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No queda otra, para que el teletrabajo sobreviva, las empresas tendrán que invertir

“Las experiencias vistas en el marco del aislamiento obligatorio dieron lugar a improvisaciones de todo tipo y en alguna medida construyeron la expectativa de poder sustituir la presencialidad por el trabajo remoto”, sostiene el economista y docente Sergio Arelovich

Mariela Mulhall

El nuevo virus obligó a ajustar los modos de producción en sintonía con las condiciones generadas por el aislamiento. Una de las estrategias fue el trabajo remoto.  Pero para que la modalidad se masifique más allá de la pandemia, las empresas deberán abandonar la lógica de la imprevisión que impuso la emergencia. Es que si no se invierte en infraestructura y formación que posibiliten la transformación digital, solo se conseguirán productos de mala calidad además de sobreexigir a las fuerzas laborales.

Como economista y docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Sergio Arelovich viene siguiendo los cambios de paradigmas en los modos de producción vinculados a los saltos tecnológicos, fenómeno que precede al covid-19. “Las experiencias vistas en el marco del aislamiento obligatorio dieron lugar a improvisaciones de todo tipo y en alguna medida construyeron la expectativa de poder sustituir la presencialidad por el trabajo remoto”, señala quien, además es coordinador del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate).

Sin embargo, no se muestra tan optimista a la hora de pensar que la modalidad pueda extenderse a toda la economía. “Sin perjuicio de que haya posibilidades de hacerlo en determinadas actividades, lo claro es que tal proceso de sustitución requiere desarrollos de protocolos, contenidos, formatos, entrenamiento de planteles, construcción de dispositivos”. Y por sobre todo, asegura que la profunda transformación demandará “tiempo y dinero”.

También reconoce los riesgos de reconvertir los entornos y modos tradicionales a los remotos, sin inversión apropiada. “El intento de sustituir sin hacer nada en los procesos de trabajo sólo traerá aparejada la caída de la calidad de lo que se haga y la inevitable sobreexplotación de las fuerzas laborales”, asegura.

Para Arelovich,  la extensión del trabajo remoto más allá de la coyuntura actual, “dependerá de un abanico de factores”. Entre ellos citó los costos de producción, la calidad que se busque en los procesos de trabajo, las tecnologías disponibles, la pericia acumulada en su utilización, la competencia en los mercados.

“La escalada tecnológica permite imaginar transformaciones severas en los procesos de trabajo, tanto remotos como presenciales y el trabajo a distancia llegó para quedarse, inclusive mucho antes de la pandemia. Y es claro que en un conjunto importante de ramas de actividad que consisten en la producción de tangibles eso no será posible, sin descartar la manipulación remota de medios de trabajo, autómatas programables o robots porque hoy las tecnologías lo permiten”, explicó.

Retraso en Argentina

Según un informe recientemente publicado por  el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) en el marco de la pandemia,  el aparato productivo de la Argentina “se encuentra rezagado en términos tecnológicos” y solo un 3 por ciento de las empresas implementa prácticas de teletrabajo. Por lo tanto, para masificarlo “hay que desarrollar una estrategia de transformación digital que permita llegar a los segmentos empresariales más alejados a la innovación tecnológica”, un proceso que significaría “altos riesgos para el sector privado”.

Con respecto al potencial del teletrabajo en el mercado laboral argentino, el mismo informe reconoce que en el mejor escenario, el porcentaje de trabajos que puede realizarse desde el domicilio se encuentra entre un 27% y un 29% de los trabajos totales, análisis que surge de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).  El retraso en el acceso digital también se observa en las viviendas particulares, con profundas brechas sociales.

Una de las incógnitas que suscita la extensión del trabajo a distancia es si impactará negativamente en el empleo genuino. Sobre todo, si se considera que los distintos saltos tecnológicos de la historia expulsaron a cientos de miles de trabajadores en aquellas áreas que fueron reemplazadas. Según Arelovich, “el resultado dependerá de la correlación de fuerzas sociales en pugna. Lo evidente es que el crecimiento de las actividades tradicionales y de la industria manufacturera en particular dan cuenta de un retroceso frente a las actividades llamadas de servicio”.

