“La irrupción de masas de obreros, soldados y heterogéneas capas populares que se movilizaban con las mujeres a la vanguardia. El pronunciamiento era en contra de la guerra, las penurias económicas y la opresión”, escribe el historiador Hernán Camarero en su libro Tiempos rojos. El impacto de la Revolución Rusa en la Argentina sobre lo que sucedía en el Octubre Ruso (7 de noviembre según nuestro calendario) de hace cien años. Esos dramáticos acontecimientos de un país lejano, sin embargo, trastocaron el curso de la sociedad y la política planetaria al grado de mantener al mundo en tensión durante casi toda la centuria. De qué manera afectó a nuestra sociedad y nuestra política, cómo se posicionaron los trabajadores, los empresarios, la dirigencia política y las agrupaciones de izquierda, son los temas que aborda Camarero, abriendo una puerta para observar a la Argentina de un siglo atrás.
Las dos plazas
Desde su tapa, Tiempos rojos traza un paralelo entre los desarrollos históricos de Rusia y Argentina porque se expone en la parte superior una manifestación en Buenos Aires del Partido Socialista (PS) y del Partido Socialista Internacional (PSI), a propósito del fin de la Primera Guerra Mundial. La foto no es aleatoria, indica los elementos que se conjugaban junto al impacto de la Revolución Rusa. En la parte inferior de la tapa se observa a soldados leales a los bolcheviques que toman posiciones frente al Palacio de Invierno de Petrogrado, futura Leningrado. Rusia había entrado en la Primera Guerra Mundial para el bando de los Aliados y eso provocó una drástica crisis económica y social. La población reclamaba el fin de la guerra, el acceso a la tierra y al trabajo. El zar Nicolás II no pudo contener a los soldados en el frente de batalla ni tampoco a la población y debió abdicar aunque no halló sucesor y se produjo la denominada Revolución de Febrero. Así se formó un gobierno parlamentario con distintos partidos políticos, donde había liberales y socialistas, y que en parte fue representado por Aleksadr Kerensky. Al mismo tiempo, como en la pasada revolución de 1905, se habían formado “soviets”, es decir, asambleas de obreros que habían ocupado fábricas dejadas por sus antiguos dueños, que no querían afrontar la crisis. Estos soviets decidían en forma de democracia directa cómo continuar con el trabajo y en la política. Sin embargo, el gobierno de Kerensky no resolvió los problemas sociales y no sacó a Rusia de la guerra. A una represión a trabajadores en julio, siguió en agosto un golpe de Estado de derecha liderado por el general Lavr Kornilov, que fue desactivado por los trabajadores. La agitación social estaba en marcha y fue liderada por Lenin, dirigente de los bolcheviques, quien declaró “todo el poder a los soviets”, y terminaron tomando el Palacio de Invierno, la sede del gobierno en octubre.
Noticias revolucionarias
Argentina no estaba esperando las noticias de Rusia para aumentar su conflictividad social y eso deja en claro el autor al afirmar que hubo “tiempos rojos”. En ese sentido, Camarero da cuenta del devenir histórico argentino desde finales del siglo XIX hasta el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Al mismo tiempo, el libro explica el modo en que se desarrolló el movimiento obrero argentino y las agrupaciones de izquierda. Está claro que la Primera Guerra provocó distintas formas de crisis económica en todo el mundo y eso llevó al país a situaciones sociales dramáticas. Camarero afirma que en consonancia con Rusia, Argentina había iniciado un ciclo de huelgas para 1917. Eso no atenúa el hecho de que las noticias revolucionarias hayan acelerado algunos procesos.
