Las amenazas y balaceras a propiedades de la ciudad no cesan y se volvieron moneda corriente. Es una modalidad para amedrentar a sus moradores que no da tregua ni tiene freno desde el ámbito público. Este miércoles se registraron dos nuevos hechos que fueron denunciados. Una balacera al frente de una casa en barrio Pichincha y una nota amenazante a la dueña de una casa en zona sur para que abandone la propiedad. Los casos son investigados por la Fiscalía en turno.
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Una nueva amenaza de usurpación fue en la noche de este martes en una casa de pasillo ubicada en Centeno al 200 casi Ayacucho. Su propietaria, de 43 años, le contó al personal policial que llegó al lugar que le dejaron una nota por debajo de la puerta donde la amenazaron para que abandone la propiedad.
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El otro hecho se registró cerca de la 1.30 cuando personal del Comando Radioeléctrico llegó hasta una propiedad ubicada en Jujuy y Suipacha. Allí fueron atendidos por una mujer que les contó que poco antes escuchó varias detonaciones de arma de fuego y cuando salió había tres orificios de bala en el frente de la casa y uno en la ventana. En el lugar se encontraron 4 vainas servidas.
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Confuso, en Pichincha
El ataque en Pichincha, en la madrugada de este miércoles, tiene antecedentes que pueden aportar a la investigación de los motivos y autores. “No sabemos por qué nos hicieron esto. Estamos con incertidumbre porque es lo que sucede en todos lados. Es lo único que puedo decir”, dijo la joven de 23 años que habló con algunos medios y dijo ser una de las habitantes de la vivienda.
Sin embargo, reconoció que su madre, hace 18 años, ocupó esa casa por –argumentó– necesidad: era sola con cuatro hijos y su progenitora. Incluso, sabe quiénes son los propietarios: «Son italianos y jamás recibimos ningún reclamo e incluso no hay familiares en Rosario. Presentamos hace años los papeles para que nos den una escritura”, redondeó la muchacha.
Insistió en que, antes de la violencia de este miércoles, no habían tenido reclamos por la ocupación. Y agregó que las personas que hoy viven allí mantienen la propiedad e incluso la reacondicionaron aportando plata porque «todo era un desastre».
No tenemos horarios normales
En la vivienda, continuó, viven nueve menores y ocho adultos. Y reconoció, ante quejas de vecinos, que reciben visitas de amigos. “No tenemos horarios normales», admitió la joven a El Tres tras los reclamos por los movimientos en el domicilio cuando cae el sol. La joven argumentó que esas visitas se sucedían hasta antes de que comenzara la pandemia, de parte de familiares y amigos que, dijo, se ganan la vida cuidando coches.