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“No es fácil ser lesbiana”

Por Laura Hintze.- Las Safinas cumplen 10 años luchando por la libre opción sexual. Si bien reconocen que se han logrado muchos avances, sostienen que aún persiste mucha “hipocresía social”.


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María Eugenia Sarrias está sentada en el local de Las Safinas, que funciona en el Centro Cultural La Toma. La acompaña Roberta, su compañera. Afuera no para de llover y en el lugar la luz va y viene. El desperfecto no impide que María Eugenia hable, ni que el mate vaya de mano en mano y de a poco un budín que está sobre la mesa desaparezca. La charla fluye y nada las para. Son muchas las cosas a contar, son mujeres identificadas por uno u otro motivo en una historia que no vislumbra fin: reunir en sólo un artículo diez años de Las Safinas, organización pionera en la lucha por la visibilidad lésbica.  Sobre el final de la entrevista, Sarrias reflexiona y resume, sin darse cuenta, lo que fue tanta charla e intercambio sobre visibilidad de género, discriminación y la función de un espacio como éste en la sociedad. “Cuando todas salgan del clóset, cuando la sociedad nos acepte sin represalias, no va a ser necesario el activismo, ni Las Safinas. Ojalá llegue el momento en que el grupo no esté más”, destaca.

“Safinas es como una vibración, cambia en relación a quien la vibra. Está siempre en movimiento, las mujeres que viven Las Safinas le dan forma”, explica por su parte Roberta sobre el grupo.

Esta organización de mujeres lesbianas y bisexuales nació en 2003 de la necesidad de un espacio propio. “Buscábamos un punto de encuentro donde podamos hablar de nosotras, empezar a pensar cuáles son nuestros problemas y necesidades y pensar estrategias en función de eso”, explica María Eugenia.

En su momento, muchas mujeres lesbianas consideraron que dentro del propio colectivo LGBTI también eran invisibilizadas y surgió la necesidad de generar espacios donde sea posible darle poder a su agenda, tanto dentro de ese movimiento como dentro del movimiento de mujeres. “Casi todas las organizaciones lésbicas tenemos una pata en cada movimiento, estamos en la bisagra, que no es un lugar muy cómodo pero que ha logrado que ambos movimientos se encuentren en algunos puntos”, agrega.

Ahora, diez años después de su “independencia”, Safinas forma parte de distintos espacios de la ciudad y Latinoamérica: Mujeres Autoconvocadas Rosario, Campaña por el aborto legal seguro y gratuito, Convención latinoamericana por los derechos sexuales y reproductivos, Consejo Consultivo Asesor del Área de Diversidad Sexual y del Área de la Mujer de la Municipalidad de Rosario.

Ni María Eugenia ni Roberta recuerdan la fecha exacta, pero fue cerca del año 2007 que Safinas consiguió su primera computadora, un hecho que cambió el rumbo de la organización. “Nos potenció un montón”, destaca Sarrias.

Tener una PC con acceso a internet permitió que las mujeres del grupo comiencen a participar de encuentros virtuales y debates por correo electrónico. Fue a raíz de esa computadora – que aún conservan y  funciona – que Safinas pudo participar de la Campaña Interamericana de Derechos Sexuales y Reproductivos. Se abrió así la posibilidad de una vida virtual activa, para difundir lo que se hace día a día en la calle. Fue el empujón necesario para llegar a otras organizaciones, otras ciudades, otros países pero principalmente a más mujeres.

Unas 150 mujeres han pasado por la historia de Las Safinas, cada una esperando y proponiendo algo distinto en el espacio, dándole una forma específica para ese tiempo y lugar determinado.

En la organización hay mujeres lesbianas, bisexuales, heterosexuales, adultas, jóvenes, mujeres que están en cada una de las reuniones y otras ocasionales. También ha mujeres enojadas que no participarán más del espacio y otras que llegan sólo con una necesidad específica: salir del clóset, preguntar cómo hablar con la familia. Otras tienen problemas en el trabajo y la necesidad de compartir con otras mujeres, sin prejuicios, que no saben si son o no lesbianas. “El grupo también está para eso. No queremos que todas tengan que ser activistas. No todas las que estamos acá somos visibles, ni ese tiene que ser el criterio. Respetamos los deseos y decisiones de cada quien, aunque sí, las activistas son necesarias. Más somos, más fácil es de sostener un reclamo. Cuando todas salgan del clóset no va a ser necesario el activismo, ni Las Safinas. Ojalá llegue el momento en que el grupo no esté más”, rescata María Eugenia.

Tanto María Eugenia como Roberta consideran que hay un antes y un después de las Leyes de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género. “El avance se nota en que  sale del clóset gente más joven y que más jóvenes llegan al grupo. Eso significa que a nivel social estamos pasando por un proceso interesante, por un momento de tensión y transición. Las leyes fueron un avance, aunque aún no se han modificado las estructuras sociales como necesitamos para la naturalización de la homosexualidad”, agrega Sarrias.

“No es fácil, todavía, ser lesbiana. Aún en Rosario, tan conocida por ser ciudad «gay friendly»”, continúa.

Para María Eugenia, lo que hay es “hipocresía social”. “Que haya ordenanzas y un Área de Diversidad no dice que la ciudad es friendly, sino que fue necesario organizarse y demandar estos espacios porque existe discriminación.  Las cosas suceden porque estamos para que sucedan, hay una lucha detrás porque hay un problema”. Todavía hoy, dice, es difícil ser «visible» y conseguir trabajo, estudiar, decirle a la familia que una es mujer y le gustan las mujeres. Todo es difícil para las mujeres en general. Nos discriminan por mujeres, por orientación sexual y a muchas también por romper con estereotipos  estéticos”, concluye.

Las mil formas de la discriminación

Desde octubre del año pasado Las Safinas tiene su propio espacio físico en el Centro Cultural La Toma. Para ellas, estar en un lugar que depende exclusivamente de la clase trabajadora tiene que ver con el alcance que quieren tener como organización. “Para nosotras es muy importante llegar a las poblaciones más vulnerables. Siempre decimos que si sos lesbiana y aparte de eso estás atravesada por otras condiciones sociales, como por ejemplo pobreza, discapacidad o desocupación, la inclusión social se vuelve mucho más compleja. Una vez vino una chica discapacitada. Ella nos hizo pensar en esas cosas que a veces uno no piensa o no tiene internalizadas. Buscamos entender todas las formas de discriminación, porque apelamos a una ciudadanía lésbica, que reconozca las diferencias. Las mujeres no somos todas iguales, convivimos con otras desigualdades y no queremos negarlas”, destaca María Eugenia Sarrias, una de sus referentes.

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