El novelista chino Mo Yan fue distinguido hoy con el Premio Nobel de Literatura 2012, dotado con 1,2 millones de dólares, anunció la Academia Sueca en Estocolmo.
Según argumentó el jurado, el galardonado, de 57 años, «es capaz de unir con un realismo alucinatorio leyendas populares, la historia y lo contemporáneo», según informó la agencia de noticias DPA.
Su novela “Sorgo rojo”, llevada al cine en 1987 por el director Zhang Yimou, hizo que se convierta en uno de los escritores más famosos de China.
Nacido en 1955 en la provincia oriental de Shandong, en el seno de una familia de campesinos, Mo Yan pertenece a esa “generación pérdida” de chinos que tuvo que dejar los estudios para trabajar en una fábrica durante la infame “Revolución Cultural” (1966-76) de Mao Zedong.
Aunque sus libros destacan por su aguda crítica social, Mo Yan consiguió sobrevivir en el difícil mundo de la Literatura china.
Mo, uno de los favoritos en las quinielas previas al anuncio, es conocido en Occidente.
Mo Yan ha publicado en chino numerosas novelas y relatos breves. Hasta el momento cinco de sus novelas han sido traducidas al español: Sorgo rojo (El Aleph, 2002), Grandes pechos, amplias caderas (Kailas, 2007) publicada en 1996 en China. Las baladas del ajo (Kailas, 2008). La vida y la muerte me están desgastando (Kailas, 2009); y Rana (Kailas, 2011).
El nombre verdadero de Mo Yan es Guan Moye, pero adoptó su seudónimo («No hables», en mandarín) en su primera novela. Mo, que se hizo adulto durante la Revolución Cultural china, cuando el afán intelectual se convirtió en algo sospechoso, explica que eligió su seudónimo porque tenía fama de ser directo al hablar y quería recordarse a sí mismo que no debía decir demasiado.
Pero su literatura le trajo algunos inconvenientes políticos. A raíz de su novela Fengru feitun («Pechos grandes y caderas amplias»), de 1995, que causó polémica en China por su contenido sexual, el Ejército chino le forzó a escribir una autocrítica y Mo tuvo que retirar su obra de la circulación.
En declaraciones, el flamante premio Nobel aseguró que nunca le preocupó la censura al momento de decidir los argumentos de sus novelas. «Siempre hay ciertas restricciones a la escritura en cada país», declaraba en 2010 a la revista Time, antes de agregar que esos límites podían representar en realidad una ventaja al forzar al autor a «ceñirse a la estética de la literatura».