Fue una noche fría y muy emocionante. El Gran Salón de la Plataforma Lavardén fue el escenario del reencuentro para abrazar, después de tanta distancia, a uno de los artistas más disruptivos y libres de la escena rosarina, que entre aplausos y ovaciones vio pasar por un rato los grandes momentos de su carrera de la mano de esos otros artistas amigos y compañeros de ruta que siempre están, que siempre abrazan y acompañan, que son la familia elegida que contiene.
Omar Serra recibió este jueves el Diploma de Artista Distinguido de Rosario de manos del Concejo Municipal, por iniciativa de la concejala mandato cumplido por el peronismo Alejandra Gómez Sáenz quien, como pocas veces pasa, se ocupó de verdad de visibilizar y acompañar a la producción teatral independiente rosarina en estos años, junto con la concejala Norma López, quien acompaño oportunamente el proceso en de la declaratoria de Serra que finalmente fue votada por unanimidad en el recinto.
Un video que dejó entrever momentos de algunos de los trabajos del actor y director nacido en Rosario en 1946 y que después de un largo periplo regresó a la ciudad en 1978 donde se radicó definitivamente, que cerró con pasajes de la reciente película Reina Hormona, de Enzo Monzón, fue el puntapié inicial de una serie de discursos y mensajes que llegaron de aquí y de muy lejos. Así fueron de la partida el referido Monzón, radicado en Barcelona, o el icónico Fernando Noy, un amigo entrañable desde los 60, los años del hipismo.
Daniela Ponte, autora del reciente libro El teatro de Omar Serra (Ramos Generales), y Sebastián Tiscornia, ambos referentes de la factoría Serra, abrieron el juego a una disrupción poética para evocar la figura del creador que, como un niño desde la platea, observó extasiado cada momento de una velada que, también, fue un valioso homenaje al under rosarino desde los 80 hasta el presente.
Tras ese momento, dos enormes referentes de la escena local que transitaron caminos compartidos con Serra tanto en la formación como en la escena, los maestros Rody Bertol y Néstor Zapata, sumaron con elocuencia algunas referencias acerca de la figura del creador de la Compañía Sabina Beher.
“Es una noche de mucha alegría porque realmente Omar es un gran artista argentino, un innovador que ha propuesto una renovación, que aporta mucho al teatro rosarino y lo digo sin quedarme afuera. Creo que el teatro rosarino es muy correcto; veo obras que están muy bien hechas pero no pasa nada. Y creo que el teatro de Omar viene a problematizar eso porque es un teatro más incorrecto que correcto, más inconsciente que consciente, más caótico que ordenado y más real que realista. El teatro de Omar atraviesa las tres grandes metáforas: el tiempo, el sueño y las estrellas que nos miran. Somos tiempo, somos un sueño y somos lo que no sabemos”, expresó Bertol que evocó la unión entre ambos a partir, también, de la música del Flaco Spinetta.
A su tiempo, Zapata expresó emocionado: “Omar era un chico, pasaron más de 50 años de aquél momento, cuando entraba en los talleres del Arteón para hacer sus primeras experiencias de regreso a Rosario. Ha pasado muchísima agua por este cauce, y a mis 81 años, como sobreviviente de esa época, puedo abrazar a Omar y contener lo que fue olvido, lo que fue desconsideración y falta de reconocimiento a muchos artistas que nuestra ciudad parió, como Omar, que mereció mucho más reconocimiento y apoyo desde mucho antes. Todo lo que no está en las reglas del cauce produce miedo. Todo lo que no es como la mayoría quiere, también produce miedo y rechazo. Es tan terrible romper las reglas, es tan terrible decir lo que no se quiere oír, y tan terrible decir lo contrario de lo que está establecido que se convierte en maravilloso y necesario. Omar me hace acordar a Leopoldo Marechal que decía «yo soy un retrógrado». Omar podría decir lo mismo, como Marechal, un retrógrado que como el pez navega contra la corriente, contra todo lo que va río abajo, en la eterna búsqueda del lugar del origen y de la luz”.
Momentos de ruptura de un grupo de sus actores en clara evocación performática y en esa idea de proceso escénico abierto e inconcluso de ese teatro al que Serra llama “erótico, herético y poético” dieron paso al climax de la noche, con las valiosas palabras de Alejandra Gómez Sáenz y Norma López y la entrega formal de la distinción con todos sus atributos.
Poco antes de las fotos finales y de un cierre musical, Serra, como un niño que siempre está jugando, un artista que entendió que la edad es apenas una circunstancia en la vida de las personas y que no define nada, en su eterno festejo del absurdo, encadenó su discurso al tempo de “Gratitud”, de Oliverio Girondo, mientras un eco de agradecimientos empezaba a sentirse, a resonar como el murmullo que se vuelve grito en la platea, y cuando un lluvia de papeles teñía el aire de palabras.
De Marechal a Alejandra Pizarnik y del Marqués de Sade a Copi o Jean Cocteau, entre tantos otros, la noche fue un viaje a otros tiempos que reivindicaron el presente, una evocación a los pasajes vitales de un artista pueril, kitsch, trash, leather, desopilante y disparatado que cerró diciendo: “Soy lo que soy por el apoyo de mis amigos”.
Omar Serra, el artista rosarino que hizo de la libertad y la disidencia un modo de vida