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“Nos dicen cuáles son nuestras luchas. Como si no pudiéramos hablar de economía, de ambiente»

Keili González nació en Nogoyá, Entre Ríos, a unos 110 km de la capital provincial Paraná. Hoy tiene 28 años. Se define como trava, transfeminista, militante, socialista, pobre, villera, sudaca, pueblerina y anticlerical

“Yo no soy una travesti que solamente quiere hablar de lo que le acontece por el hecho de ser travesti, soy una travesti que quiere disputar. Estoy atravesada por otras cosas”. Keili González nació en Nogoyá, Entre Ríos, a unos 110 km de la capital provincial Paraná. Hoy tiene 28 años. Se define como trava, transfeminista, militante, socialista, pobre, villera, sudaca, pueblerina y anticlerical. Esas posiciones conviven en ella y la atraviesan de pies a cabeza en su activismo. Una cosa para Keili es clara: su militancia travesti no la limita nada más a las temáticas de género y diversidades LGBTIQ+. Para ella esa es una carátula impuesta con la que no comulga. “Nos dicen cuáles son nuestras luchas. Parece que nosotras no podemos hablar de economía, de ambiente, solamente podemos hablar de nuestros penares, de cuántos machos vimos a la noche para conseguir un sucio peso y ahí hablar de trabajo sexual o prostitución. O estamos condenadas a hablar de cómo hacemos para disimular nuestra barba o cómo escondemos nuestros genitales y los atrofiamos para disimular, cómo construir feminidades impuestas para ser consumidas y así sucesivamente. Tenemos un delimitante de hablar de dónde hasta dónde”.

Keili comenzó a militar a los 13 años, entrando en la adolescencia. “En términos personales, yo no creía que podía cambiar el mundo, pero en un momento donde lo travesti era condenado, producto de una sociedad machista, heteropatriarcal y todas sus normas, yo necesitaba pensar y darle un sentido a mi vida. Sentía que iba a estar condenada a morir muy joven por el simple hecho de estar existiendo. Darle un sentido a mi vida implicaba luchar, hacer que mi paso por aquí fuera con la satisfacción de ser parte de ese todo colectivo que quería cambiar esta sociedad”.

“Pensé en politizar todos los ámbitos posibles para reconvertir la bronca, el malestar, el dolor y el daño que esta sociedad me había hecho para hacerlo transformador”, sostiene la activista en relación a cómo el travestismo se convirtió para ella en un posicionamiento político desde donde actuar y encarar la realidad. 

Su contexto e historia familiar hicieron de Keili quien es hoy. “Yo viví en un rancho de lata, me crié en la villa San Martín (Nogoyá). Hoy vivo en un barrio, entonces no me fue muy difícil entender de qué lado tenía que estar o los intereses que tenía que defender. Para mí haber estudiado fue muy dificultoso. No me imposibilitaba tanto mi identidad, lo que me obstruía también era la falta de posibilidades”. 

“Yo era una maricona más que de repente sufrió violencia familiar. Una vez me escapé por la ventana y me fui a un bar de la periferia, un bar de barrio y ahí di con todo el mundillo travesti. Ese bar es el ícono de las travas acá en Nogoyá. Ahí tuve contacto y por fin me vi reflejada en esas personas, así, cara a cara, las podía ver, su forma de expresarse. Todo lo que yo había deseado en mi infancia”.

Desde muy joven Keili empezó a recorrer la provincia de Entre Ríos luchando por los derechos de la comunidad Travesti-Trans. “En ese momento no había militancia trava acá. Por eso a mí se me reconoce tanto la militancia trava organizada, porque ya se hacían manifestaciones pero eran esporádicas, mi provincia era muy virgen en esa lucha. No era una militancia que se manifestara en búsqueda de los derechos. Teniendo 13 años comencé a ser parte de los debates más importantes con las grandes referentes, como en la Ley de Educación Sexual Integral, el Matrimonio Igualitario. Era la única de la provincia que participaba de esos debates siendo una niña”. 

Entre los rincones de la provincia que recorría se encontraban Concordia, Diamante, Victoria, Concepción del Uruguay, entre otros. Keili relata: “Yo me escapaba con mis compañeras, repartíamos forros y tratábamos de organizarlas diciendo que podíamos vivir otra vida. Planteábamos la organización, decíamos «hay una sociedad que nos está condenando a morir jóvenes». Teníamos una expectativa de vida entre los 32 y los 40 años. Así fue como yo después me hice muy conocida en mi ciudad”. 

“Yo estudiaba, era la abanderada del colegio. Terminé el Colegio Normal, el más grande de la ciudad, ya siendo una travesti. Durante mi trayecto ahí empecé a problematizar más cosas de mi vida, el por qué estaba condenada. Yo escuchaba ahí relatos como «me encantaría quedarme a dormir, a ver una peli, tener un novio». Y me hizo un poco de ruido. ¿Por qué nosotras no tenemos una vida como los demás? Nosotras, además de estar sumidas en la pobreza, somos excluidas por el solo hecho de existir”.

