Patricio de Mayo / Especial para El Ciudadano
En abril del 2020, Financial Times, tribuna política del liberalismo financiero, publicó una nota contradictoria en relación con su característica línea editorial. “El virus revela la fragilidad del contrato social”, tituló el diario londinense, que liberó el artículo al público sin suscripción para darle mayor difusión.
Los gobiernos nacionales diseñaron políticas de contención en alimentos, salud y rentas monetarias en forma de subsidio para evitar que el COVID19 desencadenara en una crisis social mayor. Según la prensa liberal, lo que se insinuaba allí era el regreso de los estados de bienestar.
Mayor inversión pública, impuestos progresivos y otra distribución de las ganancias. “Como los líderes occidentales aprendieron durante la Gran Depresión y luego de la Segunda Guerra Mundial, para demandar sacrificio colectivo se debe ofrecer un contrato social que beneficie a todo el mundo”, explicaban.
Con la fase más aguda de la pandemia terminada, las cosas no parecen suceder como vaticinaba el Financial Times. Las recetas expansivas del presupuesto, donde perduran, se muestran impotentes ante la volatilidad de los mercados y los profundos cambios en el precio de los suministros esenciales generados por la guerra.
El conflicto bélico, la inflación global y los problemas ambientales que padecen amplias franjas de la población, profundizan la concentración de riquezas y la desigualdad social, perfilando un mundo con grandes brechas en las condiciones de vida.
Los que ganan, los que pierden
En diciembre del 2021, el World Inequality Lab, un centro de investigación que elabora estimaciones sobre problemáticas sociales a escala planetaria, lanzó su segundo “Informe sobre la desigualdad global 2022”.
El trabajo surge ante la necesidad de elaborar estadísticas que contemplen la forma en la que se distribuye y acumula la renta. “A pesar de que los gobiernos de todo el mundo publican las cifras sobre el crecimiento económico cada año, los reportes no detallan cómo se distribuye el crecimiento entre la población, es decir, sobre quién gana y quién pierde con las políticas económicas”, afirman los autores.
En 2018, el grupo coordinado por el economista francés, Thomas Piketty, lanzó su primera publicación con cifras lo suficientemente escandalosas y reveladoras como para entender la poca repercusión mediática que ha tenido. La inadvertida publicación de su segundo reporte, dirigido por el economista Lucas Chancel, es más ambicioso en sus mediciones e igual de esclarecedor en sus resultados.
Según los especialistas, la proporción de ingresos que capta actualmente la mitad más pobre de la población mundial es aproximadamente la mitad de lo que era en 1920, antes del desmembramiento de los países occidentales y sus colonias. Al cotejar datos, los autores aseguran que “las desigualdades globales parecen ser tan grandes hoy como lo fueron en el pico del imperialismo occidental a principios del siglo XX”.
Los indicadores varían en grado y forma de acuerdo al continente y las políticas locales tendientes a contrarrestar o profundizar la desigualdad. Por ello la investigación dedica un capítulo a las diferencias de la distribución dentro de cada país.
Otro aporte de mucha importancia es el abordaje de la pandemia. Las cifras permiten comprender en qué medida las condiciones de vida de un amplio sector de la población mundial cayó estrepitosamente como resultado del COVID19. Si bien las tendencias de concentración y desigualdad preexistían a la crisis sanitaria, su aceleración durante estos años ha sido notable.
Veamos cómo se expresan en números algunas de estas conclusiones. El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% del ingreso global, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5%.
Una persona del 10% superior de la distribución mundial del ingreso gana 87.200 € (122 100 USD) por año, mientras que una persona de la mitad más pobre de la distribución mundial del ingreso gana 2.800 € (3 920 USD) en la misma cantidad de tiempo.
Fuente: World Inequality Lab. “Informe sobre la desigualdad global 2022”
Con todo, no es la diferencia en ingresos la estadística más asombrosa. La cifra sobre acumulación de riquezas registra márgenes superiores. Por ejemplo, “la mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2% del total de la riqueza. En contraste, el 10% más rico posee el 76%”.
En términos monetarios, “la mitad más pobre de la población cuenta con un patrimonio de 2.900 € PPA por adulto (4 100 USD) y el 10% superior tiene un patrimonio de 550 900 € (771 300 USD)”.