El peligro maximalista
En una lectura de la prensa de la época, Camarero analiza el modo en que fue variando la percepción sobre las noticias que venían desde Rusia. En general, los sucesos de febrero tuvieron buena acogida en los diarios argentinos que ven positiva una reforma liberal en el imperio zarista aunque, si se atiende a La Nación o al socialista La Vanguardia, ni la elite argentina ni el PS aceptaron a la Revolución Bolchevique. Entre los empresarios se generó pánico debido a las noticias rusas pero también en cuanto a las repercusiones que la revolución iba adoptando en otras regiones del mundo como Alemania, Hungría o el “Bienio rosso” de ocupaciones de fábricas y campos en Italia, entre otros lugares, donde la revolución era tangible. Tanto La Nación, “el diario ganadero”, como lo denominaban anarquistas y socialistas, como todo el coro de la clase alta y media argentina, llamaron a esta ola de pavor “el peligro maximalista”. Eso explica las feroces represiones llevadas a cabo en la Semana trágica, en las huelgas de la Patagonia y en el conflicto con la empresa La Forestal, en el norte santafesino, donde se masacró a miles de trabajadores. Camarero hace hincapié en el sentimiento antisemita generado a partir de los sucesos de la huelga en los Talleres Vasena, en 1919. El diario de los Mitre hace referencias antisemitas, homologa a los inmigrantes judíos que provenían de Rusia con los revolucionarios y expresa su rechazo, se agita el fantasma “judeo-bolcheviques”.
Debates en la izquierda
En el seno de la izquierda y en particular del socialismo, también la Revolución Rusa generó debates y fracturas. Camarero se ocupa en especial del recorrido que tuvo el PSI, una parte del socialismo que luego se une a la Tercera Internacional y forma el Partido Comunista (PC). Sin embargo, el historiador no refiere a las noticias de Petrogrado como el inicio de la fragmentación del PS. Camarero expresa que desde que el PS adoptó la posición de Juan B. Justo de separar al partido de los sindicatos, se generó una oposición de izquierda en su seno que reclamaba tender lazos al movimiento obrero. Esa corriente halló su expresión –cuando se debatió sobre la participación argentina en la guerra mundial– tanto en el gobierno nacional como en el socialismo. Un congreso extraordinario del PS en abril de 1917 vio triunfar la posición de jóvenes en oposición a la guerra frente a la dirigencia de Justo. Sin embargo, el grupo de legisladores socialistas desobedeció el mandato y apoyó la posición de pedir explicación al Imperio alemán sobre los buques argentinos que ellos habían hundido, es decir, salían de la neutralidad que habían militado. El resultado fue que un sector del socialismo no aceptó la actitud de los diputados del PS, impulsó el diario La Internacional y, en enero de 1918, formó el Partido Socialista Internacional (PSI). Sobre esta formación, Camarero sostiene que fue una “corriente embrionariamente revolucionaria, no bolchevique”, porque muchos de sus principales dirigentes se fueron aislando a medida que el PSI iba tomando nuevos caminos.
Dos consortes difíciles
“Cada partido comunista fue el producto del matrimonio de dos consortes de difícil avenencia, una izquierda nacional y la Revolución de Octubre”, expresó Eric Hobsbawm y la cita le sirve a Camarero para plasmar el desarrollo que tuvo la formación del comunismo en la Argentina, así como los caminos que tomaron las corrientes de izquierda después de la Revolución Bolchevique. Si el socialismo se fragmentó, el anarquismo y el sindicalismo revolucionario también fueron afectados por los ecos revolucionarios. Los libertarios se entusiasmaron con el Octubre Rojo pero se fueron desilusionando a medida que llegaban noticias, salvo un grupo que fue denominado “Anarco-bolcheviques”, que se mantuvo fiel aunque por fuera del PC. Los sindicalistas revolucionarios también simpatizaron y se mantuvieron ajenos a las estructuras partidarias. Por último, la corriente que más se preocupó por relacionarse con el Comintern (la Tercera Internacional), fue la del PC. Camarero analiza las difíciles relaciones que se tejieron desde Argentina con Moscú. En particular porque el Comintern envió delegados que tuvieron distintas posiciones sobre cómo desarrollar un partido bolchevique en la Argentina. Al final, aparece la figura de Félix Weil, el hijo de un poderoso empresario argentino. Enviado a estudiar en Alemania, Félix se vuelve militante de izquierda y toma contacto con los bolcheviques, que lo envían a nuestro país para realizar un informe. Weil se inclina por apoyar a la estructura partidaria que a mediados de los 20 comienzan a liderar Vittorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi.