“Vine a Rosario por amor” afirma Giorgio Ganciu quien conoció en el chat a quien hoy es su esposa, Lucía Miranda, ambos de 27 años. El Tano, como obviamente lo bautizaron sus compañeros del restaurante del Hotel Savoy, donde trabaja de mozo hace un poco más de un año, desborda simpatía y habla sin parar, es amable, atento y dispuesto. Va y viene por el salón del mítico bar de la esquina de San Lorenzo y San Martín, habla con todos los parroquianos y cuando lo hace con El Ciudadano suelta: “El diario es muy leído acá”, antes de sorprenderse: “¿Una nota? ¿Me van a hacer una nota?”.
Ganciu llegó de la isla de Cerdeña, de la región de Sassari, atraído por una mujer rosarina, profesora de italiano, que con el afán de practicar el idioma se cruzó con Giorgio y luego de unos meses de escribirse y tener largas conversación por Skype, el Tano le mostró el pasaporte y el pasaje Roma-Buenos Aires por la webcam. Llegó en septiembre de 2011 desde las tierras de Giuseppe Garibaldi para radicarse con su flamante conquista cibernética.
“Me encanta Rosario. Hay mucho de Italia en el comportamiento, en las cosas buenas y en las malas también, son increíbles las similitudes. En casi un año y medio que estoy veo claramente las dos ciudades, la del centro y las de los barrios. Vi en los saqueos de hace un mes que se lo hacían a Cristina, se ve que hay intereses para sacarla de la silla. Parece que no valoran el gobierno que tienen. ¡Yo, que vengo de padecer a Berlusconi!”, exclama Giorgio, todo un conocedor de la realidad política nacional.
Inquieto, verborrágico, gesticula y dice que conocía Argentina por Diego Maradona y por Javier Zanetti, su ídolo en Inter de Milán, equipo del que es fanático. “Me encanta el fútbol, al Inter lo seguía por toda Europa cuando jugaba la Champions, aquí cuando no trabajo juego al fútbol con amigos y así fue como tuve un esguince”, relata entusiasmado y afirma que el próximo 6 de septiembre, cuando se casará por iglesia, quiere ingresar al altar de la mano con su amada Lucía con la canción Zadok the Priest, interpretada por Handel, música de la Champions League.
A la hora de encontrar similitudes, Giorgio señala que Rosario “es una ciudad con mentalidad de pueblo, no es el caos de las grandes capitales”. “Se podría vivir mucho mejor”, suelta, convencido. “Somos muy parecidos, la comida, el estilo de vida, la siesta. En Italia sólo falta el mate, después somos idénticos”, se ríe.
El Tano se enoja por una situación que padeció su mujer, a quien la tiraron al suelo, la golpearon “para robarle 120 pesos” en la vereda de su edificio: “Ésa es la Rosario que nadie quiere, no se entiende la violencia que se ve… Que no se haya jugado el clásico, por ejemplo… En Italia, un clásico entre Inter y Milán no lo suspenden los hinchas, se juega igual a puertas cerradas. ¿Cómo puede ser que no puedan jugar los equipos de acá?, se pregunta, y allí no parece haber respuesta.
Como mozo en el Savoy se cruzó con Joe Cocker, los Roxette, o Cacho Castaña, pero sueña que alguna vez regrese el Puppi Zanetti quien ya se hospedó en ocasión de jugar con su Fundación contra los amigos de Messi. “Lionel es de Rosario y aquí lo aman, pero no te enojes si te digo que me gusta más Maradona. Diego fue siempre un tipo que habló y tomó posición contra el establishment, Messi creo que es la imagen perfecta para el establishment. No en vano ganó cuatro balones de oro… A Messi nunca lo escuché hablar de nada; ojo, es el mejor del mundo, sin dudas, pero le falta ese ángel que tenía Diego”, agrega Giorgio.
A la hora de trazar una impresión sobre Rosario no duda: “Hay una ciudad que es magnífica y otra que me irrita, lo que veo como algo negativo es que aquí primero se toma el mate y después se hace el trabajo. Fui al Hospital Italiano para hacerme ver el tobillo que me lesioné jugando al fútbol; me dieron un día y un horario, fui y el doctor no llegó nunca. Hay una actitud de que determinada cosa no se puede hacer sin antes intentarlo. Lo veo en todo los niveles, como una desidia o falta de interés en buscar soluciones a los problemas. Ojo que en Italia también sucede. En Roma también se roba y no son los extranjeros. Me avergüenza admitirlo: en Italia, el cómico genovés Beppe Grillo hizo una comparación con la Argentina, y somos igualitos”, acepta.
Giorgio va y viene con su bandeja, saluda, se demora unos minutos en una mesa y vuelve a conversar: “Soy futbolero y en esta ciudad no tuve otra que inclinarme por el equipo de Arroyito”, dice. Y explica: “Soy fana del Inter. Y su clásico rival es el Milán, y sus colores son rojo y negro: no puedo ponerme esa camiseta. Además en Inter jugó Killy González…”, concluye con una carcajada.