La Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) presentó el jueves al Senado de la Nación un proyecto para que las personas transexuales de 40 años en adelante reciban un ingreso equivalente a la jubilación mínima. Se estima que el beneficio llegará al 20 por ciento de este colectivo, cuya expectativa de vida es, en promedio, de 45 años. En Santa Fe, este ingreso alcanzaría a no más de 90 personas. “Es una política más de reparación que de inclusión, para un segmento que llega tarde a las nuevas políticas”, destacó Esteban Paulón, presidente de la Federación, quien junto a miembros de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros (Atta) llevó la iniciativa al Congreso Nacional.
Marcela y Loana comparten mates y bizcochitos. Son dos exponentes de las personas que estarían beneficiadas por esta especie de pensión. Las dos son trans. Marcela tiene 50 años, Loana acaba de cumplir 40 ayer. Ellas dos coinciden con Paulón: a pesar de la Ley de Identidad de Género, a pesar del nuevo DNI, a pesar de que los niveles de discriminación bajaron notablemente, nadie se la juega a la hora de contratarlas en un trabajo. Y encima a ellas ya se les está terminando esa vida útil que ahora se considera a la hora de emplear a cualquiera.
“Soy diseñadora de modas, decoradora de interiores y dibujante publicitaria. Y no consigo nada”, enumera Marcela, con una practicidad tal que pareciera que su situación ya no le afecta o al menos la toma con una llamativa normalidad. “Los logros son buenos. Pero nosotras necesitamos algo inmediato. A mí ya no me queda vida útil ni para ser trabajadora sexual. Sobre que ya es difícil conseguir trabajo a los 50, imaginate para los trans. Te piden curriculum, historia laboral. Para nosotras es imposible llegar a la jubilación”. Las dos destacan que las nuevas generaciones tienen muchas posibilidades de llegar a sus edades empleadas y con estudios. Es el fruto de años de militancia que ahora tiene que continuar para que el trabajo formal no sea una excepción. “Muchas de las chicas que están trabajando lo logran por cuestiones políticas. Otras tantas porque ya tenían su trabajo cuando cambiaron de género. La realidad es que nadie quiere contratarnos”.
Oficios
Loana llegó a los 40 y desde los 24 es trabajadora sexual. Antes, era carnicera. “Pero cuando hice mi cambio (de ser un varón gay a ser mujer transexual) me hablaron los dueños del supermercado. Me dijeron que así como era no podían sostenerme como empleada. Siempre está el miedo a qué dirán los clientes”, lamentó. Aún hoy sueña con volver atrás del mostrador y estar a cargo de la carnicería. Dice que es su profesión. El relato de cómo sabe cortar reses y elegir tiras de asado contrasta con su feminidad, su pelo negro, sus rulos, su maquillaje, perfecto y delicado a la vez.
Desde que eligió ser quien es ahora, Loana no volvió a buscar trabajo formal. “Empecé a trabajar en la calle y me fue bien. Con el tiempo pensé en que no podía trabajar toda mi vida de esto, pero una vez me pasó que fui a votar con mi DNI y no me dejaron. Me decían que no era la misma persona de la foto y no me creían. Cosas así te llevan a resignarte”.
Hay unos 6 mil documentos entregados a transexuales en todo el país desde que se aprobó la ley de Identidad de Género. De esos tantos, apenas un 20 por ciento pertenece a personas que hayan superado los 40. “No es fácil encontrar una trans de 50 años como yo. Soy uno de los últimos «travasaurios» vivos”, dice, con gracia, Marcela. La realidad, sin embargo, no es tan simpática. Según explicó, la muerte llega temprano a este colectivo a través de la pobreza, la discriminación, la violencia policial, enfermedades y hasta el suicidio. Los que sobreviven, lo hacen como pueden.
El proyecto
“Esta es una política más de reparación que de inclusión, para un segmento que llega tarde a las nuevas políticas. Proponemos un ingreso garantizado para estas personas, que cobrarían a través de la Ansés”, destacó Paulón. “Estoy de acuerdo con esta asignación, más por todo lo que hemos pasado. Nosotras fuimos tratadas como delincuentes, pasábamos más tiempo detenidas que en libertad sólo por vestirnos del sexo contrario. Nadie quiso ni nos dejó trabajar”, terció Marcela.
El presidente de la FALGBT aclaró que esta propuesta no incluye dejar de reclamar por el acceso integral al empleo, sino que se trata de ampliar alternativas y encontrar políticas de acompañamiento durante toda la vida: impulsar a las personas trans más jóvenes que no dejen la escuela y no tengan miedo de asumir su identidad, acompañar a la franja adulta con posibilidades de empleo real y reconocer a tiempo a aquellas que llegaron tarde a las políticas de inclusión y pasaron una vida de informalidad y exclusión sólo por ser distintas.
Gran parte de este colectivo no sólo ha terminado los estudios secundarios, sino que además tienen títulos universitarios de profesiones que nunca pudieron ejercer. “Muchas trans quieren tener alternativas laborales, la prostitución a veces no es una opción sino la única salida. Revertir es complejo pero hay que integrar abiertamente para que las propuestas sean reales, concretas”, explicó Paulón. Y citó a la activista Pía Baudracco, que acostumbraba a decir que las trans estaban destinadas a ser “putas, costureras o peluqueras”.