Aram Aharonian (*)
El objetivo del gobierno de Javier Milei es producir una transformación aguda y permanente de la estructura social, como la última dictadura, que concentre aún más la riqueza, barra con las aspiraciones de igualdad y ubique al individualismo extremo como principio rector.
Las ciudades argentinas van perdiendo, rápidamente, su tradicional vértigo. Sobrevive un silencio estridente, aletargado y aletargante. La euforia por ganar el Mundial de Fútbol ya pasó, aunque los medios aun insisten en que los argentinos «somos campeones del mundo».
El pueblo es consciente de que ya nada será lo mismo. Guardó en su más hondo interior aquellas ideas de igualdad, de solidaridad, de fraternidad, guardó las sonrisas y los abrazos. Ahora, llega el sálvese quien pueda para casi todos, menos para los que ya tenían todo… y van por más.
No se trata de un shock económico —a los que los ciudadanos están acostumbrados—, no se trata de un cambio de gobierno, sino de un cambio cultural. Ya no será lo mismo… y faltan casi cuatro años.
Lo cierto es que en menos de una semana, el ultraderechista Javier Milei, estridente defensor de la capacidad autorregulatoria del mercado y enemigo de la intervención del Estado en la economía, traicionó casi todas las promesas centrales de su campaña, con el triste corolario que a pesar de ello hizo tanto daño a la Argentina como si las hubiera cumplido.
Pero estas medidas que aplica el gobierno ultraderechista ya lo hicieron en Argentina Mauricio Macri (2015-2019), Fernando de la Rúa (1999-2001) y Carlos Menem (1989-1999), y terminó siempre en desastre, con un país endeudado y un pueblo empobrecido y furioso.
El actual ciclo de decadencia lo causó Macri, cuyo ministro de Finanzas, Luis Caputo (hoy titular de Economía de Milei), gestionó ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) el préstamo más grande que haya otorgado el organismo, u$s 45.000.000 que desaparecieron en manos de la corrupción y los especuladores.
Y ese ciclo siguió con el fracasado gobierno del presunto progresista Alberto Fernández, que siguió atado a lo que el FMI dispusiera, desperdiciando el capital político y social que acumuló durante 78 años el peronismo.
En su primera semana, Milei ya tomó nuevos créditos usurarios de organismos prestos a financiar los desatinos de su gobierno, para cubrir los vencimientos ante el FMI, con lo que la crónica escasez de dólares empeorará de modo inevitable.
Una de sus primeras medidas fue estatizar treinta mil millones de dólares de deuda privada externa. Eso significa que un grupo de empresas importadoras se endeudó afuera y ahora el gobierno quiere pasarle la factura a todos los argentinos.
Millones de argentinos han pasado del delirio de odio contra el peronismo —y en especial contra el kirchnerismo—, promovido por los grandes medios de comunicación, a la pesadilla neoliberal-anarcolibertaria, con una inflación galopante y despojados de toda la protección estatal que les permitía capear la situación.
El vocero presidencial Manuel Adorni dijo que “queremos terminar con el negocio de la pobreza. Es una decisión del presidente”. Se supone que hablaba de la eliminación de los subsidios y ayudas del Estado a los menos favorecidos.
Todo pareciera calculado, ya que, anticipando el malestar social, este presidente que cierra todas sus declaraciones al grito de ¡viva la libertad, carajo! publicó un protocolo digno de las dictaduras en el cual se criminaliza toda forma de protesta y se lanzan amenazas fascistas, como la de identificar a todos los participantes en las manifestaciones, así como sus vehículos.
Montándose sobre esos repudios a la medida de la excandidata presidencial y ahora ministra de Seguridad Patricia Bullrich, el diputado ultraderechista José Luis Espert se hizo visible con violencia y con su ya clásico mensaje de apología del crimen: «Cárcel o bala».
Diputados nacionales, provinciales, organismos de derechos humanos, organizaciones sindicales, sociales, artistas, intelectuales y personalidades de todos los sectores repudiaron las declaraciones del ultraderechista. En medio de un brutal ajuste con graves consecuencias sociales y bajo la promesa de orden, el Gobierno busca suprimir las manifestaciones públicas contra los efectos de las medidas oficiales.
Nada nuevo: pretenden impedir con represión el derecho constitucional de la protesta social.
