición o asfixia. Un biguá en el instante previo a ingerir una enorme bolsa plástica. Estos son otros de los retratos analizados por la ingeniera industrial Clara Mitchell, integrante de la Plataforma Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario, y el doctor Martín Bletter, del Instituto Nacional de Limnología (Inali), que depende de la Universidad Nacional del Litoral y el Conicet.
El trabajo de ambos está centrado en el concepto de Ciencia Ciudadana: la convocatoria a voluntarios para que aporten registros sobre un tema de estudio. Es una colaboración entre la academia y vecinos que, sin ser especialistas en la materia, permiten investigar problemas de impacto social y ambiental con rigor y documentos inapelables. En este caso, los efectos del alto consumo de plásticos y su descarte en ámbitos terrestres o acuáticos sin las mínimas intervenciones de protección.
Mitchell y Blatter propusieron, a quien quisiera sumarse, enviar a un correo electrónico fotos de las interacciones entre la fauna local y los plásticos, con un mínimo de datos que permitan contextualizar las imágenes. El llamado sigue abierto, mediante el correo electrónico plasticosyanimales@gmail.com.
Los investigadores quedaron sorprendidos por el resultado de esa convocatoria: pudieron documentar y analizar 90 interacciones tóxicas entre residuos plásticos y 44 especies animales.
«Hay muchos trabajos sobre la contaminación por plásticos en ambientes marítimos, pero se sabe poco de lo que ocurre tierra adentro, principalmente en los grandes ríos», refiere Mitchell sobre la importancia del trabajo.
El estudio, que continúa con la incorporación de nuevo material y seguirá con encuadres estadísticos y análisis de los registros, está centrado en los llamados macroplásticos, definidos así por su tamaño. Estos, después, y por acciones químicas o físicas (el sol o las olas), se fraccionan hasta convertirse en microplásticos, igualmente perjudiciales. Como ejemplo, la investigadora recuerda trabajos de pares que los encontraron en las vísceras de sábalos del Paraná.
La presencia de plásticos en el río, o en las lagunas y otras superficies acuáticas, es altamente peligroso más allá de las interacciones estudiadas en este trabajo. Mitchel explica que no se trata de un material inerte, porque además del propio derivado fósil del que se obtiene, se le incorporan aditivos tóxicos según el uso. Incluso, enfatiza, una vez en el agua absorbe otros contaminantes con los que entra en contacto.
El incremento del uso de elementos plásticos en la Argentina pasó de 11,5 kilogramos por habitante en 1990 a 43.2 en 2016, y eso no es gratuito. Al compás del márketing y la industria del descartable, con productos de hasta un solo uso como los sorbetes recientemente prohibidos en Rosario, se instaló un modelo insustentable de producción y consumo. La contaminación plástica ya es una problema complejo. En particular, en los ambientes acuáticos y sus adyacencias.
La investigadora de la UNR aclara los puntos sobre el objetivo perseguido. «El problema no es el plástico, porque el stent coronario que tiene puesto mi papá y le salvó la vida es de plástico. El problema es el uso que le damos, la descartabilidad por la cual un material que dura miles de años se usa un minuto y se desecha», dice.
Tampoco, sigue, se trata de «volver a la época de las cavernas» y rechazar la tecnología. Pone un ejemplo sobre eso: hace apenas 15 años, a escala global, se utilizaba la mitad del plástico que en la actualidad. Y las condiciones de vida y confort no eran entonces radicalmente distintas a las de hoy.
Primera vez
Mitchell y Bletter se propusieron determinar científicamente los impactos directos de los residuos plásticos sobre la fauna de la región. La intención final, en un largo camino recién iniciado, es generar conocimiento científico que abone la necesidad de nuevas políticas públicas y genere insumos para diseñarlas, además de impulsar cambios en los hábitos de consumo.
El estudio publicado en Science of the Total Environment es, aunque inicial, inédito: el primero que presenta evidencia irrefutable, documentada fotográficamente, de las consecuencias negativas producidas por los desechos plásticos que, además de contaminar ambientes terrestres y de agua dulce, ponen en peligro a los animales que los habitan.
Varias imágenes retratan el momento exacto en que un ave o reptil entra en contacto con uno de esos residuos. Los animales se encuentran ante drásticas modificaciones de sus hábitats, que exceden las posibilidades de adaptación y borran en un instante las ventajas de los comportamientos evolutivos desarrollados por las especies para perpetuarse.
Las imágenes interpelan
Los encuentros de la fauna con los residuos plásticos fueron clasificados en:
- Ingestión. Algunas fotos captan el momento preciso en el que un individuo pretende ingerir un residuo plástico. Por ejemplo, un biguá intentando tragar una bolsa plástica, probablemente confundiéndola con alimento.
