Esteban Paulón*
A cuento de ciertos debates en estos días estuve pensando algunas ideas para mejorar la calidad educativa en nuestro país. Y se me ocurrieron varias, que me permito humildemente proponerles al jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y a la ministra de Educación Soledad Acuña.
En primer lugar les sugiero emitir un Decreto para que con carácter inmediato las zapatillas del alumnado no se rompan más, y sus suelas no se gasten. Luego habría que dictar otra norma para que todas las pelotas pateadas al arco en un partidito en el recreo entren y sean gol. Sumaría una medida para que las tizas no hagan chirriar los dientes cuando chocan contra el pizarrón. Y agregaría una que produzca automáticamente el fin del acoso y la violencia en todas las Escuelas. Listo. ¡Todo resuelto!
Así de insólita y ridícula suena también la medida anunciada recientemente por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que pretende prohibir el uso del lenguaje inclusivo en todas las escuelas del orbe porteño.
Y es insólita y ridícula porque es imposible prohibir por decreto algo que, simplemente, sucede. Es que no se puede desconocer la realidad. Y no se puede tapar el sol con la mano.
Ningún decreto del ejecutivo porteño evitará que buena parte de la sociedad dé entidad en palabras a lo que sucede en la base social
El lenguaje no es otra cosa que la expresión verbal y el medio de comunicación de un determinado momento social y un determinado estado de cosas. Por tanto no sólo es dinámico sino que será el tiempo –y no ningún tipo de decreto– el que dirá si lo que hoy circula en palabras (y anima encendidas polémicas) habrá llegado para quedarse o será ave de paso.
Ni los gritos y la desesperación de Viviana Canosa, ni las diatribas de Milei, ni ningún decreto del ejecutivo porteño evitarán que buena parte de la sociedad dé entidad en palabras a lo que sucede en la base social.
Es que vivimos un momento marcado por la emergencia de nuevos actores y actoras sociales, por el protagonismo y visibilidad de los feminismos, las disidencias, las identidades no binarias y los derechos igualitarios. Y todo eso –y más– es lo que está expresando el lenguaje inclusivo.
Negar su existencia, o impedir su práctica, no lo evitará. Y no hará otra cosa que seguir ensanchando la brecha entre una concepción de mundo que aún mira la vida a través de cristales binarios, y otra que emerge rompiendo estructuras y abrazando la diversidad.
Poder comprender sobre qué temas y de qué modo circula la conversación estudiantil, es central para que el proceso educativo se desarrolle exitosamente.
De otro modo la incomunicación entre estudiantes y Cuerpo directivo y docente, provocará la coexistencia de dos realidades diferentes.
Conectar con el estudiantado en vez de impulsar políticas represivas y discriminatorias
Es por ello que me permito sugerir, ahora sí en serio, a Rodríguez Larreta y Acuña, que prueben con conectar de mejor manera con el estudiantado en lugar de impulsar políticas represivas y discriminatorias que niegan eso que es evidente, que está ocurriendo justo frente a sus y nuestras narices.
Porque ya lo dice el dicho, que no por antiguo pierde vigencia, no se puede tapar el sol con la mano.
*Director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGBT+