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No queremos ser parte del problema

El 18 de febrero de 2020 el diario El País publicó un artículo escrito por Tedros Adhanom Ghebreyesus. Nombre difícil, igual que su trabajo: es el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El etíope, especialista en inmunología, usaba uno de los medios de comunicación con más alcance en Europa para hablar de otra pandemia que ayudaba al covid-19 a estirar sus tentáculos invisibles por el mundo: la infodemia.

Para el director de la OMS, comunicar algo no chequeado sobre la nueva enfermedad iba a generar más contagios y más muertes. Escribió: “La infodemia obstaculiza las medidas de contención del brote, propagando pánico y confusión de forma innecesaria y generando división en un momento en el que necesitamos ser solidarios y colaborar para salvar vidas y para poner fin a esta crisis sanitaria”.

El gobierno argentino acusó recibo rápido contra el covid-19 y la infodemia. Cerró fronteras e impuso aislamiento. En abril su agencia de noticias, Télam –que nutre a gran parte de los medios de comunicación del país– creó un sitio web especial donde las personas pueden (si, aún hoy) denunciar la circulación de noticias falsas.

También pueden chequear si la cadena de WhatsApp que reciben por celular es cierta. Incluso comprobar que el supuesto infectólogo que contradice las medidas de aislamiento en Facebook no es un profesional matriculado sino un actor de la serie Grey´s Anatomy.

La infodemia es real. Entre abril y julio un equipo de Conicet ayudó a Télam a desmentir más de 100 noticias falsas sobre covid-19. En paralelo, funcionarios y funcionarias pedían a las personas que siguieran los canales oficiales del Estado para informarse. Temían lo que pudieran reenviar con o sin malas intenciones. Temían lo que ya conocían de algunos medios de comunicación, que entre el apuro y sus intereses políticos-económicos, iban a desinformar, pero no se harían cargo de las consecuencias.

¿Y por casa?

Acá también tenemos intereses económicos y políticos. El económico es llegar a fin de mes. El político es hacerlo construyendo una alternativa informativa para una ciudad donde los medios (y las posibles lecturas de la realidad) están cada vez más concentrados.

Desde marzo sumamos otro interés en nuestra agenda: producir información que no traiga más contagios y muertes por covid-19. No queremos ese cargo de conciencia. Más o menos prolija (o popular), esa es la idea. Estamos en la misma que ustedes. Sufrimos y tenemos ganas de que termine lo antes y mejor posible. Lo único que nos separa es que trabajamos de esto.

Tenemos algo de experiencia, tiempo de Google, archivo y algunos teléfonos que ustedes no. Nada más. Lo único que ofrecemos es perspectiva. Esa que suma a una conversación o inicia otra nueva hacia a una sociedad más equitativa, inclusiva y democrática, le cueste a quien le cueste. Porque cuesta. Hay mucha información. Hay mucho ruido. Hay demasiado ego.

Queremos (insisto en que es una expresión de deseo y no una realidad) darles perspectiva a que nos cuidemos más. Es como el cuento Dailan Kifki, de María Elena Walsh, que empieza cuando una persona abre la puerta de su casa y su entrada estaba bloqueada por una enorme montaña gris que no la deja salir.

Cuando empuja la masa gris hacia la vereda y se aparta reconoce que en realidad era un elefante. Y de una de sus orejas una carta colgada decía: “Soy muy trabajador y cariñoso, y en materia de televisión me gustan con locura los dibujos animados”.

Ojalá nos acompañen otro año a mirar juntos al elefante. Feliz cumple y gracias.

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