- Enredos con plásticos. Muy común entre aves y peces, particularmente con elementos de pesca en desuso, como partes de redes o tanzas. Por ejemplo, caranchos atrapados en mendrugos de redes enmarañadas en árboles y ramas.
- Uso de plástico como material para nidos. La mayoría de los casos, en aves, por ejemplo numerosos espineros y benteveos, pero también se encontraron en mamíferos, como la zarigüeyas o comadrejas y hasta en invertebrados, como una especie de abeja solitaria.
- Uso de plásticos como lugar de asentamiento o transporte. Es un fenómeno muy observado en el mejillón dorado, una especie invasora introducida al Paraná a través del lastre de agua de los buques de ultramar. En este caso, botellas y otros objetos plásticos son colonizadas por esta especie favoreciendo aún más su establecimiento y dispersión, con lo que crece su amenaza a la fauna autóctona.
La muerte plástica
«Era una ciudad de plástico, de esas que no quiero ver…», compuso y cantó el panameño Rubén Blades. Una canción política que expone al consumismo importado sin crítica desde los nortes del planeta.
Las consecuencias para el sur son dramáticas. La mayoría de los enredos con aves, mamíferos, reptiles y peces, recalca el estudio de Mitchell y Blatter, tuvieron consecuencias letales para los animales involucrados: la muerte fue el destino inmediato del 60 por ciento de los casos constatados y registrados.
Los enredos con elementos de pesca abandonados (redes o tanzas) y con los anillos de las tapitas de botellas son particularmente peligrosos. Y frecuentes, a juzgar por los materiales recopilados en el estudio.
Las víctimas: de biguás a lagartos overos
Biguás (un ave de la familia de los cormoranes), caranchos, calandrias, caraús (ave de la familia Aramidae), lagartos overos y otras especies fueron fotografiados por los «colaboradores científicos» mientras era atrapados por objetos plásticos. En todos los casos, con escasa probabilidad de escape y supervivencia.
Convertidos en desechos, los plásticos contaminan a un largo plazo que se puede medir en milenios, pero son peligrosos también desde el mismo momento en que son arrojados al ambiente: funcionan como “trampas a la deriva” que aprisionan, estrangulan y asfixian a los animales que se topan con ellos.
Las aves fueron el grupo más afectado por estos residuos, de acuerdo al trabajo: suman el 70% de los encuentros registrados, e involucran a unas 30 especies.
Muchas de las aves usan los residuos plásticos como material para sus nidos. Las consecuencias son letales. Enredos hasta la muerte, ingesta tóxica y cambios en la temperatura y humedad natural dentro del nido que afectan a los pichones.
Una imagen extrema
Una de las fotos más llamativas es la de un nido construido totalmente con tanza de pesca, la que ilustra esta nota. Los investigadores destacan que, hasta donde tienen conocimiento, se trata del primer registro mundial de esa situación. Ahora analizan las consecuencias de este trueque de componentes naturales por otros fabricados por el hombre. Por ejemplo, su bajo peso, que estiman favorece la caída del nido y la exposición de los pichones a sus predadores. De hecho, la imagen en cuestión no fue obtenida en un árbol, sino en el suelo.
Otro caso significativo, y relacionado con un emblema de celebración popular en Rosario, fue el de un nido construido utilizando gran número de cubiertos plásticos descartables, más de una decena. Esos tenedores y cuchillos, casi con seguridad por la fecha y ubicación del registro, provinieron de la edición 2019 de la Fiesta de las Colectividades, la última presencial antes de la pandemia de covid-19. No se trata de una singularidad estética: el peligro potencial es que adultos y pichones terminen lesionados por filos y puntas.
El trabajo completa estudios previos sobre las enormes cantidades de residuos plásticos que se encuentran dispersos en el río Paraná, sus lagunas, playas y ambientes circundantes de su valle de inundación. Lo que agrega es el impacto directo sobre la fauna. No es sólo feo, es mortal.
El objetivo es generar conciencia, con rigurosidad científica, sobre la necesidad urgente de reducir el empleo de plásticos descartables. Y, para ello, interpelar a los responsables de políticas públicas y a la industria a través de la llamada Responsabilidad Extendida del Productor, vigente en otros países.
Mitchell recuerda que, en Rosario, las campañas Más Río Menos Basura, de recolección de residuos en las costas a cargo de voluntarios y ONGs, permitieron detectar que el 70 por ciento de los envases y bolsas rescatados de las playas en las dos márgenes del Paraná correspondían a tan solo 14 empresas. La mayoría, de plástico y aluminio.