Las buenas intenciones no siempre tienen premio, no alcanza con querer, con el deseo de bienestar, a veces hace falta un poco más. Apoyar la lucha contra el cáncer de mama fue un golazo de Newell’s, una jugada lujosa, elogiada, aplaudida, recordada, y no sólo por vestir una casaca rosa que choca contra prejuicios futboleros arraigados en un folclore donde cambiar colores se ve mal, aunque esta vez se rompió el molde y nadie se quejó.
Pero la otra intención leprosa, la futbolística, la que salía a defender una localia poderosa sin dejar puntos en el camino, esa estuvo lejos de victoria y del aplauso. Apenas conformó, alejada de otras presentaciones más decorosas, con toques de lujos e ínfulas de superioridad. Esta vez Newell’s se quedó en amagues y el punto, que no es malo, dejó al mal acostumbrado hincha insatisfecho.
Kudelka intentó poner un equipo más ofensivo. Adentro el lungo Salinas para la pelea del área con Civelli y Lollo. Y al costado Albertengo, tal vez para lastimar por abajo. No funcionó, ni cerca estuvo del plan inicial. Sumar un delantero restó gol, crease o no. No hay matemática en el fútbol. Salinas ni siquiera fue un faro en el área para tentarse al centro. Y Albertengo pareció entrar a un terreno desconocido, inseguro, errático, inestable. Hasta Maxi se contagió, a punto de mirarse el botín a ver si se lo había puesto al revés.
Newell’s intentó, siempre, hasta el final. Inclaudicable, obligado por su gente. Y por la tabla de promedios. Esas buenas intenciones las comandó Julián Fernández, una vez más. Y se sumó un incansable Gabrielli, un Lema que va al frente siempre y esta vez Aguerre, quien recuperó memoria y atajó versión torneo pasado, para que la Lepra no se quede injustamente sin nada.
Es que Newell’s está lleno de buenas intenciones, dentro y fuera de la cancha, y entonces perder hubiera sido demasiado castigo. Inmerecido. Aunque el hincha entendió anoche que no siempre jugar en el Coloso será color de rosa. Aunque sobren las buenas intenciones.