En esa línea, se refiere a las ventas de empresas ligadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) que en los últimos años muestran una evolución inédita. Entre 2014 y 2018, corporaciones como Apple, Google, Netflix, IBM, Facebook, Twitter, entre otras tantas que se ubican en el rango digital, duplicaron o triplicaron sus facturaciones declaradas. En el mismo período de cinco años, Mercado Libre pasó de 557 a 1.440 millones de dólares y Amazon saltó de 88.988 a 232.887 millones de dólares. Ambos casos son emblemáticos, si se considera que en tiempos de pandemia multiplicaron aún más sus ingresos a raíz del aumento en la demanda por compras online.

Sectores más vulnerables

Con la actual improvisación del teletrabajo en tiempos de covid-19, Arelovich cuestiona la extensión de jornadas de trabajo y la eliminación de feriados, lo que implica una vuelta inimaginable al capitalismo del siglo XVIII o XIX.

A modo de ejemplo se refiere al sector docente. “Los efectos del aislamiento necesario fruto de la pandemia despertó en las instituciones educativas la posibilidad del desarrollo de opciones de educación a distancia –previa a la aparición de nuevas tecnologías–apoyándose en el uso de la conectividad para vínculos remotos. Sin embargo, el sustrato material y personal disponible no permite tal proceso de sustitución sin un previo desarrollo que puede llevar años y que a la vez no son de aplicación para cualquier área disciplinar”, opina.

En el intento por sustituir el carácter presencial de las aulas “se desnudaron las carencias y las desigualdades preexistentes tanto en la población docente como en la estudiantil”. Entonces, maestros y profesores debieron utilizar herramientas y dispositivos pagados con sus propios salarios, solventar servicios de conectividad y usar sus instalaciones hogareñas. En definitiva, “sustituyeron inercial y acríticamente la financiación estatal”.

Otro sector vulnerable que menciona es el bancario, muy atravesado por “los cambios de roles en los procesos de trabajo y de consumo como producto de la tecnología”.  En ese marco, tuvieron gran implicancia la aparición de los cajeros automáticos con cada vez más servicios disponibles, el home banking, las aplicaciones para telefonía móvil y “la permisividad para el desarrollo de prácticas de outsourcing”. El alarma se enciende cuando se relaciona el número de operaciones  en contraposición con las horas trabajadas por el personal ocupado y la tasa creciente de autoservicio por parte de titulares de cuentas.

Escalada tecnológica

Arelovich reconoce que el trabajo a distancia existe desde hace mucho tiempo, aunque “con la aparición de internet, el creciente desarrollo de tecnologías de la comunicación, aplicaciones, capacidad de procesamiento, almacenamiento, velocidad y calidad de transmisión, dispositivos portables, ha mutado a formas difíciles de imaginar hace pocos años atrás”.

En ese aceleramiento, señala una línea de tiempo que se inició en 1967 con la aparición del primer cajero electrónico del banco Barclays, en Gran Bretaña y, dos años después, con la  primera versión d  transmisión remota, la red Arpanet, en Estados Unidos. En ese último país, en 1971 Ray Tomlinson realizó ensayos del correo electrónico. En 1980 apareció la PC y dos años después “sin prensa” se conocieron los primeros emoticonos; luego sobrevinieron los protocolos para las conexiones entre computadoras.

En la década siguiente, 1994 es un año clave. La World Wide Web vio la luz,  se fundó Yahoo y Amazon, se creó el bluetooth y se inauguró internet en Argentina. El año siguiente, Microsoft sacó al mercado su primera versión de window y desarrolló internet explorer. En 1997 se fundó Netflix, un año después Google y en 1999 se desarrolló la conexión wifi. En el año del atentado a las Torres Gemelas, 2001 apareció Wikipedia. En el período 2003-2004 se acentuó el aceleramiento y apareció el navegador Safari y los sitios Mayspace, Linkedin, Skype, plataforma WordPress Y luego el vértigo se sucedió año tras año con distintas apariciones:

2004 Facebook, Gmail, Flickr, Vimeo

2005 Youtube

2006 Spotify / Google siguió con el desarrollo de su bigdata, Hadoop

2007 Twitter

2008 Google Chrome y primeras aplicaciones móviles

2009 Whatsapp y Bitcoins

2010 Instagram y Pinterest

 

 

 

 

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