El 6 de julio de 2020, cuando el mundo ya estaba bajo cuarentenas y se insistía en el lavado de manos y distancia física, más de 200 científicos de distintos países firmaron una carta abierta dirigida a la Organización Mundial de la Salud -OMS- donde presentaban nueva evidencia que indicaba que el covid 19 se transmitía por aire. La insistencia en esta hipótesis había empezado en marzo por un grupo más reducido, eran 36,y José Luis Jiménez era uno de sus integrantes. En diálogo con El Ciudadano el químico analítico y atmosférico de la Universidad de Colorado en Estados Unidos habló sobre el panorama actual de la pandemia. Y estableció dos posibles escenarios: “Si no hay otra variante que se salte la inmunidad de Ómicron entonces creo que bajará y se convertirá y seguirá habiendo casos pero ya no serán olas tan grandes una vez que haya habido olas en todos los sitios. Y si sale otra variante, en abril estamos con la ola de la variante Omega”.
También repasó cómo fue el momento que parte de la comunidad internacional de científicos se organizó para interpelar las disposiciones de la OMS que solo se enfocaban en la higiene de manos, superficies y distancia de dos metros.
Variantes y covid persistente
Cuando hace un año empezó la campaña masiva de vacunación en el mundo, el fin de la pandemia se vislumbró por primera vez como un horizonte cercano. Desde entonces, Manaos, Delta y, ahora, Ómicron fueron algunas de las palabras que pusieron en tensión las expectativas y dieron aviso de que la pandemia aún no acaba.
¿En qué fase estamos? «Esto depende de las variantes porque ya pensábamos que se acababa después de la variante inglesa, luego pensamos lo mismo con la Delta y ahora con Ómicron estamos donde estamos. Este es un virus que muta bastante y se muta cuando se transmite. Ómicron se está transmitiendo más que todas las variantes anteriores juntas, entonces si los casos anteriores nos han traído Alpha, Delta y Ómicron, pues no sería sorprendente que esto nos traiga Pi, Omega y yo que sé», respondió Jiménez.
Además, sostuvo que con estas mutaciones estamos ante «la teoría de la evolución en tiempo real»: «¿Por qué ha sido Ómicron exitosa? Porque se transmite rápido y evade la inmunidad. Esta es la presión».
Estableció dos posibles escenarios: «Si no hay otra variante que se salte la inmunidad de Ómicron entonces creo que bajará y se convertirá y seguirá habiendo casos pero ya no serán olas tan grandes una vez que haya habido olas en todos los sitios. Y si sale otra variante, en abril estamos con la ola de la variante Omega».
Sobre los vaticinios que hicieron algunos sobre el fin de la pandemia con Ómicron, Jiménez lo resumió con el siguiente término: Hopium. En inglés, es una combinación entre las palabras «hope» (esperanza) y «opium» (opio): «Es ignorar la realidad de que pueden salir más variantes e ignorar el covid persistente. Hay mucha gente, el cinco o diez por ciento de gente que tiene covid y luego tiene síntomas a largo plazo. Las aseguradoras de vida de Estados Unidos dicen que el número de muertos de gente en edad de trabajar es un cuarenta por ciento mayor de lo normal. En una catástrofe histórica de un siglo es un diez por ciento, nunca hemos visto tantos muertos. Lo que ocurre es que hay gente que sale del hospital y luego está tocado y muere a los seis meses y esos no son muertos de covid. Hay estudios que dan cuenta de que la gente que ha estado en el hospital, un año después, entre la mitad y las tres cuartas partes no se han recuperado. Y esto también ocurre con los casos suaves y en niños».
Para Jiménez la mayoría de los gobiernos a nivel internacional no están luchando contra la transmisión del virus porque consideran que con la enorme cantidad de contagios que provocó Ómicron y la aplicación de vacunas se logrará la inmunidad necesaria, «pero están jugando con fuego porque puede salir otra variante y la transmisión descontrolada de Ómicron nos pone otra vez contra las cuerdas. Están exponiendo a mucha gente al covid persistente».