Sobre las desigualdades al interior de cada país, la brecha entre el promedio del 10% superior y el 50% inferior de las personas se duplicó, de 8,5 veces a 15 veces. En los países considerados emergentes o en vías de desarrollo, el aumento de la desigualdad, a pesar de la recuperación económica y un fuerte crecimiento, tienden a crecer.
Fuente: World Inequality Lab. “Informe sobre la desigualdad global 2022”
Durante la pandemia, el crecimiento de la riqueza del mundo aumentó muy poco, pero del total generado, la minoría de mayores ingresos acrecentó sus ganancias.
Entre 2019 y 2021 la riqueza del 0,01% más rico creció un 14%, mientras que la riqueza global promedio se estima que aumentó solo un punto. En estos dos años, la riqueza multimillonaria creció por encima del 50%.
El saldo de tamaña transferencia de recursos lo aporta el relevamiento del Banco Mundial. La crisis sanitaria llevó a cerca de 100 millones de personas a la pobreza extrema, elevando el total mundial a 711 millones. El relevamiento precisa que los sectores de bajos ingresos son los principales damnificados, sobre todo en los países emergentes.
El negocio del hambre
Para el caso de América Latina, los datos relevados del World Inequality Lab pueden complementarse con el trabajo publicado recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, analiza el valor de los alimentos y el rol estratégico que desempeña el continente en la exportación de materias primas.
Durante los últimos dos años, consigna la investigación, casi 3.100 millones de personas de todo el mundo no podían permitirse una dieta saludable. Para el caso latinoamericano, el informe releva los datos correspondientes a los últimos dos años. En el 2021, un total de 45,1 millones de latinoamericanos (7,4%) estaban desnutridos. Para el segundo período, estas cifras aumentaron, alcanzando los 49,4 millones de personas (8%).
Los autores sostienen que la disparada de precios registrada en el bienio 2021-22 está impactando en el costo de los productos complicando todavía más el cuadro social para los próximos años. “La seguridad alimentaria y la nutrición adecuada, ambos problemas que ya aquejan a la región, serán cada vez más inalcanzables”.
La gran paradoja es que mientras las posibilidades de acceder a una dieta saludable se restringen, el continente es el principal proveedor de alimentos del mundo.
La rentabilidad de los commodities se disparó con la interrupción en las cadenas de suministro provocadas por la guerra en Ucrania. El conflicto bélico afectó al transporte marítimo e impactó en el precio de los alimentos, la energía y los fertilizantes.
Los productores de materias primas viven una verdadera primavera comercial. Venden toneladas al mercado extranjero y se benefician de políticas devaluatorias que incrementan sus ingresos a costa de la pérdida de valor de las monedas nacionales.
En Brasil, durante el 2021 la devaluación del real cercana al 7,4% ha hecho que sus ventas sean más competitivas en los mercados internacionales. Las estimaciones de la Secretaría de Comercio Exterior de Brasil (SECEX), sólo en el primer semestre de 2022, indican que las exportaciones de carne, soja y café ascendieron a 79.300 millones de dólares.
En Uruguay, el sector exportador tuvo una demanda récord en 2021. La Asociación Rural del Uruguay (ARU) calcula que el país vendió en promedio al exterior más de 31 millones de dólares por día. Los referentes de la entidad rural no salen del asombro al revelar como de un año a otro, los bienes exportados crecieron por encima del 43%.
Por primera vez en la historia, el país oriantal, superó la barrera de los 11.000 millones de dólares en ventas al mundo. Sus exportaciones incluyen la carne, producto líder del ranking, la celulosa, la soja, los lácteos y la madera.
En Argentina, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) difundió que el agro aportó 65 de cada 100 dólares exportados durante el primer semestre de 2022. Durante esos seis meses, “el país registró el mayor ingreso de dólares de las últimas décadas con una cifra cercana a los 22 millones por la exportación de granos, cereales y subproductos”, precisa la entidad.
Con el “dólar soja”, el complejo agroexportador incrementó sus beneficios reduciendo al mínimo el arancel por retención. A partir del éxito del tipo de cambio preferencial, vendedores de soja vuelven a retener la cosecha para exigir un nuevo aumento tratando de llevar el tipo de cambio a $225.
