Por: David Narciso
La campaña electoral santafesina empieza a transitar su trayecto final antes del 22 de mayo, día de la elección primaria que definirá el candidato del oficialismo y el equilibrio de fuerzas interno entre los partidos políticos que lo componen, y en particular en el socialismo. Un aluvión de publicidad electoral invadirá espacios públicos, minutos de aire de TV y radio y centímetros de papel en busca de llegar a la cabeza de los electores. Sin dudas, la interna del Frente Progresista viene más agitada que la del justicialismo. El proceso que hicieron los candidatos desde que largaron hasta ahora parece estar más o menos claro, con Rubén Giustiniani amesetado en su no menor piso personal, el radical Mario Barletta creciendo a un menor ritmo del previsto y Antonio Bonfatti, que prácticamente arrancó de cero, ya posicionado en un segundo lugar que, según quien lo mida, puede ser unos puntos debajo del senador nacional o en un nivel de empate técnico. Falta conocer el impacto que tendrá en ese escenario el desembarco del gobernador Hermes Binner haciendo campaña a pleno a favor de Bonfatti.
Por más que el gobernador Binner tiene una altísima imagen positiva, no existen fórmulas seguras para lograr el trasvasamiento de votos a su precandidato preferido. A lo sumo existe un historial de experiencias, en algunos casos exitosas y en otras no, con mucha dependencia del aquí y ahora, y del electorado y los protagonistas en cuestión.
Un ejemplo reciente es la elección presidencial en Brasil. Allí la entonces candidata oficialista Dilma Rousseff, elegida por el saliente Lula Da Silva, arrancó muy atrás de José Serra. El Partido de los Trabajadores, el presidente Lula y los publicistas debieron transpirar más de la cuenta la camiseta para hacer realidad el trasvasamiento de votos. Sobre la base de esa experiencia y aprovechando antiguas amistades entre socialistas santafesinos y del PT brasileño, desde hace unas semanas hay línea abierta entre Santa Fe y Brasilia.
La interna es todo
El resultado de la primaria del Frente Progresista es decisivo para el gobernador Hermes Binner. Por un lado en la lucha política que mantiene desde hace años con Rubén Giustiniani. Pero también por su potencial proyección nacional, que en definitiva es la de todo el Partido Socialista.
Binner se encontró el martes pasado en Buenos Aires, por separado, con radicales y referentes de los partidos de centroizquierda que lo quieren integrando una fórmula presidencial. A Víctor de Gennaro, con quien mantuvo una reunión, le repitió lo que a todos: “Hasta después del 22 de mayo no hay posibilidades de pensar en armar nada”. También Claudio Lozano tanteó los planes del santafesino en busca de alguna certeza para su propio futuro, que en buena parte depende de los lugares que vayan a ocupar Pino Solanas y Hermes Binner. El mismo Solanas –que se ha vuelto un progresista viscoso con su magnéttica agenda y sus deplorables declaraciones sobre el voto de baja calidad de los salteños– ya abrió la puerta para bajar a disputar la Jefatura de Gobierno porteña si Binner sobrevive a la interna socialista en Santa Fe.
Contigo en la distancia
De a poco Rubén Giustiniani comenzó a diferenciarse del gobierno provincial, al que hasta ahora elogiaba sin peros. Mario Barletta también hizo lo propio, aunque de forma más jugada. Ambos tienen en común que se empeñan en ser los continuadores de un gobernador que no los quiere en ese lugar.
El intendente mandó al diputado Darío Boscarol a denunciar que Bonfatti usaba la estructura del Estado. Estrategias de instalación de ese tipo son de manual, sólo que el momento elegido coincidió con la carrera del TC 2000, a la que el intendente santafesino convirtió en una especie de road show proselitista, donde hasta Jorge Boasso, precandidato en Rosario, regalaba entradas.
El intendente radical es al que se le plantea el panorama más chivo. Su patriada choca con las dificultades para instalarse como opción fuera de la capital provincial, a donde tiene que salir a caminar sin respaldo de un elector de peso y con el devaluado sello de la UCR como única carta de presentación.
Rubén Giustiniani no enfrenta esas dificultades. A fuerza de competir por distintos cargos en media docena de elecciones provinciales desde 1999, su figura se fue haciendo conocida, en particular en 2009, cuando perdió ahí nomás con Carlos Reutemann tras una epopéyica remontada desde el momento que su imagen se vinculó publicitariamente a la figura del gobernador Binner, quien se cargó la campaña al hombro.
Bonfatti es ahora el beneficiario de todo ese respaldo. Más dúctil para la negociación política y la gestión que para la tribuna electoral, a Bonfatti le llegó la hora de quitarse el traje de ministro de Gobierno para dar paso al candidato.
La foto de hoy es muy distinta a la de 2009. Fuera del mundo de la política y de quienes hilan fino, es muy difícil para los socialistas explicarles a los santafesinos (y en particular a los rosarinos) por qué tienen que elegir entre Bonfatti y Giustiniani cuando siempre fueron parte de la misma propuesta política.