También consideró que el sistema de salud no está preparado para atender de forma masiva casos de covid prolongado. «Por más que sea el diez o el cinco por ciento de los recuperados de covid, a nivel mundial significan millones de personas».
¿En qué consiste el covid persistente o long covid? «Este es un virus neurotrópico. Entonces, se mete en el cerebro y los pacientes pueden tener niebla mental o problemas cognitivos o distorsiones en el gusto u y olfato. También se han reportado síntomas psiquiátricos, secuelas en los pulmones, mucha fatiga, debilidad muscular. También se ha visto que en los niños la probabilidad de diabetes es del 250 por ciento porque se piensa que se infecta el páncreas. Es un virus que infecta muchos órganos, no es como la gripe, la gripe no se mete al cerebro o al páncreas».
Hay un debate en la comunidad científica sobre si estas secuelas son las mismas si el contagio se da en personas vacunadas y «parece que menos, pero se está investigando».
En las últimas semanas en Argentina hubo modificaciones con respecto a la forma de aislamiento en casos positivos y en contactos estrechos, se redujeron los días con la sugerencia de los días siguientes, hasta llegar al décimo, «extremar los cuidados».
¿Es una medida basada en la ciencia o responde a otras necesidades? «Eso es un desastre, es parte de no luchar contra la transmisión y decir: se van a contagiar todos y yo ya no voy a hacer nada. Me parece irresponsable. Los científicos que estudian esto dicen que es una barbaridad porque hay gente que contagia a los siete u doce días y hay estudios que indican que hay mucha gente que contagia sin síntomas».
Seguramente, consideró, «tenían que hacer esto porque sino iba a colapsar la estructura de la sociedad, o sea no iba a haber suficiente gente para trabajar y para mantener las cosas abiertas. Pero ya es una decisión política de ignorar la transmisión. Es una presión también sobre el sistema de salud. Al principio de la pandemia se decía que había que aplanar la curva para poner una consigna intermedia entre ponerle una penalización a la sociedad, le estamos cerrando cosas, para proveer un alivio al sistema de salud. Ahora se está decidiendo que el alivio es todo para la sociedad. A la sociedad no le ponemos restricciones y a los trabajadores de salud como se dice en España, joder».
«Sobre si las personas vacunadas contagian o no hay distintos estudios, algunos dicen que contagian lo mismo y otros menos, pero está claro que contagian por eso estamos en una ola tan tremenda», explicó.
Cambio climático
El químico fue más lejos y sostuvo que en este momento es incluso es más grave y preocupante los signos que ya hay sobre cambio climático. «La covid pasará o a lo mejor se queda pero no será igual, pero el cambio climático va a matar a cientos de millones de personas porque crea sitios de pandemias, de guerras, de desplazamientos, hay muchas zonas de mucho calor donde ya no se va a poder vivir o zonas que tenían lluvia y que dejarán de tenerla entonces no van a tener agua. Esto se sabe hace mucho tiempo. Y repito algo que se estuvo compartiendo en Twitter, que es un lugar donde los científicos debatimos mucho: Si la política de tu gobierno es que se mueran los vulnerables de covid pues ya sabes cuál es su política para el cambio climático. Esto lo resume muy bien».
Para profundizar en este paralelo dijo: «La estrategia ha sido que todo sea responsabilidad individual. Si tú estás preocupado por el cambio climático usa menos tu carro, no vueles, come menos carne y no tengas hijos. Este es el mensaje, para quitar la atención de que el gobierno debería dejar de usar combustibles fósiles lo más rápido posible».
«Para los gobiernos es mucho más conveniente lo que se dijo al principio de la pandemia. Decir que se transmite por gotas que se emiten al estornudar o toser y sostener que había que limpiar superficies fue muy conveniente para los gobiernos y la gente en el poder porque todas las medidas son para los individuos: tienes que lavarte las manos, guardar distancia, desinfectar. Si te contagias Ah pues, ha sido tu culpa, no te habrás lavado las manos bien o no te has puesto la mascarilla bien. Sin embargo, si admites que va por el aire y que puedes contagiarte en la escuela, en una oficina del gobierno o de una empresa, ahí hay otro tipo de control y responsabilidad».
«El mundo es como es y no como quisiera que sea, es así. Nos tenemos que convertir todos en activistas y esto solo se logra si entiendes lo que pasa», concluyó.
Comunidad organizada
«Al principio de la pandemia empezamos a ver que el virus se expandía y no parecía que lo fueran a controlar. Entonces me empecé a interesar en la transmisión», contó. Así, el doctor en ingeniería se puso en contacto con la investigadora Linsey Marr de Virginia Tech, que estaba trabajando en la transmisión de virus por aerosoles, y compartieron una duda aunque aún no tenían evidencia: si la propagación estaba siendo tan rápida, ¿quizás el virus se transmitía por aire?
Hasta ese momento, en marzo de 2020, la OMS había comunicado que la principal vía de contagio era a través de las gotas que salen despedidas de nuestras bocas y narices cuando estornudamos o tosemos, por eso las medidas de prevención se enfocaron en la distancia de dos metros y la limpieza de manos y superficies que podrían estar contaminadas.
El 29 de marzo se publicó en Los Angeles Time un artículo sobre un contagio masivo en un coro que no había suspendido sus ensayos presenciales. El 6 de marzo habían asistido 60 personas: una semana después 45 habían sido diagnosticadas con covid y más tarde, dos de ellas fallecieron. Para los dos investigadores un contagio tan masivo solo podía explicarse si la transmisión era por aire.
El 31 de marzo se contactó con él Lidia Morawska, de la Universidad Tecnológica de Queensland en Australia, y lo invitó a unirse a un grupo de científicos expertos en calidad del aire y aerosoles que ella dirigía para apelar a la OMS sobre la importancia de la propagación aérea. El 3 de abril consiguieron una reunión virtual con la mayor representante de la OMS referida a la pandemia, Maria van Kerkhove, y otra funcionaria del Comité que se había conformado para estudiar la forma de transmisión del virus. La reunión terminó mal y las autoridades de la OMS descartaron de lleno la posibilidad de que los contagios fueran a través del aire.
«Una cosa curiosa es que era una enfermedad nueva, sin embargo en el comité había seis expertos de cómo lavarse las manos y cero expertos de transmisión por el aire. Es una cosa muy sospechosa, ¿no? Cuando nos reunimos nos trataron de locos, nos gritaron y no nos hicieron ni caso. Luego escribimos una carta que la culmino yo diciendo ‘Habéis hecho estos errores de lógica’ y ni nos contestan», relató Jiménez.
Por entonces, siguieron investigando para sumar evidencia y el 6 de julio firmaron una carta abierta 239 científicos de 32 países donde postularon que el aire tenía un papel importantísimo en la transmisión del virus, hecho que instaba a que se actualicen protocolos.
La información fue replicada por el New York Times y desde entonces se fue sumando cada vez más evidencia del rol que tienen los aerosoles en detrimento de la hipótesis de contagios a través de superficies, que todavía no ha reunido suficiente evidencia.
Los aerosoles son partículas que quedan suspendidas en el aire cuando hablamos, gritamos, cantamos o simplemente respiramos. Las gotas más grandes caen más rápido al suelo, son las que expulsamos al toser o estornudar. Pero las microgotas son las que conforman estos aerosoles que quedan suspendidos en el aire, sobre todo en espacios cerrados. En la carta se postulaba que el mayor riesgo se daba en interiores donde había nula o mala ventilación.
