Por Consuelo Cabral- La Nueva Mañana
La mañana del 2 de agosto de 2010 Corina Fernández se despertó y preparó a sus hijas de 9 y 10 años para llevarlas al colegio en Palermo, Buenos Aires. A la misma hora su ex pareja Javier Weber se disfrazaba de anciano, se ponía una peluca y preparaba un revólver calibre 32.
Esa mañana, ella dejó a las chicas en la escuela y cruzó la calle. Javier se le acercó, la llamó por su nombre y le disparó seis veces. “Te dije que te iba a matar, hija de puta”, le dijo mientras le pegaba el arma al pecho. Corina lo había denunciado 80 veces por amenazas. Se habían separado hacía un año y medio, y él no dejaba de repetirle que la iba a asesinar a ella, a las nenas y que se iba a pegar un tiro.
Corina estuvo internada 21 días en terapia intensiva y actualmente vive con dos balas en uno de sus pulmones. Su caso es emblemático: fue la primera vez en el país que un hombre fue juzgado y condenado por tentativa de femicidio. Le dieron 21 años de cárcel. Pasó cuatro detenido y murió enfermo y preso.
Los comienzos
Era verano en Punta del Este, Uruguay. Corina tenía 25 años y acababa de terminar un noviazgo de mucho tiempo. En la playa conoció a Javier Weber, de 30 años, manager de la banda de punk rock Los Violadores. Iban a recitales juntos, se divertían. Los dos eran de Buenos Aires.
Ella vivía con su mamá en Palermo y él vivía solo. Cuenta que intentó dejarlo muchas veces porque sentía que no era para ella. Que no había posibilidades de proyectar nada. Sin embargo, fueron pasando los años y cada vez se le hacía más difícil escapar de esa relación. Hasta que un día juntó valor y lo dejó. La violencia física no había aparecido aún, aunque Javier sí descargaba su agresividad contra objetos como ceniceros y paredes, mostrándole a Corina lo que podía también descargar sobre ella.
Desde que sobreviviste trabajaste en la lucha contra la violencia de género. ¿Encontrás alguna explicación a su origen y contexto?
– Hay un fenómeno que se repite. Mientras el varón vive en la casa de los padres su enojo lo despliega con la madre, hermanos, etcétera. Hay muchas mujeres víctimas de violencia que pasan años de novias y que no ven un solo golpe o agresión, pero basta que se vayan a vivir juntos para que comience el maltrato. Asistí a más de 300 mujeres y es una regla de tres simple: o eligen el modelo del padre, de la madre, o la misma historia. En mi caso mi mamá lo maltrataba mucho a mi papá. Él fumaba y tosía, entonces lo mandaba a dormir a una pieza de servicio. Mi papá pedía permiso hasta para abrir la heladera. Yo veía eso y decía ‘si yo el día de mañana trato a un hombre así de mal, me muero’. Y cuando me fui de casa, la que estaba siendo tratada como mi papá era yo. Antes estuve siete años de novia con él. Intenté alejarme varias veces pero al final no me quedó más remedio que ir a vivir con él.
¿Por qué decís que no te quedó más remedio que vivir con él?
– Porque llevaba seis meses separada y él me llamó para decirme que había conocido a alguien. Y que si yo no lo quería, se iba con esa persona. Y claramente pudo más el orgullo. Como me había pasado algo similar con otro novio, que después de mucho tiempo se había ido a vivir a Estados Unidos, dije: ‘otra vez sopa, no’. Entonces decidí probar. Tendría que haberlo dejado ir, pero no lo hice.
¿Y ahí qué pasó?
– Me fui a vivir con él y comenzaron los ataques de pánico de tanto que laburaba. Él no aportaba nada. La garante del alquiler era mi vieja, no podía irme. Y ahí aparece algo que suele acompañar las historias de violencia que es el miedo a la madre, a no ser mala hija, a no crear problemas.
Hiciste 80 denuncias por amenazas cuando te separaste, previo al ataque. ¿Durante la convivencia también te amenazaba?
– Teníamos una pelea fuerte al año, pero en general no era de pegarme. Sí, como se puede ver en la película, me tiraba un vaso de agua, me revoleaba un cenicero, pero darme una trompada, no. Una vez me tiró un plato de fideos en la cabeza, delante de mis hijas. Imaginate la vergüenza y la humillación. Yo me estaba yendo a trabajar y tuve que salir a bañarme, a cambiarme. No es una trompada directa pero es peor porque no deja huella. La humillación no se va. Una vez mi hija más grande le preguntó ‘pa, cuándo vos le tirás cosas ¿las echás lejos para que no la toquen?’. Tenía 5 o 6 años.
¿Cómo fue tu camino de recuperación tras el ataque?
– Las nenas comenzaron terapia a partir del día en que vieron cómo me pegó, antes del ataque, y continuaron durante nueve años. La más grande tiene 20 años y la más chica, 19. Conocí a mi psicóloga y salvación, Graciela Ferreira, que creó la Asociación Argentina de Prevención de la Violencia Familiar, donde actualmente trabajo. Ejercí lo que predico, así como la violencia es todo lo que daña, la forma de erradicarla es el amor, la paciencia, el cariño, el cuidado. En mi casa, vivimos las tres solas en un clima de mucha armonía, mis hijas confían mucho en mí. La más grande estudia para ser neurocirujana en la UBA y la otra quiere ser abogada penalista. Son muy buenas alumnas y personas que la pasaron mal y son empáticas con los demás.
“No me mates”, es el nombre de la película dirigida por Gabriel Arbós y protagonizada por Corina que refleja su propia historia. Puede verse en la plataforma CINE.AR de forma gratuita