El paradigma que guía a La Libertad Avanza es el mismo que expresó la ultraderecha durante la pandemia: que mueran los que tengan que morir. El objetivo es producir una transformación aguda y permanente de la estructura social, como la última dictadura, que concentre aún más la riqueza, barra con las aspiraciones de igualdad y ubique al individualismo extremo como principio rector, señala David Cufré.
Una cosa es la campaña, otra el poder
Milei recitó durante meses su mensaje de odio a la casta (política tradicional), habló de dinamitar el Banco Central, de dolarizar la economía, acabar con la inflación y desregular sobre todo los sectores del comercio exterior (exportaciones e importaciones).
Pero la casta sigue ahí: incorporó a la derecha neoliberal (el macrismo) y la derecha peronista a su gabinete de gobierno y depende de ellos cualquier aprobación legislativa. Como dice una pintada en el barrio porteño de Flores, “Milei al gobierno, Macri al poder”.
Los gobernadores de once de las veintitrés provincias argentinas se declararon en emergencia económica seguido de los anuncios respectivos de sus planes de control y reducción del gasto público, ante las medidas tomadas esta semana por el gobierno de Milei. Las provincias no podrán pagar sueldos a funcionarios este mes y en enero próximo.
Si algún clase media soñó en que se iba a realizar su sueño de la dolarización (para ahorrar, viajar o protegerse de los habituales choques inflacionarios), se vio sorprendido por una devaluación del 118 por ciento, atacando el sueño de las clases medias de dolarizar al país.
Hoy el dólar se ha vuelto prácticamente inalcanzable para quienes buscan esta moneda como medio de ahorro, inversión, viajes, o incluso para protegerse de choques inflacionarios como éste.
Metió miedo en la ciudadanía, asegurando que, si no se aplicaba su shock económico, habría una hiperinflación de tres mil por ciento anual (antes de asumir ya era de 160 por ciento) y “convenció” de la necesidad de un ajuste necesario y temporal. Pero el hecho real es que en una semana los precios —alimentos, servicios, locomoción, combustibles— aumentan día a día: el precio de la comida hasta se triplicó y al retirar los subsidios, el transporte público (colectivos, trenes) es impagable para los asalariados.
El Gobierno le adelantó a la Unión Industrial Argentina su decisión de derogar la Ley de Abastecimiento, que permite al Estado imponer sanciones frente a la escasez deliberada de bienes y servicios que cubran necesidades esenciales, buscando erradicar así cualquier posibilidad de intervención oficial, aun en situaciones acuciantes para la población.
Pero todavía faltan casi dos semanas para la entrada del nuevo año, que se avizora nefasto y catastrófico para las grandes mayorías de un país donde el 40 por ciento ya vive en la pobreza: ese día entrará a regir el retiro de apoyos estatales en servicios básicos (electricidad, agua, gas), en un nuevo y gran tarifazo contra la ciudadanía.
También el Gobierno eliminó la contención en los precios de los alquileres y se decretó su dolarización, medida que sufrirán los inquilinos.
El año nuevo será duro. No dejaron margen para la nostalgia cuando hasta esta democracia, tan ultrajada y vaciada de contenidos, está en peligro. Es un sujeto histórico el que debe recomponer sus fuerzas, recrear sus estrategias y sus lenguajes, porque, sin dudas, el diálogo con el “gran pueblo argentino” quedó interrumpido.
La relación de Milei con el judaísmo no escapa a su relación con el poder. Su rabino y guía espiritual Axel Wahnish seguramente será el embajador en Israel, quien se mudará de Tel Aviv a Jerusalén para sumar otra polémica geopolítica.
En un acto de la organización Jabad (de la rama jasídica Lubavitch), Milei auguró que “las fuerzas del cielo van a apoyar a Argentina y a Israel”, negando el genocidio de veinte mil palestinos por los ataques israelíes, como niega la dictadura cívico militar argentina y los treinta mil desaparecidos.
El conservador diario La Nación advirtió sobre el riesgo que representan los enfoques religiosos en los discursos presidenciales y la influencia en políticas estatales. En Argentina, es conocida la injerencia de la Iglesia católica en el Estado y la influencia más reciente de las iglesias evangélicas. Los ataques de Milei al papa Francisco fueron alentados por el Opus Dei, donde militan financistas de La Libertad Avanza
Nadie —peronistas, radicales, trotskistas, comunistas, centristas, sindicalistas, dirigentes sociales— se salva de lo que vendrá y urge la reorganización popular, que se debiera hacer desde abajo: lo único que se construye desde arriba es un pozo.
(*) Esfera Comunicacional