Los sectores vinculados a la producción de materias primas obtienen ganancias exorbitantes que algunos comparan con los niveles de principio de siglo, cuando la demanda china de productos de primera necesidad era un factor de peso en el crecimiento de las economías latinoamericanas.
Nada de ello se registra en los sectores más vulnerables de la población, donde la restricción de alimentos saludables amplifica el estado de vulnerabilidad y desamparo.
El ascensor y la escalera
Según analistas internacionales, la inflación actual es un problema de alcance planetario y puede empujar al mundo a la recesión. El epicentro de la crisis es Europa que desde el comienzo de la guerra registra niveles de aumento históricos.
En ese marco se desenvuelve la inestabilidad política del Reino Unido, pero también el déficit presupuestario alemán que, al igual que España, ya supera los dos dígitos de inflación. Francia, Italia y Portugal le siguen de cerca con una leves variaciones.
El premio Nobel en Economía, Paul Krugman, considera que la inflación no es el resultado de una demanda recalentada sino del incremento que disparó la guerra en los costos de la energía y el transporte.
Los bancos centrales arrancaron el año revirtiendo las políticas expansivas que desplegaron para hacer frente a la pandemia. Los incrementos de la tasa de interés en Estados Unidos y Europa, traen sus consecuencias para el tercer mundo y sus trabajadores.
Krugman considera que la respuesta que brindan los países al problema de las subas en precios están beneficiando desproporcionadamente al capital sobre el trabajo generando una caída tremenda de los salarios.
Argentina es uno de los países más perjudicados por este escenario de inflación galopante. Mientras el gobierno implementa un ajuste fiscal a caballo de una utilización regresiva de las reservas en dólares, la moneda parece caer del lado de los actores económicos con capacidad de determinar el rumbo.
Si bien el último mes registró una leve desaceleración, desde mitad de año la inflación no baja de 6,5%. Ya son varias las consultoras y analistas que están convencidos sobre la marca que alcanzará para diciembre. Se espera que los guarismos superen el 100%.
En esta frenética carrera por ganarle a la inflación, las empresas y los sindicatos pelean con herramientas de intervención muy distintas. Es que detrás de la relación entre precios y salarios se esconde la puja entre los sueldos y las ganancias empresariales. Al fin de cuentas, no se trata de una variable técnica, sino de un criterio de economía política.
En el “filantrópico” cónclave de IDEA, que lleva el lema “Ceder para crecer”, los referentes de la cúpula empresarial sostuvieron que el escenario social de Argentina puede terminar en un desborde, por lo cuál es necesario hacer “un esfuerzo”.
Lo cierto es que empresas como Ledesma, Molinos, Arcor, Techint, La Anónima, entre otras, exhibieron balances para el último período con un incremento sideral de la rentabilidad que no guarda ninguna relación con lo que pagan por salarios, contribuciones patronales o aportes.
Pedir explicaciones a grupos que pujan por aumentar sus ganancias en medio de un desequilibrio fenomenal de los estándares de vida no parece ser una costumbre por estas latitudes. Sin embargo, ¿podría decirse lo mismo del viceministro de economía, Gabriel Rubinstein, quién admitió con una pasmosa naturalidad que los márgenes empresariales están varios puntos por encima de lo normal?
El secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, no se quedó atrás. Por momentos parece olvidar su rol de funcionario público, para sacar a relucir su faceta de industrialista convencido del derrame. “El lema del Coloquio de IDEA debería ser crecer primero para luego ceder”, predica de Mendiguren.
Mientras los precios en alimentos continúen registrando incrementos desproporcionados y el salario crezca muy por detrás de las subas, resulta inevitable que crezca el segmento de trabajadores que teniendo empleo formal, utilizan una parte considerable de su salario para cubrir necesidades básicas.
La situación se agrava entre aquellos que trabajan en la informalidad o que viven directamente de las prestaciones sociales. Estos serían los sectores que según INDEC, engrosan las filas de la marginalidad, cifra que escaló a 8,8% en el último mes.
Si los precios suben por el ascensor, la escalera por la que trepan los salarios está cada vez más empinada.