De hecho, Jiménez plantea que la comunicación debería estar orientada en este sentido: se trata de una pandemia de interiores: «Desde muy pronto en la pandemia se han visto estudios hechos en marzo de 2020 en Japón en donde muestran que la probabilidad de contagio en exteriores es por lo menos veinte veces menor. Está clarísimo que si el contagio en interiores fuera el mismo que en exteriores no estaríamos en pandemia, no estaríamos hablando ahora. Esto es una pandemia absolutamente de interiores, lo que no quiere decir que en exteriores no te puedas contagiar cuando hablas cerca de alguien. Por eso sirve la analogía del humo con los aerosoles. Es como el humo de un fumador. O por ejemplo, si en el exterior puedes oler el aliento a ajo de alguien si estás cerca, ese aliento es el aire que sale de esa persona y entonces te puedes contagiar».
«Actualmente hay cero casos demostrados de transmisión por superficies. Hay muchísimos casos en los que tienen cámaras que siguen a la gente y no consiguen pillar un solo caso de transmisión por superficie. Si esto estuviera transmitiendo la pandemia, no sería tan difícil ¿no? Hay una probabilidad en diez mil. Entonces lo de las superficies no es imposible y está bien lavarse las manos pero más por otros patógenos, para evitar las intoxicaciones alimentarias, pero para la covid debería ser la recomendación número 15 porque lo más importante es el aire», desarrolló. Por eso la ventilación cruzada o aire libre y el uso ajustado de barbijos de buena calidad son fundamentales para evitar contagios.
Enumeró así situaciones peligrosas que muchas veces no se advierten como tales porque caló hondo el miedo al contagio por contacto: como cuando una persona se quita la mascarilla al entrar a un bar cerrado pero se lo pone al salir al exterior o cuando alguien se toma un taxi donde el conductor iba sin barbijo y con las ventanillas cerradas pero se lo coloca cuando entra un pasajero -en ese caso, el aire ya estaría muy contaminado si el taxista está infectado.
Un siglo de debate científico
«Una de las razones por las que la OMS se ha resistido tanto a admitir el papel de los aerosoles es porque estos científicos negacionistas estaban atascadísimos en un error de 1910», disparó.
El investigador resume que durante siglos, antes del XIX, se creyó que la mayoría de las enfermedades se transmitían por aire. Pero en un sentido que era incluso «un tanto fantasmagórico» porque se creía que un virus podía viajar por el aire de un país a otro. El cólera y la malaria fueron dos enfermedades que en un principio se consideró que se propagaban por el aire y luego se descubrió que una se propagaba por el agua y la otra por los mosquitos.
Los avances en las investigaciones llevaron a un cambio drástico en la ciencia y, planteó Jiménez, se pasó a considerar que hubo «un error de superstición de la historia». Es entonces cuando el investigador en salud pública Charles Chapin planteó en su libro «Las causas y modos de infección», publicado en 1910, que la transmisión por aerosoles era casi imposible. Por entonces no había tecnología suficiente para investigar el funcionamiento de los aerosoles.
El planteo de Chapin se convirtió en el paradigma de la transmisión de enfermedades infecciosas que dominó en gran medida el siglo XX y que se aplicó tal cual al inicio de la pandemia por coronavirus. En otro reportaje Jiménez detalló que «Chapin defendía que nos infectamos al estar cerca de alguien. Pero, como experto en salud pública, creía que si la gente piensa que se contagia por el aire no le iban a hacer caso y no se iban a proteger».
Esta idea se transformó en un dogma y demoró que en enfermedades como la tuberculosis, el sarampión y la varicela se aceptara el papel del aire. Se tardó cuatro décadas en reconocerlo para la tuberculosis y siete para el sarampión.
Sobre el covid-19, si bien hacia octubre de 2020 ya había un amplio consenso científico a nivel mundial sobre el papel de los aerosoles, la OMS recién lo reconoció de manera oficial en mayo de 2021.