Hace diez semanas, tres jóvenes de Villa Eloísa decidieron abrir su propio emprendimiento en el corazón de barrio Echesortu, un minimarket ubicado en San Juan al 2500 que lleva el nombre de su pueblo natal. Pero las cosas no salieron como las planearon ya que el negocio corrió la misma suerte que otros de la zona. El primer asalto lo sufrieron a mediados de agosto, cuando dos hombres los redujeron a punta de pistola y se fugaron con la recaudación, en un hecho que terminó a los tiros con gendarmes a tres cuadras del lugar. El segundo fue anteanoche, cuando uno de los dueños, de 20 años, fue abordado por dos pibes armados que tras llevarse la recaudación se fueron al trote. El muchacho hizo lo mismo que la vez anterior: corrió los pocos metros que lo separan de la casa del ministro de Seguridad de la provincia y le pidió ayuda a sus custodios, que hacen guardias las 24 horas en una patrulla. La respuesta también fue idéntica: que no tenían autorización para moverse del lugar.
Tras el nuevo hecho de inseguridad, los comerciantes de la zona, donde tiene jurisdicción la seccional 6ª, expresaron su malestar y resaltaron que la custodia montada frente a la casa de Raúl Lamberto no interviene ante los sucesivos asaltos perpetrados ante sus narices y que, además, las calles son tierra de nadie. De hecho, contaron que días atrás montaron un pasacalle frente a la casa del funcionario donde decían ser 140 vecinos indignados por la inseguridad. “El pasacalle duró pocos minutos, lo sacaron enseguida”, dijo una vecina que participó de la movida tras enumerar los robos del último mes: “Tres veces a la panadería que cerró, dos veces a los chicos del minimarket, una vez a la lavandería de al lado, y otras tres al frigorífico Chañal”.
Anteanoche, alrededor de las 21, Sharo, de 20 años, salió a la puerta del minimarket Eloísa para entrar los carteles. Alcanzó a ver que se le acercaron dos pibes y quiso cerrar la puerta, pero uno se precipitó y lo impidió con el pie. “Ahí le apoyaron un arma en la cabeza y le pidieron la recaudación”, contó su hermano a El Ciudadano. “Se llevaron unos 1.200 pesos y se fueron al trote, uno de los ladrones era re gordo y era fácil agarrarlo, así que mi hermano corrió hasta calle Mendoza para pedirle ayuda a los custodios de Lamberto, pero le dijeron que no”, agregó tras lamentar que durante la tarde de ayer volvieron a recibir la visita de la Policía para pedirles “los cien pesos de colaboración”, que por primera vez se negaron a pagar.
El hecho les recordó el sufrido el feriado del 17 de agosto pasado, cuando también fueron abordados por dos pibes que además de estar armados estaban visiblemente intoxicados. “Les dimos todo los que nos pedían: era feriado y hacía una hora que habíamos abierto. Pero los pibes estaban totalmente sacados, no entendían nada y movían el arma para todos lados. Uno se tiró en el piso a juntar las moneditas. Eran impresentables”, relató el joven, quien dijo que una vez que se fueron salió a correrlos y dispararon tres veces al aire. En esa oportunidad, los ladrones habían hecho salir a dos clientes, que resultaron ser una jueza y un fiscal provincial que también viven en el barrio, y quienes se habrían comunicado con efectivos de las fuerzas de seguridad. El robo terminó con un enfrentamiento armado entre dos de los tres ladrones que fueron detenidos en Riccheri y San Juan.
Días antes, otro hecho tuvo lugar en el comercio de al lado, una lavandería. Un pibe en bicicleta entró con un cuchillo en mano y le arrebató la notebook a la empleada, quien lo describió como “totalmente drogado”, al punto que no pudo sacarles los cables y comenzó a tirar de la computadora hasta arrancarla. El pibe se fue en bicicleta sin pronunciar palabra con la notebook en mano, y en menos de cien metros la utilizó para golpear a uno de los vecinos que intentó frenarlo. “Esto es tierra de nadie. Después de las ocho de la noche no se puede salir a la calle”, dijo la mujer indignada.