Diez años pasaron de aquellas noches de verano en Cabo Polonio cuando las zapadas en la playa dieron origen a Onda Vaga. Muchas cosas se sucedieron después: giras, viajes, fiestas, hits, tres discos de estudio y hasta el reconocimiento y padrinazgo de Fito Páez y Adrián Dárgelos, que contextualizaron el crecimiento sostenido de esta banda que integran Nacho Rodríguez, Marcelo Blanco, Marcos Orellana, Tomás Justo Gaggero y Germán Cohen.
Ahora, alejada de los tradicionales espacios bailables en los que suele tocar, Onda Vaga llegará este viernes a Rosario para presentar OV IV, su nuevo disco, festejar su décimo aniversario y tocar, por primera vez en la ciudad, en un teatro, el de la Plataforma Lavadén (Mendoza y Sarmiento), a partir de las 21.30.
La elección del espacio no es casual, sino que pone de manifiesto la etapa que la banda está transitando de la mano del nuevo material, el cuarto de su cosecha. “Hay artistas que se llevan bien con mantenerse en una misma línea, a nosotros nos surgió la necesidad de cambiar. Lo que pasó fue que en este disco no nos limitamos con los instrumentos y sumamos a un productor”, sintetizó Marcos Orellana, al tiempo que aclaró que si bien “algunas cosas cambiaron no se perdió la espontaneidad”.
OV IV contó con la producción de Ezequiel Kronenberg y presenta “un abanico sonoro mucho más amplio y una paleta de timbres nuevos”, según contó el percusionista haciendo referencia a que, en esta oportunidad, la banda decidió “enchufarse”, incorporando sintetizadores, guitarras eléctricas y nuevos instrumentos acústicos, como tiple, saxos y clarinetes, y también percusiones africanas. “Además, las voces suenan distintas ya que antes era un canto unido de muchas personas y ahora algunas de las voces toman protagonismo con mayor profundidad y reverberancia”, explicó.
Dado el trabajo que requirió el sucesor de Magma elemental (2013), un material para el que presentaron más de 50 temas y en el que experimentaron con diversas instrumentaciones, entre las que “el productor seleccionó lo que iba”, sumado a un cuidado trabajo de arreglos, Onda Vaga decidió que esta vez la presentación oficial tenía que contar con la mirada atenta del público. “El plan es hacerlo en teatros para conectarnos con la musicalidad del disco. Primero surgió la posibilidad de hacerlo en el Gran Rex en Buenos Aires (el 8 de abril) y después lo trasladamos a la gira. De hecho, es algo por lo que la gente un poquito se quejó: querían bailar y tomar algo”, confesó Orellana. Y reforzó: “Como es la presentación del disco, invitamos a una contemplación, estamos mostrando lo que hacemos mientras grabábamos. Decidimos desnudarnos, mostrar los arreglos y dar inicio a un nuevo ciclo. Después vamos a seguir haciendo shows «normales», donde se puede bailar, tomar y todo eso”.
El boom de Onda Vaga fue contextualizado en una escena que, golpeada por la tragedia ocurrida en Cromañón, comenzaba a virar a lo acústico. “Nos tenían como las caras de lo desenchufado”, reconoció el músico y siguió: “Nos trataban como si fuéramos bichos raros, pero para nosotros era normal como ahora es normal incorporar guitarras eléctricas y sintetizadores. Eso fue el post Cromañón y si bien es cierto que las circunstancias le dieron forma a nuestra estética, nuestra esencia no tiene que ver con la parte técnica. Ahora me gusta poder demostrar que las canciones de la banda van más allá de si lo hacemos acústico, electrónico, en un teatro o en una fiesta”.
Orellana recordó que, en ese momento no era fácil tocar, “porque todos empezaron a tenerle miedo a la música o al rock, como si fuera algo maldito”, dijo. Y completó. “No diría que eso ya pasó, pero hay una distancia, aunque el otro día con lo del Indio (Solari) volvió a surgir ese temor hacia el rock, cuando el rock no tiene nada que ver, pero a mucha gente le sirve demonizarlo. Actualmente, hay un cuidado más consciente; las nuevas generaciones son más sensibles y cuidadosas a la hora de compartir junto al público. Igual me parece un fenómeno más social que musical”.