Keili considera que la movilización es una herramienta fundamental para la lucha en defensa de los intereses de las disidencias, de las mujeres, de la clase trabajadora. En relación a esto manifiesta: “En mi barrio a mí se me conocía como una gran luchadora, la misma que salía a defender cuando se quería despedir o se quería desalojar las tomas de la gente del volcadero. Cuando los camioneros cortaban la ruta apoyando al campo estaba ahí cagandolos a piedrazos. También cortando las rutas porque las compañeras no tenían para comer o se las condenaba a la muerte. Y hoy, más grande, cortando el puente por los humedales y todo lo que eso representa”. 

Ser nogoyaense también es un aspecto que la define y atraviesa en sus decisiones, en su accionar. Observa: “Me crié en un villa de un pueblo que claramente no es lo mismo que la villa de las grandes ciudades. Por ahí también pasa mi posicionamiento de definirme como una trava pueblerina, porque no defiendo los mismos intereses que las grandes ciudades, no tenemos las mismas problemáticas”.

Su interés por la política, por la movilización, decantaron en la adultez en una candidatura a diputada provincial. Se presentó a elecciones en el año 2019 por el MST, en el Frente de Izquierda Unida. “Hace dos años fui primera candidata a diputada provincial siendo una travesti. El partido por primera vez pasa las primarias, estuvimos muy cerca de entrar en la Cámara. No se pudo dar. Independientemente de eso, ahí empecé a transitar lo que sería el MST, el Frente de Izquierda Unida. También en sus organizaciones, como la Red Ecosocialista, asimismo en un espacio en la organización que lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, en el Movimiento Sin Trabajo. Estoy en todas porque los que quieren militar en los pueblos somos pocos”. 

“En estos espacios entendí que la catástrofe sanitaria, ambiental, es posible de revertir si cambiamos el modelo productivo, económico, social. Entender eso fue la matriz que me ayudó a pensar y a tener una conciencia ambiental”, dice Keili. 

Sin embargo, la militante manifiesta que muchas personas travestis-trans no son consideradas o son desoídas en causas que escapan a las de género y disidencias, tales como el ambientalismo. Respecto a esta situación, asegura: “Entendí que yo era una travesti y que estaba atravesada no solamente por problemas de la condición de ser travesti pobre, sino por un ambiente, un contexto que también me afectaba. Acá, por ejemplo, estamos rodeados del uso de agrotóxicos, tenemos un volcadero a cielo abierto, tenemos una instalación porcina cerca, contaminación atroz que también estamos señalando y denunciando”.

El activismo ambientalista para Keili se convirtió en un punto clave en su mapa de luchas. “Pelear por una Ley de Humedales que esté pensada en la medida de nuestras necesidades y no a la medida justa de los gobiernos para poder habilitar negocios extractivistas o especulaciones inmobiliarias. Sabemos que eso es posible gracias a los gobiernos que comandan el Estado. Esto, que afecta el futuro de mi familia, de la sociedad, de mis hermanas travas, me impulsó de alguna manera a luchar, a querer transitar la red ecosocialista”, puntualiza. 

“Les travestis también tenemos que disputar espacios ahí. Soy ambientalista que no postula desde el lugar hegemónico. No solamente soy zurda y defiendo esto desde el trostkismo y mi estructura partidaria, sino que también lo defiendo desde mi travestismo. Siempre hablan otres en nuestro nombre, ni siquiera nos permiten hablar porque no pueden digerir nuestra brutalidad, nuestra forma de expresión. Vincular mi travestismo, vincularlo al malestar que yo padecía, implicaba también abrirme a estos otros espacios”, remarca.

En relación a la transversalidad de las problemáticas que habitan la realidad de la comunidad travesti-trans, Keili apunta: “Nosotras somos el margen del margen, imaginate lo que impacta no tener la mínima medida de protección, porque esto tampoco se trata de un sálvese quien pueda. Ahí están todos los riesgos, en que si yo no vivo en un ranchito cerca del volcadero no puedo sacar cartones, y ahí puedo contagiarme una enfermedad por las ratas, juntando para poder comer. Tiene que ver con ese contexto, con la situación de vulnerabilidad en la cual nos encontramos”. 

En línea con lo anterior agrega: “La comunidad trava por eso también plantea la necesidad de una Ley Integral Trans. Está buenísimo el Cupo Laboral, lo defendemos y lo vamos a acompañar porque no nos vamos a oponer a leyes progresistas jamás, pero no es solamente eso. Yo no solamente vengo atravesada por la situación laboral, sino también por la falta de acceso y permanencia en el sistema educativo, de salud, y ni hablar el espacio de recreación, de esparcimiento, la cultura”. 

“Ya no somos la atracción o el bicho raro, también queremos ser otras cosas, artistas por ejemplo, un arte contrahegemónico, mostrar todo el mariconaje y travestismo. Por eso hablo de que yo no me quiero definir de un lado hasta otro, soy todo eso porque todas estas luchas me atraviesan. Para mí no hay una lucha que merezca más dedicación que otra, hay que poner el cuerpo”, concluye Keili.

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