La idea de armar un selectivo con jugadores de ambos equipos de la ciudad no me cierra. Si se quieren buscar medidas para volver a vivir un clásico en paz creo que mejor sería tomar medidas de seguridad serias y no ‘fantasear’ que un partido de un supuesto seleccionado que represente a la ciudad pueda solucionar un problema que definitivamente no se encara con la responsabilidad y seriedad necesaria.
Aquella historia del Trinche Carlovich bailando al seleccionado argentino en aquel 3-1 de 1974 en el Parque Independencia será recordada con cariño por el pueblo rosarino, pero pasaron 40 años y la sociedad y el fútbol cambiaron. Lejos de mejorar las cosas, la pasión por Newell’s o Central desbordó cualquier idea del siglo pasado y el sentido de pertenencia de los hinchas por estos días es tan fuerte que por momentos asusta. ¿No se pudo garantizar un clásico con hinchas visitantes y se va a aceptar que se mezclen hinchas de ambos equipos? Sería una incoherencia de los organismos de seguridad, otra más de una saga interminable.
Otra situación conflictiva sería la elección de los jugadores. Aquella vez, en 1974, fueron 5 de Newell’s, 5 de Central y Carlovich. Hoy esa división matemática no resulta tan sencilla de aceptar. Inclusive hoy hay dos planteles que transitan en distintas categorías y el nivel de los futbolistas en general por una razón lógica es distinta.
Se puede aceptar como juego periodístico armar un equipo y polemizar por ausencias inesperadas o presencias injustas, pero no veo que sea una buena idea llevarlo a la práctica.
Si se quiere solucionar el problema de fondo, hay que ser más serios. Soñar con una selección rosarina y con tribunas llenas de simpatizantes de ambos equipos abrazándose por un gol en una ciudad donde no se pudo garantizar un clásico amistoso es utópico, casi irrisorio.
Mi equipo: Nahuel Guzmán; Paulo Ferrari, Santiago Vergini, Gabriel Heinze, Nahuel Valentini; Pablo Pérez, Nery Domínguez, Hernán Villalba, Lucas Bernardi; Ignacio Scocco y Maximiliano Rodríguez.