Son tres sensaciones por las que está pasando el hincha de Central en su odisea por el Nacional B. Primero era una obligación volver a Primera, algo así como un mandamiento impostergable. La misión a cargo de Merlo no prosperó, muchos jugadores, poco talento. Después le tocó a Rivoira, el elegido por todos, uno de los más campeones del ascenso, pidió cuatro jugadores y se los trajeron. Nada cambió, se fue antes de tiempo. La obligación se convertía en tortura.
Hasta que llegó Omar Palma, el ídolo de los cortos, el técnico que esperó quince años para debutar. Sin experiencia, rodeado de colaboradores se deglutió al Kily González, postergó a Lucho Figueroa y hasta sacó algunos partidos a Broun, puro impacto, de fútbol poquito. Pero algunos resultados favorables le valió para que lleguen los tiempos de soñar con alcanzar, al menos, la Promoción. Unión fue la medida tope, simple, juntando gente atrás entendió que los hinchas llenan tribunas, pero no juegan. Y desnudó las falencias de equipo armado a los ponchazos. Palma y los suyos cayeron en un laberinto que ellos mismos armaron. Del que se sale jugando al fútbol.
Y ahí aparece otra vez la frustración, Belgrano de Córdoba le queda a seis puntos cuando restan nueve por jugar. Parace muy difícil desde las ciencias exactas, los números. Aplicando reglas futboleras, es casi imposible. No es un buen equipo, no tiene un entrenador que haya conseguido su lugar por idóneo en la materia. Nada más agarró el Negro porque no había otro, «yo era el último de una lista de cien» dijo en su pequeño momento de gloria, y es verdad. Un par de días antes de su contratación el presidente, Norberto Speciale lo mandó a hacer experiencia un par de años. Pero, se adelantaron los tiempos.
Un final previsible entonces. La condiciones son diferentes para el próximo torneo, ahora hay tiempo y experiencia en la dirigencia. Con Palma, o sin él. Pero no se puede fallar otra vez, no existen los milagros en fútbol, solo se dan algunos hechos aislados con un formato parecido a la hazaña, pero en un torneo largo gana la previsibilidad de las cosas. Elegir el entrenador apropiado, y armar un plantel confiable. Si lo consiguen, la gente está. Siempre está, casi que es lo único que le queda.