La conferencia de obispos católicos resolvió el martes cambios clave en la cúpula del Episcopado que buscan expresar un nuevo momento de sus relaciones con el mundo político. El cuerpo, reunido en la quinta La Montonera de Pilar, le dio un nuevo mandato al arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, como presidente. El titular de la diócesis de Buenos Aires, Mario Poli, a quien el papa Francisco designó en su reemplazo al ser elegido pontífice el año pasado, será el vicepresidente segundo en lugar del diocesano de Neuquén, Virginio Bressanelli. Como vice 2° fue reelegido el arzobispo de Salta, Mario Cargnello. Como secretario del episcopado irá el arzobispo de Chascomús, el marplatense Carlos Malfa.
Este diseño manifiesta movimientos políticos más que claros, que no se apartan del estilo usual entre los obispos y mezclan tendencias complementarias. La continuidad de Arancedo es eso, la continuidad, eje de la conducta eclesiástica. La elección de Poli, esperada por todos, explicita la mano de Francisco, que avanza con planes y hombres propios en el armado de su esquema de poder, algo que estuvo limitado (por los propios obispos) durante su mandato como cardenal primado. Fue el elegido para ir a Buenos Aires después de ser arzobispo de La Pampa. Tiene formación teológica, se hizo junto a Bergoglio, de quien fue auxiliar y es, en la nueva cúpula, el hombre que representa el perfil de Francisco, que orbita entre el más rancio conservadorismo doctrinal y el progresismo pastoral más crudo y que tiene anclaje en el sector de los curas villeros.
Para cortar esas espesuras, la elección de Malfa, un obispo joven, muestra el rostro más negociador con el mundo político. Su estilo es el de la convivencia con el mundo público y es uno de los prelados que mejor diálogo tiene con el gobierno. Con habilidad política, expresa un bergoglismo avant-la-letre porque se mueve como un obispo conservador pero hereda las referencias de su maestro de juventud, el recordado cardenal Eduardo Pironio, un emblema del progresismo de antaño. Expresa el perfil de Malfa el lema de su obispado: “Alegría y Paz”, una fórmula que no traduce el lema de Bergoglio “Hagan lío”.
En esto no se aparta de la línea de quien deja la Secretaría, el obispo auxiliar de Buenos Aires Enrique Eguía Seguí, que como Malfa llevó el día a día de la política del Episcopado con buenas relaciones con el gobierno. Eguía seguirá siendo gravitante porque en la Capital atiende la llamada “zona Centro”, es decir los asuntos pastorales que van desde Plaza de Mayo hasta el barrio de Flores.
La asunción de Malfa puede arrastrar más novedades porque en la intención de la nueva conducción está confiarle la Secretaría de Prensa o vocería del cuerpo, hasta ahora en manos del párroco de Virgen de las Flores, en la diócesis de Morón, Jorge Oesterheld, una piedra en el zapato en las relaciones de la Iglesia con los políticos. Ha sido el centro de varios entuertos odiosos para el gobierno por sus posiciones firmes. Es un hombre de San Isidro que se formó junto a monseñor Jorge Casaretto, ya retirado, que era un duro en las relaciones con la política y que podría haber hecho suyo el lema “Hagan lío”.
Una alternativa que discutió en las últimas horas Arancedo fue darle la Secretaría de Prensa al actual auxiliar en La Plata del conservador Héctor Aguer, monseñor Alberto G. Bochatey. Éste fue uno de los mencionados para reemplazarlo a Eguía en la Secretaría que al final quedó para Malfa.
Oesterheld ya anunció su retiro y el destino final de su oficina se resolvería en otra reunión en Pilar, adonde se designarán a los titulares de la veintena de comisiones del cuerpo.
En octubre pasado, al conocerse la intención del actual vocero de dedicarse sólo a su parroquia, se conoció el compromiso del Episcopado con una firma de relaciones públicas. Se informó de una “tercerización” de la prensa de los obispos, en línea con la idea de Francisco de profesionalizar las comunicaciones del Vaticano y darla a consultores privados.
Esa empresa, de la familia Fernández Madero, ligada a la Iglesia, hizo saber que el compromiso era atender las comunicaciones del Episcopado hasta fin de año. Por estas horas se sabrá si Malfa asume la vocería, un rol muy acomodado a su estilo personal –es el anti-Poli–, si se mira el perfil reservado del arzobispo que representa al Papa en la nueva cúpula. Si eso ocurre, el país asistirá al nacimiento de una nueva estrella mediática. Esto también lo celebra el gobierno, que recibió ya las seguridades de que si este sábado el Episcopado da a conocer algún comunicado no será de fuerte contenido político. Una manera de sellar una nueva etapa de mejores relaciones entre los dos poderes.